lunes, septiembre 27, 2010

Actitud

Quien piensa en fracasar, ya fracasó antes de intentar

Quien piensa en ganar, lleva ya un paso adelante

Sigmund Freud



Reflexion:

El pensar en ganar o fracasar, se ha convertido en la eterna disyuntiva que nos orienta a actuar con determinadas actitudes ante la vida y que nos hace competitivos o conformistas. Pero debe haber algo de fondo que nos incite a orientarnos a una u otra tendencia. Porque deseamos ganar, o porque se fracasa? Que diferencia hay uno del otro?, en uno es presencia y en otro ausencia?, presencia de que o ausencia de que?, que deseamos ganar o para que?, acaso nos hace feliz uno e infeliz el otro?, y que no ha sucedido que es lo contrario?, quizás uno acarree beneficios y el otro perjuicios o viceversa?, todo pareciera relativo, depende del tipo de actitud que adoptemos para asimilar uno o el otro. Si lo analizamos fríamente ambos proporcionan beneficios, uno a nivel de ego y el otro a nivel de experiencia y esto no es una regla infalible; simplemente es o no es, dependiendo de la circunstancia. Tanto uno es contenido y el otro ausencia de, pero ambos son necesarios en la experiencia de la vida y ambos están estrechamente ligados para poder diferenciarlos uno del otro, porque si no conocemos que es fracasar como es que podemos definir el ganar; será sólo por el hecho de vencer a algo o alguien y obtener una recompensa a cambio?, será sólo eso suficiente para satisfacernos o darnos plenitud y felicidad?, no necesariamente el que gana es feliz o el que fracasa es infeliz, porque en el ganar puede haber relajamiento, y en el fracaso aprendizaje y viceversa; la ley de la relatividad es parte esencial de nuestra existencia; y el saberla orientar, marcará la diferencia en nuestro destino.


La actitud ante la vida es fundamental para abordar un reto, proyecto o problema, y ella es quién nos marca la pauta para convencernos que el resultado final será lo que deseamos; porque cuando tenemos muy en claro el potencial de nuestras capacidades y nos preparamos para ello, no habrá obstáculo en el camino que nos impida lograr nuestras metas. Cuando hay desconocimiento, inseguridad, ausencia de confianza y baja autoestima; se manifestarán de inmediato los prejuicios, que bloqueen nuestra iniciativa y limiten nuestro radio de acción cuando abordamos una situación en particular. También es cierto que hay factores externos que influyen enormemente en nuestra confianza, desde situaciones adversas e inesperadas que se salen de control o personas que denosten nuestras capacidades, esto último no podremos evitarlo; siempre habrá alguien que busque denigrar nuestra persona, alguien que nos desacreditará a nuestras espaldas, alguien que busque evidenciarnos en público, alguien que intente marginarnos de una u otra posición con o sin justificación. Tratar de cambiar ese tipo de actitudes no sólo es desgastante, sino inútil; porque desorienta y nos hace perder energía vital, siempre existirán factores humanos que nos inciten al fracaso atacando nuestra persona, pero al final, quién lo permite somos nosotros mismos, haciéndole eco y dándole importancia; la decisión final de que nos afecte o perjudique, de quién depende?.


Lo más importante es estar consciente que cuando sabemos quienes somos y de que estamos hechos y del potencial que poseemos, sólo basta convencernos a nosotros mismos y actuar en coherencia con ello. Que importa que los demás juzguen, ataquen, o rechacen; no estamos en la posición de cambiarlo, porque hacerlo es reafirmar su negación y es devaluar nuestra propia dignidad. De origen ya nacimos triunfadores al nacer, porque tuvimos que imponernos ante millones de espermatozoides en una carrera despiadada, para fecundar una sola oportunidad de experimentar la vida a través de la fecundación del óvulo. La actitud de ganar ya la llevamos en nuestro interior, ya poseemos de origen el espíritu para salir victoriosos sobre millones de humanos para experimentar la sensación de trascender en lo que nos propongamos; basta convencernos y ponerlo en práctica en la meta que nos tracemos; no perdamos más el tiempo en someternos tanto a nuestros prejuicios e inseguridades, como a las influencias externas; no necesitamos que nos acepten, reconozcan o reafirmen para convencernos que poseemos lo necesario para ganar en cualquier terreno, es suficiente saber que estaremos un paso adelante, cuando comencemos a disfrutar la vida como deseamos experimentarla, porque hemos ganado por omisión el derecho a vivirla.


Como los Elefantes

Debemos ser como los Elefantes …


Con pies grandes y pesados… Para tenerlos bien fijos en la tierra y no elevarnos.

Es relativamente sencillo dejarse llevar por los tentadores y comprometidos senderos que el Ego nos sumerge en cada situación de nuestra vida cotidiana. Es sencillo elevarnos de soberbia cuando sentimos que el mundo esta a nuestros pies, que perdemos el piso cuando estamos eufóricos y sobrevaluados; cuando no aterrizamos rápidamente y nos ubicamos, esto se transforma no solamente en un mecanismo de evasión para no enfrentar nuestra realidad, sino en un acto de relajación que nos puede llevar al descuido y la distracción; la vida se escapa fugazmente a cada instante, y es vital no perder la concentración de lo que ocurre en nuestro entorno, para no tener la necesidad de ¨fugarnos¨ de la realidad cuando sentimos que las cosas se nos salen de control, o que estamos inmersos en la euforia del momento, que todo debe ser escrupulosamente manejado con cautela, para no ser sorprendidos por situaciones inesperadas que se analizaron a detalle.


Con orejas grandes… Para aprender a oír y no actuar a ciegas.

Cuando estamos cerrados en nuestro propio entendimiento y conceptualizaciones, es fácil arrastrarnos por la intolerancia y la vanidad, que dejamos de escuchar nuestro entorno externo e interno, siempre será válido el escuchar una opinión, crítica o reclamo, sea este justificado o no, porque en el fondo lleva un mensaje oculto que nos permite percibir las razones auténticas de la sensibilidad de quién nos imputa, finalmente aplicamos un filtro para desechar por completo o tomar aquello que nos redituará crecimiento y aprendizaje, de esta forma actuaremos con mayor uso de conciencia.


Con boca chica… Para no andar parafraseando, ni hablando de más.

Cuantas veces no nos hemos metido en aprietos por hablar de más sin razonar previamente, y en ese momento herir susceptibilidades u ofender con o sin alevosía; cuando nos dejamos llevar por nuestros impulsos nos invade la ansiedad por expresar nuestro sentir como una forma de descarga emocional o hablamos sin conocer de fondo a la persona prejuzgándola injustamente. Nadie conoce perfectamente a alguien más que así mismo, y por lo tanto ya posee su pleno derecho a su intimidad y a no ser violada o evidenciada, cada persona posee sus propias razones para actuar de determinada forma sea esta justificada o no. En la prudencia radica el ser más cuidadosos con lo que expresamos al exterior, sin haber pasado previamente por el filtro de la mesura y el razonamiento. Y antes que verter una opinión, es necesario ante todo primero aprender a escuchar.


Con colmillo largo… Para saber actuar en momentos difíciles.

Aquí la experiencia personal es fundamental para saber actuar con cautela en momentos de adversidad y apremio; es fácil ante una situación desesperada actuar casi al instante por impulso y sin medir las consecuencias de nuestras acciones, la velocidad de respuesta en algunas circunstancias de nuestro entorno es vital para salir airosos de algún problema en cualquier ámbito en que nos desenvolvamos; puede ser un tanto válido el aplicar métodos, sistemas u opiniones ajenas para resolverlo; pero no cabe duda que la propia experiencia es infinitamente superior, cuando lleva consigo un cuidadoso análisis de los pros y contras del problema que tenemos ante nuestros ojos, eso es lo que nos proporciona la visión con miras a obtener los mayores beneficios con mínimas probabilidades de fracasar en alguna encomienda de tipo personal o externo.

Tener piel áspera y dura… Para aguantar los embates de los demás.

Mantenernos férreos y determinantes con una forma de ser clara y contundente, nos abre los espacios para no salir heridos u humillados en nuestra autoestima, por desgracia en nuestro medio, siempre habrán personas que estarán al ¨pendiente¨ de nuestro desarrollo o desenvolvimiento, sea que actuemos bien o mal, es lo de menos, de cualquier forma recibiremos críticas destructivas producto de envidias o celos injustificados, y es importante estar preparados no sólo para recibir elogios o muestras de reconocimiento, sino también de aquello que suele ser con intenciones de debilitar nuestra autoestima. Y por contradictorio que parezca, esto último es lo que nos hace seguir creciendo y no permitirnos relajarnos cuando se trata de la búsqueda de nuestra propia felicidad. Cada persona tiene su pleno derecho a expresarse de otro ser humano, pero también tenemos nuestro propio derecho de no permitirnos sentirnos agraviados u ofendidos, sobre todo cuando estamos plenamente convencidos de lo que somos, y eso es lo único que debe bastar, porque no es necesario demostrarlo a exterior sino convencernos que el valor radica en nuestro propia valoración, basado en el auto-conocimiento.


Tener cola corta… Para que nadie, por más que quiera, pueda hablar de ti.

Cuando nuestro accionar en la vida diaria esta fundamentada en la honestidad y la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, actuamos y expresamos. Nuestra conciencia siempre se mantendrá intacta, sin culpas o remordimientos que carcoman nuestra tranquilidad y equilibrio emocional, sobre todo cuando ejercemos el pleno respeto a la libertad de expresión y a la integridad de nuestro prójimo; casi por lo general alguna vez en la vida hemos pasado por encima de la dignidad de alguien, o lo hemos utilizado para saciar fines exclusivamente egoístas; es válido ¨usarnos¨ o ayudarnos unos a otros para salir de algún aprieto, o lograr algún cometido particular, pero la diferencia radica en la forma en que nos valemos unos a otros ya sea para prosperar o para perjudicarnos; todo a su tiempo ajustará las consecuencias de los actos que realizamos en la vida. Si hablan bien o mal es relativo, ya sea que este fundamentada en la ignorancia o con bases justificables, pero lo más importante es actuar honestamente en la vida para que nuestra conciencia se concentre en nuestra trascendencia en lugar de la evasión por las culpas o los remordimientos que a nuestro paso hemos cosechado.


Tener su memoria… Para que nunca olvides quién realmente eres.

La vida nos puede llevar por infinidad de senderos que nos acerquen o nos alejen de nuestros seres queridos, país, amigos, pareja, hijos, etc. Y tan sumergidos estamos en esa nueva vida causal o causal que de pronto olvidamos nuestros orígenes, olvidamos de donde venimos, de donde comenzamos, de donde aprendimos, de donde descubrimos el amor por vez primera, de quién nos dio la vida, de quién nos crío, de quién nos tendió una mano cuando más lo necesitábamos, de quién nos expresó una palabra de aliento cuando la desesperación nos agobiaba, de quién nos concedió su valioso tiempo para escucharnos y poder desahogarnos, de quién nos ayudo incondicionalmente a salir de un aprieto, y de lo valiosos que somos por el simple hecho de que se nos otorgo la única e invaluable oportunidad no sólo para experimentar la existencia, sino de aprender a vivir y a reconocer que todo en la vida, parte de un principio para iniciar nuestro andar hacia cualquier proyecto a nivel personal o profesional, pero sobre todo para saber agradecer con hechos y no sólo con palabras que gracias a esas circunstancias les debemos la experiencia que hemos adquirido a lo largo de nuestra existencia, para valorar no solamente a nuestro entorno exterior, sino a la grandeza que fue depositada en nuestro interior en espera de ser explorada y descubierta, para trascender en algo realmente importante como seres humanos.

Y como el elefante, que cuando sabe que va a morir regresa a su lugar de origen

Sabemos de antemano cuál es nuestra meta final, así como todo tiene un principio, también tiene un final, y todo origen es el punto de partida para iniciar un proyecto en cualquier nivel, y si es el punto partida, lo más obvio es concretarlo hasta su finalización, de hacer todo lo posible para no dejar proyectos ni ideas inconclusas, de no olvidar que sin importar las circunstancias que nos posterguen nuestros proyectos personales, darnos un espacio para recapitular y reflexionar que es aquello que nos ha estancado momentáneamente, para retomar con mayor ímpetu su conclusión. Si acaso nos invade la desesperación al sentirnos impotentes para hallar una solución inmediata a algún problema, sería necesario regresarnos al origen para replantear las bases y detectar los posibles errores que nos impiden el concretar algún proyecto en particular, por un principio básico, que todo problema cuando deseamos resolverlo a partir de sus circunstancias actuales estamos tratando de buscar una solución sobre algo errado y eso alarga más su probable solución, llevándonos a empeorarlo aún más y con consecuencias indeseables; se pierde más tiempo aferrándonos sobre algo que desconocemos su punto de partida, que regresando al origen para clarificar nuestras ideas y deshacernos de la ansiedad por no concretarlo y partir de un nuevo comienzo pero con mayor conocimiento de causa.

Finalmente cuando sintamos que hemos caído lo más profundo de nuestra desesperación sobre algo que nos angustia y que en el momento no hallemos una pronta salida que nos beneficie, en ese momento podemos recurrir a nuestra naturaleza, a confiar que en lo más profundo de nosotros se encuentran las respuestas que nosotros mismos nos hemos negado a escuchar, por estar inmersos en nuestra depresión y desesperación; porque no todo está perdido cuando todo problema siempre tendrá en potencia una solución, cuando sabemos ser pacientes y confiar que regresando a nuestro origen, hallaremos la raíz del problema.


Iluminación

Buda afirmó frente a sus discípulos: el que se esfuerza, puede alcanzar la iluminación en siete días. Si no lo consigue, sin duda lo logrará en siete meses, en siete años, o en setenta años.

Un joven se propuso conseguirlo en una semana, y quiso saber cómo debía actuar.

“Concentración” fue la respuesta.

El joven empezó a practicar, pero diez minutos más tarde ya se había distraído, y consideró que no estaba perdiendo el tiempo, sino habituándose consigo mismo.

Un buen día decidió que no era necesario llegar tan rápido a su meta, pues el camino le estaba enseñando muchas cosas.

Y fue en este momento cuando alcanzó la iluminación.


Reflexión:

La intención de comenzar a atendernos no sólo en el cuidado exterior a nivel físico y fisiológico, sino a nivel interno en lo emocional y mental es el primer paso hacia la resolución de la mayoría de nuestros problemas existenciales. Aún cuando estemos rodeados del constante caos exterior cotidiano, nuestra jornada final de trabajo en muchos casos suele resultar abrumadora, nuestra mente termina abotargada por los innumerables problemas acumulados durante el día, es cierto que hay momentos plenos de alegría y plenitud y que en muchos casos son espontáneos, pero por alguna razón le damos mayor importancia a lo que nos lastima y frustra. Si bien nos hemos sorprendido, pensativos, preocupados e indiferentes a todo momento; ocupados en como resolver tal o cuál problema que nos arranca la tranquilidad. Esto ocasiona el que no estemos plenamente concentrados en nuestras respectivas áreas en que nos desempeñamos, desencadenando en más problemas por nuestra falta de atención. Cómo lograr concentrarnos cuando estamos tan inmersos en tantas preocupaciones aún no resueltas y sometidos a tanta presión al mismo tiempo?.

Si bien no hemos resuelto un problema cuando ya aparece de pronto otro y así sucesivamente, perdiendo el control de nuestras emociones y terminando la jornada agotados e irritados, y por si eso no fuera poco al llegar a nuestro hogar somos abordados por más pendientes y problemas, finalizando con fuertes discusiones lastimando a quienes no tienen culpa de nuestras frustraciones. A veces sentimos que caemos a un abismo sin fondo en que no vemos la mínima esperanza de resolver nuestro apremio y en esa desesperación estamos en gran riesgo de buscar una fácil salida de consecuencias nefastas. En esos momentos de desesperanza es necesario tomar el control de nuestras emociones, dejar que nuestra mente recupere la ecuanimidad, analizar el problema en lugar de evadirlo y no cerrarnos al escenario inmediato; aún en la más absoluta obscuridad, y en el más desafortunado de los escenarios, hay un una imperceptible luz que nos ilumine de esperanza en busca de alguna solución. Es casi una ley natural que estamos regidos en un mundo de dualidades; para todo negro hay blanco, para la obscuridad hay luz y para todo problema siempre habrá una solución. No es recomendable tomar decisiones cuando estamos agobiados e irritados; porque la claridad de pensamiento y el razonamiento ecuánime son inexistentes, y abundantes las consecuencias negativas al tomar una decisión desesperada.

El estado de mayor concentración es aquel cuando nos olvidamos del entorno y nos entregamos de lleno a la situación inmediata presente, no necesariamente es evasión, pero la mejor forma de abordar un problema es entregarse de lleno, analizando cuidadosamente las opciones posibles para su resolución, si logramos primeramente controlar nuestro apremio, poco a poco la mente se irá clarificando y las soluciones comenzarán a presentarse. La vida es entrega total momento a momento, si nuestra mente se encuentra por momentos abrumada de infinidad de pensamientos; es momento de confiar que una solución estará latente en el momento en que controlemos nuestros procesos internos y esos estados de iluminación los experimentaremos con mayor frecuencia y por consecuencia más realizados y seguros nos sentiremos para abordar el reto de la vida.