Como los Elefantes
Debemos ser como los Elefantes …
Con pies grandes y pesados… Para tenerlos bien fijos en la tierra y no elevarnos.
Es relativamente sencillo dejarse llevar por los tentadores y comprometidos senderos que el Ego nos sumerge en cada situación de nuestra vida cotidiana. Es sencillo elevarnos de soberbia cuando sentimos que el mundo esta a nuestros pies, que perdemos el piso cuando estamos eufóricos y sobrevaluados; cuando no aterrizamos rápidamente y nos ubicamos, esto se transforma no solamente en un mecanismo de evasión para no enfrentar nuestra realidad, sino en un acto de relajación que nos puede llevar al descuido y la distracción; la vida se escapa fugazmente a cada instante, y es vital no perder la concentración de lo que ocurre en nuestro entorno, para no tener la necesidad de ¨fugarnos¨ de la realidad cuando sentimos que las cosas se nos salen de control, o que estamos inmersos en la euforia del momento, que todo debe ser escrupulosamente manejado con cautela, para no ser sorprendidos por situaciones inesperadas que se analizaron a detalle.
Con orejas grandes… Para aprender a oír y no actuar a ciegas.
Cuando estamos cerrados en nuestro propio entendimiento y conceptualizaciones, es fácil arrastrarnos por la intolerancia y la vanidad, que dejamos de escuchar nuestro entorno externo e interno, siempre será válido el escuchar una opinión, crítica o reclamo, sea este justificado o no, porque en el fondo lleva un mensaje oculto que nos permite percibir las razones auténticas de la sensibilidad de quién nos imputa, finalmente aplicamos un filtro para desechar por completo o tomar aquello que nos redituará crecimiento y aprendizaje, de esta forma actuaremos con mayor uso de conciencia.
Con boca chica… Para no andar parafraseando, ni hablando de más.
Cuantas veces no nos hemos metido en aprietos por hablar de más sin razonar previamente, y en ese momento herir susceptibilidades u ofender con o sin alevosía; cuando nos dejamos llevar por nuestros impulsos nos invade la ansiedad por expresar nuestro sentir como una forma de descarga emocional o hablamos sin conocer de fondo a la persona prejuzgándola injustamente. Nadie conoce perfectamente a alguien más que así mismo, y por lo tanto ya posee su pleno derecho a su intimidad y a no ser violada o evidenciada, cada persona posee sus propias razones para actuar de determinada forma sea esta justificada o no. En la prudencia radica el ser más cuidadosos con lo que expresamos al exterior, sin haber pasado previamente por el filtro de la mesura y el razonamiento. Y antes que verter una opinión, es necesario ante todo primero aprender a escuchar.
Con colmillo largo… Para saber actuar en momentos difíciles.
Aquí la experiencia personal es fundamental para saber actuar con cautela en momentos de adversidad y apremio; es fácil ante una situación desesperada actuar casi al instante por impulso y sin medir las consecuencias de nuestras acciones, la velocidad de respuesta en algunas circunstancias de nuestro entorno es vital para salir airosos de algún problema en cualquier ámbito en que nos desenvolvamos; puede ser un tanto válido el aplicar métodos, sistemas u opiniones ajenas para resolverlo; pero no cabe duda que la propia experiencia es infinitamente superior, cuando lleva consigo un cuidadoso análisis de los pros y contras del problema que tenemos ante nuestros ojos, eso es lo que nos proporciona la visión con miras a obtener los mayores beneficios con mínimas probabilidades de fracasar en alguna encomienda de tipo personal o externo.
Tener piel áspera y dura… Para aguantar los embates de los demás.
Mantenernos férreos y determinantes con una forma de ser clara y contundente, nos abre los espacios para no salir heridos u humillados en nuestra autoestima, por desgracia en nuestro medio, siempre habrán personas que estarán al ¨pendiente¨ de nuestro desarrollo o desenvolvimiento, sea que actuemos bien o mal, es lo de menos, de cualquier forma recibiremos críticas destructivas producto de envidias o celos injustificados, y es importante estar preparados no sólo para recibir elogios o muestras de reconocimiento, sino también de aquello que suele ser con intenciones de debilitar nuestra autoestima. Y por contradictorio que parezca, esto último es lo que nos hace seguir creciendo y no permitirnos relajarnos cuando se trata de la búsqueda de nuestra propia felicidad. Cada persona tiene su pleno derecho a expresarse de otro ser humano, pero también tenemos nuestro propio derecho de no permitirnos sentirnos agraviados u ofendidos, sobre todo cuando estamos plenamente convencidos de lo que somos, y eso es lo único que debe bastar, porque no es necesario demostrarlo a exterior sino convencernos que el valor radica en nuestro propia valoración, basado en el auto-conocimiento.
Tener cola corta… Para que nadie, por más que quiera, pueda hablar de ti.
Cuando nuestro accionar en la vida diaria esta fundamentada en la honestidad y la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, actuamos y expresamos. Nuestra conciencia siempre se mantendrá intacta, sin culpas o remordimientos que carcoman nuestra tranquilidad y equilibrio emocional, sobre todo cuando ejercemos el pleno respeto a la libertad de expresión y a la integridad de nuestro prójimo; casi por lo general alguna vez en la vida hemos pasado por encima de la dignidad de alguien, o lo hemos utilizado para saciar fines exclusivamente egoístas; es válido ¨usarnos¨ o ayudarnos unos a otros para salir de algún aprieto, o lograr algún cometido particular, pero la diferencia radica en la forma en que nos valemos unos a otros ya sea para prosperar o para perjudicarnos; todo a su tiempo ajustará las consecuencias de los actos que realizamos en la vida. Si hablan bien o mal es relativo, ya sea que este fundamentada en la ignorancia o con bases justificables, pero lo más importante es actuar honestamente en la vida para que nuestra conciencia se concentre en nuestra trascendencia en lugar de la evasión por las culpas o los remordimientos que a nuestro paso hemos cosechado.
Tener su memoria… Para que nunca olvides quién realmente eres.
La vida nos puede llevar por infinidad de senderos que nos acerquen o nos alejen de nuestros seres queridos, país, amigos, pareja, hijos, etc. Y tan sumergidos estamos en esa nueva vida causal o causal que de pronto olvidamos nuestros orígenes, olvidamos de donde venimos, de donde comenzamos, de donde aprendimos, de donde descubrimos el amor por vez primera, de quién nos dio la vida, de quién nos crío, de quién nos tendió una mano cuando más lo necesitábamos, de quién nos expresó una palabra de aliento cuando la desesperación nos agobiaba, de quién nos concedió su valioso tiempo para escucharnos y poder desahogarnos, de quién nos ayudo incondicionalmente a salir de un aprieto, y de lo valiosos que somos por el simple hecho de que se nos otorgo la única e invaluable oportunidad no sólo para experimentar la existencia, sino de aprender a vivir y a reconocer que todo en la vida, parte de un principio para iniciar nuestro andar hacia cualquier proyecto a nivel personal o profesional, pero sobre todo para saber agradecer con hechos y no sólo con palabras que gracias a esas circunstancias les debemos la experiencia que hemos adquirido a lo largo de nuestra existencia, para valorar no solamente a nuestro entorno exterior, sino a la grandeza que fue depositada en nuestro interior en espera de ser explorada y descubierta, para trascender en algo realmente importante como seres humanos.
Con pies grandes y pesados… Para tenerlos bien fijos en la tierra y no elevarnos.
Es relativamente sencillo dejarse llevar por los tentadores y comprometidos senderos que el Ego nos sumerge en cada situación de nuestra vida cotidiana. Es sencillo elevarnos de soberbia cuando sentimos que el mundo esta a nuestros pies, que perdemos el piso cuando estamos eufóricos y sobrevaluados; cuando no aterrizamos rápidamente y nos ubicamos, esto se transforma no solamente en un mecanismo de evasión para no enfrentar nuestra realidad, sino en un acto de relajación que nos puede llevar al descuido y la distracción; la vida se escapa fugazmente a cada instante, y es vital no perder la concentración de lo que ocurre en nuestro entorno, para no tener la necesidad de ¨fugarnos¨ de la realidad cuando sentimos que las cosas se nos salen de control, o que estamos inmersos en la euforia del momento, que todo debe ser escrupulosamente manejado con cautela, para no ser sorprendidos por situaciones inesperadas que se analizaron a detalle.
Con orejas grandes… Para aprender a oír y no actuar a ciegas.
Cuando estamos cerrados en nuestro propio entendimiento y conceptualizaciones, es fácil arrastrarnos por la intolerancia y la vanidad, que dejamos de escuchar nuestro entorno externo e interno, siempre será válido el escuchar una opinión, crítica o reclamo, sea este justificado o no, porque en el fondo lleva un mensaje oculto que nos permite percibir las razones auténticas de la sensibilidad de quién nos imputa, finalmente aplicamos un filtro para desechar por completo o tomar aquello que nos redituará crecimiento y aprendizaje, de esta forma actuaremos con mayor uso de conciencia.
Con boca chica… Para no andar parafraseando, ni hablando de más.
Cuantas veces no nos hemos metido en aprietos por hablar de más sin razonar previamente, y en ese momento herir susceptibilidades u ofender con o sin alevosía; cuando nos dejamos llevar por nuestros impulsos nos invade la ansiedad por expresar nuestro sentir como una forma de descarga emocional o hablamos sin conocer de fondo a la persona prejuzgándola injustamente. Nadie conoce perfectamente a alguien más que así mismo, y por lo tanto ya posee su pleno derecho a su intimidad y a no ser violada o evidenciada, cada persona posee sus propias razones para actuar de determinada forma sea esta justificada o no. En la prudencia radica el ser más cuidadosos con lo que expresamos al exterior, sin haber pasado previamente por el filtro de la mesura y el razonamiento. Y antes que verter una opinión, es necesario ante todo primero aprender a escuchar.
Con colmillo largo… Para saber actuar en momentos difíciles.
Aquí la experiencia personal es fundamental para saber actuar con cautela en momentos de adversidad y apremio; es fácil ante una situación desesperada actuar casi al instante por impulso y sin medir las consecuencias de nuestras acciones, la velocidad de respuesta en algunas circunstancias de nuestro entorno es vital para salir airosos de algún problema en cualquier ámbito en que nos desenvolvamos; puede ser un tanto válido el aplicar métodos, sistemas u opiniones ajenas para resolverlo; pero no cabe duda que la propia experiencia es infinitamente superior, cuando lleva consigo un cuidadoso análisis de los pros y contras del problema que tenemos ante nuestros ojos, eso es lo que nos proporciona la visión con miras a obtener los mayores beneficios con mínimas probabilidades de fracasar en alguna encomienda de tipo personal o externo.
Tener piel áspera y dura… Para aguantar los embates de los demás.
Mantenernos férreos y determinantes con una forma de ser clara y contundente, nos abre los espacios para no salir heridos u humillados en nuestra autoestima, por desgracia en nuestro medio, siempre habrán personas que estarán al ¨pendiente¨ de nuestro desarrollo o desenvolvimiento, sea que actuemos bien o mal, es lo de menos, de cualquier forma recibiremos críticas destructivas producto de envidias o celos injustificados, y es importante estar preparados no sólo para recibir elogios o muestras de reconocimiento, sino también de aquello que suele ser con intenciones de debilitar nuestra autoestima. Y por contradictorio que parezca, esto último es lo que nos hace seguir creciendo y no permitirnos relajarnos cuando se trata de la búsqueda de nuestra propia felicidad. Cada persona tiene su pleno derecho a expresarse de otro ser humano, pero también tenemos nuestro propio derecho de no permitirnos sentirnos agraviados u ofendidos, sobre todo cuando estamos plenamente convencidos de lo que somos, y eso es lo único que debe bastar, porque no es necesario demostrarlo a exterior sino convencernos que el valor radica en nuestro propia valoración, basado en el auto-conocimiento.
Tener cola corta… Para que nadie, por más que quiera, pueda hablar de ti.
Cuando nuestro accionar en la vida diaria esta fundamentada en la honestidad y la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, actuamos y expresamos. Nuestra conciencia siempre se mantendrá intacta, sin culpas o remordimientos que carcoman nuestra tranquilidad y equilibrio emocional, sobre todo cuando ejercemos el pleno respeto a la libertad de expresión y a la integridad de nuestro prójimo; casi por lo general alguna vez en la vida hemos pasado por encima de la dignidad de alguien, o lo hemos utilizado para saciar fines exclusivamente egoístas; es válido ¨usarnos¨ o ayudarnos unos a otros para salir de algún aprieto, o lograr algún cometido particular, pero la diferencia radica en la forma en que nos valemos unos a otros ya sea para prosperar o para perjudicarnos; todo a su tiempo ajustará las consecuencias de los actos que realizamos en la vida. Si hablan bien o mal es relativo, ya sea que este fundamentada en la ignorancia o con bases justificables, pero lo más importante es actuar honestamente en la vida para que nuestra conciencia se concentre en nuestra trascendencia en lugar de la evasión por las culpas o los remordimientos que a nuestro paso hemos cosechado.
Tener su memoria… Para que nunca olvides quién realmente eres.
La vida nos puede llevar por infinidad de senderos que nos acerquen o nos alejen de nuestros seres queridos, país, amigos, pareja, hijos, etc. Y tan sumergidos estamos en esa nueva vida causal o causal que de pronto olvidamos nuestros orígenes, olvidamos de donde venimos, de donde comenzamos, de donde aprendimos, de donde descubrimos el amor por vez primera, de quién nos dio la vida, de quién nos crío, de quién nos tendió una mano cuando más lo necesitábamos, de quién nos expresó una palabra de aliento cuando la desesperación nos agobiaba, de quién nos concedió su valioso tiempo para escucharnos y poder desahogarnos, de quién nos ayudo incondicionalmente a salir de un aprieto, y de lo valiosos que somos por el simple hecho de que se nos otorgo la única e invaluable oportunidad no sólo para experimentar la existencia, sino de aprender a vivir y a reconocer que todo en la vida, parte de un principio para iniciar nuestro andar hacia cualquier proyecto a nivel personal o profesional, pero sobre todo para saber agradecer con hechos y no sólo con palabras que gracias a esas circunstancias les debemos la experiencia que hemos adquirido a lo largo de nuestra existencia, para valorar no solamente a nuestro entorno exterior, sino a la grandeza que fue depositada en nuestro interior en espera de ser explorada y descubierta, para trascender en algo realmente importante como seres humanos.
Y como el elefante, que cuando sabe que va a morir regresa a su lugar de origen
Sabemos de antemano cuál es nuestra meta final, así como todo tiene un principio, también tiene un final, y todo origen es el punto de partida para iniciar un proyecto en cualquier nivel, y si es el punto partida, lo más obvio es concretarlo hasta su finalización, de hacer todo lo posible para no dejar proyectos ni ideas inconclusas, de no olvidar que sin importar las circunstancias que nos posterguen nuestros proyectos personales, darnos un espacio para recapitular y reflexionar que es aquello que nos ha estancado momentáneamente, para retomar con mayor ímpetu su conclusión. Si acaso nos invade la desesperación al sentirnos impotentes para hallar una solución inmediata a algún problema, sería necesario regresarnos al origen para replantear las bases y detectar los posibles errores que nos impiden el concretar algún proyecto en particular, por un principio básico, que todo problema cuando deseamos resolverlo a partir de sus circunstancias actuales estamos tratando de buscar una solución sobre algo errado y eso alarga más su probable solución, llevándonos a empeorarlo aún más y con consecuencias indeseables; se pierde más tiempo aferrándonos sobre algo que desconocemos su punto de partida, que regresando al origen para clarificar nuestras ideas y deshacernos de la ansiedad por no concretarlo y partir de un nuevo comienzo pero con mayor conocimiento de causa.
Finalmente cuando sintamos que hemos caído lo más profundo de nuestra desesperación sobre algo que nos angustia y que en el momento no hallemos una pronta salida que nos beneficie, en ese momento podemos recurrir a nuestra naturaleza, a confiar que en lo más profundo de nosotros se encuentran las respuestas que nosotros mismos nos hemos negado a escuchar, por estar inmersos en nuestra depresión y desesperación; porque no todo está perdido cuando todo problema siempre tendrá en potencia una solución, cuando sabemos ser pacientes y confiar que regresando a nuestro origen, hallaremos la raíz del problema.
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