El Piloto
Cuentan de este individuo que abordó un avión para viajar a Nueva York. Un niño entró buscando su asiento y se sentó justo al lado suyo. El niño era muy educado. Y paso el tiempo coloreando en su libro de pintar.
No presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión.
El vuelo no fue muy bueno, hubo tormenta y mucha turbulencia. De momento una sacudida fuerte, y todos estaban muy nerviosos, pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento.
¿Cómo lo hacia?, ¿Porque su calma? Hasta que una mujer frenética le preguntó:
Niño: ¿no tienes miedo?
No señora-, contestó el niño y mirando su libro de pintar le dice: "Mi padre es el piloto".
Reflexión:
Hay tiempos en nuestra vida que los sucesos nos sacuden un poco y nos encontramos en turbulencia y a la deriva, todo es aparente caos y devastación a nuestro alrededor, nuestras emociones estallan furiosamente, nuestros procesos mentales se encuentran incoherentes y desequilibrados, transformándose en violentas sacudidas impulsivas y viscerales aún por encima del razonamiento lógico, hemos experimentado en más de una ocasión lo vulnerables que somos ante las desavenencias e imprevisiones de la vida. Por eso mismo no logramos equilibrar las emociones y abatir la ansiedad producto de esa falta de dirección objetiva que nos guíe ante el rumbo perdido. Al no avizorar un terreno sólido donde aterrizar nuestras angustias y temores, la inseguridad hace presa fácil de nuestro equilibrio y armonía y por eso mismo no hay seguridad para continuar adelante ante este caótico abismo de problemas que nos ha tocado enfrentar a cada momento en la penumbra de nuestro repentino e inusitado destino.
Cuando estamos tan inmersos en nuestras actividades y actitudes cotidianas, alimentando más que al momento presente, a la agobiante y hermética rutina diaria, perdiendo de vista que lo esencial de la vida no es necesariamente lo tangible y material, esos elementos simplemente son accesorios que utilizamos para cubrir las necesidades básicas de supervivencia en un mundo regido por el materialismo puro y la exaltación al ego, por el reconocimiento como el más fuerte, el más apto, el más hábil, el más astuto; lo cuál no son necesariamente cualidades negativas, ya que se requiere de cierta astucia, aptitud, habilidad y fortaleza para enfrentar los diferentes imprevistos que se nos presentan cuando hemos decidido alzar el velo hacia la búsqueda de mayores alturas y el descubrimiento de mejores oportunidades; lo desconcertante es cuando hacemos uso de esas cualidades para que, por sobre cualquier moral y dignidad alimentar nuestras ambiciones personales aún a costa del prejuicio ajeno.
En estos tiempos de marcadas y acentuadas crisis, a cada vuelo que alcemos, con gran seguridad, algún inusitado imprevisto amenazará el control de nuestro timón de vida, cuando mas confiados y relajados nos encontramos, mayor será la amenaza que provocará sin duda que perdamos no sólo el rumbo sino que nuestro avión se vaya en picada, terminando con estrellarnos en la amargura de la frustración y la desesperanza interior. Que hacer ante la repentina presencia de la turbulencia emocional y mental?, como enfrentar nuestra crisis interior cuando hemos perdido la claridad y ruta del horizonte a seguir?, como controlar nuestros estados emocionales ante la inminente caída de nuestra estabilidad y seguridad?. Que tan factible es mantener la serenidad ante el entorno caótico?.
Todo avión que despega hacia las alturas de las posibilidades infinitas de la vida, anhela subir cada vez más alto y servirse de esa inagotable riqueza, requiere de la experiencia y maestría de un piloto para que su tripulación se sienta segura y confiada de llegar sin problema alguno a su destino de origen. La experiencia se logra viviendo intensamente esos fugaces momentos presentes en plenitud de conciencia y facultades, analizando, vivenciando y aprendiendo de cada uno de ellos; esa experiencia pura, es producto del conocimiento obtenido por las vivencias, de construir en lugar de destruir sus estados anímicos y mentales, de despojarse inmediatamente de aquello que le provoco dolor y angustia y potencializando transformado en prejuicio y temor. Para obtener con ello un real aprendizaje y conocimiento de nuestros procesos internos que a la larga nos proporcionarán un grado excepcional de madurez y maestría para conducirnos por la vida. Pues ese piloto que desde siempre nos guía y nos envía todo tipo de señales y mensajes a través de sensaciones y presentimientos es nuestra conciencia interna, esa aparente e insignificante luz que brilla aún en la más espesa penumbra y turbulencia. Esa es nuestra mejor guía, el piloto de nuestra vida, el que nos conduce por senderos más seguros, el que restablece nuestra estabilidad y equilibrio interno, el que proporciona orden a nuestro caos, el que aún en los momentos más difíciles y apremiantes nos lleva a aterrizar en tierra firme sin padecer el más mínimo daño a nuestra integridad.
Cada uno de nosotros somos los conductores y pilotos de nuestra propia vida sin copilotos de por medio que tomen las riendas de nuestro destino, ya que nuestros procesos mentales están representados en el pasajero y nuestros aspectos emocionales se hallan en nuestra estructura corporal. Somos por lo mismo la máquina viva más perfecta existente en nuestro universo y como a imagen mental y semejanza espiritual del creador, en nuestro interior poseemos esa gran cualidad llamada conciencia interna, es la luz vital que nos alumbra en los momentos más apremiantes de la vida, nuestra voz interior que está dispuesta a ofrecernos las más acertadas respuestas cuando así dispongamos de ella a través de la introspección, que es el meditar profundamente tranquilizando y armonizando nuestro entorno externo caótico, a través de una respiración profunda y prolongada que aquiete esa violencia corporal en la cuál podemos estar inmersos en situaciones estresantes y potencialmente peligrosas, al transitar cotidianamente en el sendero de nuestra vida.
El problema radica cuando nos permitimos ser gobernados y manipulados por nuestros aspectos corporales, por nuestros impulsos viscerales y sobre todo por la carencia de un razonamiento lógico que conduzca nuestro pensamiento hacia la mejor solución en cualquier circunstancia que derive en una verdadera catástrofe que termine por estrellar nuestros sueños por alcanzar a acariciar las alturas de la libertad de conciencia, que se traduce en libertad individual, libres de prejuicios, de temores por lo desconocido, libres de las ataduras provenientes del control de los poderosos, libertad de elegir nuestra forma de vivir y enfrentar nuestro destino, libres de la red de las ilusiones y del pesimismo moral, por lo que es una obligación unipersonal asumir el control y la responsabilidad de nuestros actos, para comprender con claridad que somos únicos dueños y constructores de nuestro destino aún por encima de los dogmas y los fanatismos de toda índole; porque es más fácil culpar de nuestros fracasos a agentes externos cuando directa e indirectamente lo hemos provocado nosotros mismos.
Sin duda el precio no es nada fácil al llevar a cabo nuestra tarea de confiar en nuestro Piloto interno, seguir los impulsos de nuestro corazón mediante un honesto y genuino razonamiento, porque un impulso sin la razón de por medio, es como un avión sin Piloto que le guíe por el horizonte de la vida. Es prioritario no cederle el control de nuestra vida a nadie, el destino se rige por un Piloto, más no por un copiloto, nadie conoce mejor nuestra vida, nadie sabe nuestras inquietudes, temores y angustias, nadie comprende nuestros sueños e ideales a alcanzar, en una palabra nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. La sensación de libertad, de asumir el control del volante de la vida, nos proporcionará una seguridad y energía interior sin igual, aún cuando las caídas iniciales nos causen dolor y decepción, estás solo serán temporales en la medida en que logremos disipar cuánto antes las repercusiones mentales y emocionales que nos originen el caos externo o corporal. Porque al siguiente instante ya sólo pertenecerán al pasado y es allí donde quedarán sepultados los sentimientos de frustración y rencor; sólo nos quedaremos con la experiencia y conocimiento vivencial, eso se traducirá con el paso del tiempo en madurez y sabiduría y en la mejor herramienta para asumir por completo el control de nuestro vuelo hacia la libertad!
No presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión.
El vuelo no fue muy bueno, hubo tormenta y mucha turbulencia. De momento una sacudida fuerte, y todos estaban muy nerviosos, pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento.
¿Cómo lo hacia?, ¿Porque su calma? Hasta que una mujer frenética le preguntó:
Niño: ¿no tienes miedo?
No señora-, contestó el niño y mirando su libro de pintar le dice: "Mi padre es el piloto".
Reflexión:
Hay tiempos en nuestra vida que los sucesos nos sacuden un poco y nos encontramos en turbulencia y a la deriva, todo es aparente caos y devastación a nuestro alrededor, nuestras emociones estallan furiosamente, nuestros procesos mentales se encuentran incoherentes y desequilibrados, transformándose en violentas sacudidas impulsivas y viscerales aún por encima del razonamiento lógico, hemos experimentado en más de una ocasión lo vulnerables que somos ante las desavenencias e imprevisiones de la vida. Por eso mismo no logramos equilibrar las emociones y abatir la ansiedad producto de esa falta de dirección objetiva que nos guíe ante el rumbo perdido. Al no avizorar un terreno sólido donde aterrizar nuestras angustias y temores, la inseguridad hace presa fácil de nuestro equilibrio y armonía y por eso mismo no hay seguridad para continuar adelante ante este caótico abismo de problemas que nos ha tocado enfrentar a cada momento en la penumbra de nuestro repentino e inusitado destino.
Cuando estamos tan inmersos en nuestras actividades y actitudes cotidianas, alimentando más que al momento presente, a la agobiante y hermética rutina diaria, perdiendo de vista que lo esencial de la vida no es necesariamente lo tangible y material, esos elementos simplemente son accesorios que utilizamos para cubrir las necesidades básicas de supervivencia en un mundo regido por el materialismo puro y la exaltación al ego, por el reconocimiento como el más fuerte, el más apto, el más hábil, el más astuto; lo cuál no son necesariamente cualidades negativas, ya que se requiere de cierta astucia, aptitud, habilidad y fortaleza para enfrentar los diferentes imprevistos que se nos presentan cuando hemos decidido alzar el velo hacia la búsqueda de mayores alturas y el descubrimiento de mejores oportunidades; lo desconcertante es cuando hacemos uso de esas cualidades para que, por sobre cualquier moral y dignidad alimentar nuestras ambiciones personales aún a costa del prejuicio ajeno.
En estos tiempos de marcadas y acentuadas crisis, a cada vuelo que alcemos, con gran seguridad, algún inusitado imprevisto amenazará el control de nuestro timón de vida, cuando mas confiados y relajados nos encontramos, mayor será la amenaza que provocará sin duda que perdamos no sólo el rumbo sino que nuestro avión se vaya en picada, terminando con estrellarnos en la amargura de la frustración y la desesperanza interior. Que hacer ante la repentina presencia de la turbulencia emocional y mental?, como enfrentar nuestra crisis interior cuando hemos perdido la claridad y ruta del horizonte a seguir?, como controlar nuestros estados emocionales ante la inminente caída de nuestra estabilidad y seguridad?. Que tan factible es mantener la serenidad ante el entorno caótico?.
Todo avión que despega hacia las alturas de las posibilidades infinitas de la vida, anhela subir cada vez más alto y servirse de esa inagotable riqueza, requiere de la experiencia y maestría de un piloto para que su tripulación se sienta segura y confiada de llegar sin problema alguno a su destino de origen. La experiencia se logra viviendo intensamente esos fugaces momentos presentes en plenitud de conciencia y facultades, analizando, vivenciando y aprendiendo de cada uno de ellos; esa experiencia pura, es producto del conocimiento obtenido por las vivencias, de construir en lugar de destruir sus estados anímicos y mentales, de despojarse inmediatamente de aquello que le provoco dolor y angustia y potencializando transformado en prejuicio y temor. Para obtener con ello un real aprendizaje y conocimiento de nuestros procesos internos que a la larga nos proporcionarán un grado excepcional de madurez y maestría para conducirnos por la vida. Pues ese piloto que desde siempre nos guía y nos envía todo tipo de señales y mensajes a través de sensaciones y presentimientos es nuestra conciencia interna, esa aparente e insignificante luz que brilla aún en la más espesa penumbra y turbulencia. Esa es nuestra mejor guía, el piloto de nuestra vida, el que nos conduce por senderos más seguros, el que restablece nuestra estabilidad y equilibrio interno, el que proporciona orden a nuestro caos, el que aún en los momentos más difíciles y apremiantes nos lleva a aterrizar en tierra firme sin padecer el más mínimo daño a nuestra integridad.
Cada uno de nosotros somos los conductores y pilotos de nuestra propia vida sin copilotos de por medio que tomen las riendas de nuestro destino, ya que nuestros procesos mentales están representados en el pasajero y nuestros aspectos emocionales se hallan en nuestra estructura corporal. Somos por lo mismo la máquina viva más perfecta existente en nuestro universo y como a imagen mental y semejanza espiritual del creador, en nuestro interior poseemos esa gran cualidad llamada conciencia interna, es la luz vital que nos alumbra en los momentos más apremiantes de la vida, nuestra voz interior que está dispuesta a ofrecernos las más acertadas respuestas cuando así dispongamos de ella a través de la introspección, que es el meditar profundamente tranquilizando y armonizando nuestro entorno externo caótico, a través de una respiración profunda y prolongada que aquiete esa violencia corporal en la cuál podemos estar inmersos en situaciones estresantes y potencialmente peligrosas, al transitar cotidianamente en el sendero de nuestra vida.
El problema radica cuando nos permitimos ser gobernados y manipulados por nuestros aspectos corporales, por nuestros impulsos viscerales y sobre todo por la carencia de un razonamiento lógico que conduzca nuestro pensamiento hacia la mejor solución en cualquier circunstancia que derive en una verdadera catástrofe que termine por estrellar nuestros sueños por alcanzar a acariciar las alturas de la libertad de conciencia, que se traduce en libertad individual, libres de prejuicios, de temores por lo desconocido, libres de las ataduras provenientes del control de los poderosos, libertad de elegir nuestra forma de vivir y enfrentar nuestro destino, libres de la red de las ilusiones y del pesimismo moral, por lo que es una obligación unipersonal asumir el control y la responsabilidad de nuestros actos, para comprender con claridad que somos únicos dueños y constructores de nuestro destino aún por encima de los dogmas y los fanatismos de toda índole; porque es más fácil culpar de nuestros fracasos a agentes externos cuando directa e indirectamente lo hemos provocado nosotros mismos.
Sin duda el precio no es nada fácil al llevar a cabo nuestra tarea de confiar en nuestro Piloto interno, seguir los impulsos de nuestro corazón mediante un honesto y genuino razonamiento, porque un impulso sin la razón de por medio, es como un avión sin Piloto que le guíe por el horizonte de la vida. Es prioritario no cederle el control de nuestra vida a nadie, el destino se rige por un Piloto, más no por un copiloto, nadie conoce mejor nuestra vida, nadie sabe nuestras inquietudes, temores y angustias, nadie comprende nuestros sueños e ideales a alcanzar, en una palabra nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. La sensación de libertad, de asumir el control del volante de la vida, nos proporcionará una seguridad y energía interior sin igual, aún cuando las caídas iniciales nos causen dolor y decepción, estás solo serán temporales en la medida en que logremos disipar cuánto antes las repercusiones mentales y emocionales que nos originen el caos externo o corporal. Porque al siguiente instante ya sólo pertenecerán al pasado y es allí donde quedarán sepultados los sentimientos de frustración y rencor; sólo nos quedaremos con la experiencia y conocimiento vivencial, eso se traducirá con el paso del tiempo en madurez y sabiduría y en la mejor herramienta para asumir por completo el control de nuestro vuelo hacia la libertad!