martes, julio 07, 2009

La Naranja

Un ateo dictaba una conferencia ante un gran auditorio defendiendo la inexistencia de Dios.

Después de haber finalizado su discurso, desafió a cualquiera que tuviese preguntas a que subiera a la plataforma.

Un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su adicción a las bebidas alcohólicas, pero que había encontrado recientemente liberación y esperanza en Dios aceptó la invitación y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.

El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; el hombre, continuó imperturbable pelando la naranja en silencio, al término de lo cual, se la comió.

Se volvió al conferencista y le preguntó : “¿Estaba dulce o agria?”

“No me pregunte tonterías”, respondió el orador con señales evidentes de enojo;

“¿Cómo puedo saber el gusto si no la he probado?”

Y aquel hombre regenerado por el amor de Dios respondió entonces:

“Y ¿cómo puede usted saber algo de Dios, si nunca lo ha probado?”

Reflexión:

Desde el comienzo de los tiempos, el ser humano ha vivido siempre en la tiniebla del misterio, echa a andar su imaginación por una explicación de una visión completa de su universo, y desorientado comienza su lucha interna, en la duda comienza su investigación de la vida, se encuentra en un mundo con fuerzas y poderes distintos de los propios, necesita explicarse la constitución de su mundo y la relación que pueda existir entre lo grandioso de lo desconocido y lo insignificante que representa el conocimiento con la ignorancia y debilidad que le abruma. En el comienzo de la historia humana, el ser humano, si bien expulsado de la unidad original con la naturaleza, se aferra todavía a esos lazos primarios e impulsado por ese sentimiento de individualismo, trata de explicarse los fenómenos de la naturaleza asumiéndolos como deidades.
Muchas religiones primitivas son manifestaciones de esa etapa evolutiva. Un animal se convierte en tótem y es adorado como Dios. En una etapa posterior de evolución, el hombre ya no depende exclusivamente de los dones de la naturaleza: los frutos se encuentran a la mano, cazando y domesticando al animal para su alimentación y explotación. Ahora transforma el producto de su propia mano en un Dios, es en ésa etapa la adoración de ídolos hechos de arcilla, plata u oro. En etapas posteriores, el hombre da a sus dioses la forma de seres humanos, es cuando se ha tornado más consciente de sí mismo y cuando se descubre como el Ser más elevado y digno del universo.

En las grandes religiones monoteístas el término Dios se refiere a la idea de un ser supremo, infinito, perfecto, creador del universo, que sería el comienzo y el final de todas las cosas, omnipotente que todo lo puede, omnisciente que todo lo conoce y omnisapiente que todo lo sabe. Sin embargo, su incertidumbre va más allá que la frialdad de los conceptos, aún cuando su búsqueda es eterna e inalcanzable por alcanzar los ideales de aquel ser supremo al que adora y al que teme, trata por cualquier medio de aliviar su angustia ante aquello que aún a pesar de la evolución de su mente, no logra descifrar ni mucho menos encuadrar o definirle una forma, color o sustancia; y porque hace esto?, porque se obsesiona por descifrarlo?, será que eso le proporcionaría alivio o poder?, alivio para que?, o poder para que?, alivio para tener plena certeza de lo que le espera una vez finalizado su ciclo existencial?, o poder para gobernar sobre los hombres?.

El poder o la soberanía es humana en el sentido en que es otorgada por el ser humano, y que son ellos quienes la ejercen; es divina en el sentido en que ha sido instituida por un Ser supremo, y que sólo puede ejercerse de acuerdo con los preceptos que a través de la historia han sido establecidos por este Ser Supremo a través de un Decálogo de Vida ya dictado, y que es el punto de partida para que el ser humano comience a actuar de acuerdo a su libre albedrío.. Porque entre el derecho divino que excluye al ser humano y el derecho humano que excluye a Dios se encuentra la verdad. Y en que consiste esa verdad?, en poder aliviar su angustia aceptando como parte de él a un Ser Supremo que gobierna e inquieta su conciencia?, aquel que le acredita el orden y el caos que rige a nuestro universo?, aquél a que en la intimidad de su interior le eleva plegarias a fin de ser escuchado para aquietar su incertidumbre y temor ante la existencia que le fue proporcionada?, entonces cuál es la finalidad de aceptar o creer en un dios determinado?, un dios que cada ser humano conceptúa o le acredita un nombre específico de acuerdo a su nivel de conciencia! Que debemos hacer respecto a esta deidad que es generada en nuestra conciencia producto de nuestros temores y anhelos?

Porque hay personas que no creen en Dios? ó hay personas que si creen en Dios?, o hay personas que dicen que Dios existe y otras que dicen que Dios es?. Cuál es la diferencia?. Realmente Dios existe o Dios es? Cuando hablamos de existencia, el ser humano define que para existir hubo un principio en el un ser fue "creado" y por lo tanto tendrá un final, es decir que un ser que aparece o existe se encuentra dentro de los límites el tiempo, por lo cuál es temporal o finito. En cambio cuando algo "es" significa que no esta sujeto a las redes del tiempo, conocido como atemporal o infinito por lo que no está sujeto al devenir del tiempo. Acaso será cierto?, entonces que es Dios, algo que percibimos o sentimos?, si eso es así, entonces que son esas sensaciones que percibimos en infinidad de ocasiones cuando nos sentimos espiritualmente identificados con ese Ser Supremo y que nos proporciona equilibrio y paz interior?; o cuando tenemos necesidad de aliviar nuestra soledad y vacío existencial, casi instintivamente lo buscamos mediante una plegaria u oración, solicitándole ayuda o reclamo!, ó cuando nuestro ciclo existencial se encuentra en los albores de la muerte, ya sea por enfermedad o por vejez nos aferramos con todo nuestro ser a su esencia?, e incluso a negar su ¨existencia¨ como un mecanismo de defensa para evitar el sentirnos vulnerables y dependientes de una entidad!; o porque le atribuimos una dualidad o polaridad: bueno o malo?. Es acaso una entidad separada o parte de nuestra esencia?, de que aspectos depende el ser humano para definirlo?

Es malo ser dependiente o independiente de nuestro Dios? Y porque el ser humano necesita creer en Dios? quizás porque percibimos a ese Dios como parte esencial para la solución de nuestros problemas existenciales o para aliviarnos la angustia de la inevitable muerte y que seremos acogidos por esta entidad, una vez concluida nuestra existencia? Eso acaso nos alivia en gran medida esa sensación permanente de aislamiento e incertidumbre?, ó porque nos proporciona un sentimiento sublime de pertenencia a algo o a alguien!; entonces siendo así, donde se encuentra Dios que se escapa de nuestros sentidos y que sólo es producto de nuestra imaginación, percepción o sensación? Se encuentra fuera o dentro? Está en algún lugar específico o en todo cuánto nos rodea? Y cómo explicar las sensaciones que nos produce y los sentimientos que nos inspira cuando en algún momento experimentamos momentos sublimes de felicidad y paz interna y que los definimos como la manifestación de Dios?.

Es cierto que nadie puede asegurar su existencia, porque escapa de nuestros sentidos humanos!, incluso podría ser sólo es un estado de conciencia que es alimentada a través de los cultos religiosos, no sabemos si importe si Dios existe o Dios es; lo único real en un mundo real es el convencimiento de algo que escapa de nuestra razón y que es devorado por nuestra percepción, aquel ser humano que entra en un estado de común-unión con ese Todo o Ser Supremo, no reza por nada, no espera nada material de Dios; no ama a Dios como un niño ama a su padre o a su madre; ha adquirido la humildad necesaria para percibir sus limitaciones, hasta el punto de saber que no sabe nada acerca de Dios. Dios se convierte en un símbolo en el que el ser humano en una etapa más temprana de su evolución, ha expresado la totalidad de lo que se esfuerza por alcanzar, el reino del mundo espiritual. Tiene fe en los principios que Dios representa y considera que su vida toda es valiosa sólo en la medida en que le da la oportunidad de llegar a un desenvolvimiento cada vez más pleno de sus poderes humanos. Amar a Dios, significaría por tanto, anhelar el logro de la plena capacidad de amarse, para la realización de lo que Dios representa en uno mismo. Por lo que el amor a Dios no es el conocimiento de Dios mediante el pensamiento, ni el pensamiento del propio amor a Dios, sino del acto de experimentar la unidad con Dios, es una experiencia mental, afectiva de unidad, inseparablemente ligada a la expresión de ese amor en cada acto de la vida. Dios es el espejo del ser humano, a su imagen y semejanza, es lo íntimo que se revela, la manifestación de la esencia del ser humano; todas las calificaciones del ser divino son calificaciones del ser humano, Dios no es sino el sentimiento liberado en el ser humano en los límites de su conciencia. El creer en algo es duda, es incertidumbre; en cambio el saber es convicción, seguridad. El saber que Dios es parte integral de nuestro ser y que éste se manifestará en la medida en que nos liberemos de nuestros temores y prejuicios y aceptemos el hecho de que poseemos ese poder de evocarlo cuántas veces lo requiramos y que sin duda seremos escuchados en la medida en que escuchemos nuestro interior y actuemos de acuerdo con esos preceptos.

Y ¿cómo podemos saber algo de Dios, si nunca nos hemos dado la oportunidad de experimentarlo, a través de la manifestación de nuestra propia libertad interior?.