viernes, marzo 12, 2010

Arriesgarse

* Hacer algo por alguien, es arriesgarse a involucrarse.
* Expresar sentimientos, es arriesgarse a mostrar tu verdadero yo.
* Exponer tus ideas y tus sueños, es arriesgarse a perderlos.
* Reír, es arriesgarse a parecer un tonto.
* Llorar, es arriesgarse a parecer un sentimental.
* Amar, es arriesgarse a no ser correspondido.
* Vivir, es arriesgarse a morir.
* Esperar, es arriesgarse a la desesperanza.
* Lanzarte, es arriesgarse a fallar.

Reflexión:

Los Riesgos en la vida son la forma más perfecta de atreverse a vivir a simplemente conformarse con existir; porque el tomar riesgos es atreverse a experimentarse uno mismo; de que otra forma podremos saber cuál es el límite de nuestras capacidades, sino somos capaces de expresar aquellas inquietudes que generalmente por condiciones externas hemos reprimido?. De que forma hallaremos sentido a nuestra vida si no somos capaces de explorarnos en la introspección, y expresarnos acorde a esos sentimientos por el temor al que dirán?. Porque le damos más valía a la opinión, crítica o consejo ajeno que carece de un conocimiento absoluto de nuestra individualidad, que a la percepción propia, la cuál es la única verdad unipersonal, y que por ignorancia de nuestra individualidad no expresamos?.

Cualquier acción que emprendamos en la vida por supuesto que conlleva un riesgo, pero de que otra forma sabremos el resultado final si no nos atrevemos a realizarlo?. Si independientemente del resultado, el cuál puede resultar favorable o desfavorable, se traduce finalmente en una experiencia, aquella que nos proporcionará conocimiento vital de nuestras facultades, y por ende elementos valiosos para conducirnos cada vez mejor por nuestros proyectos personales a cualquier nivel. Lo cuál es la esencia de nuestra existencia: arriesgarnos a vivir libres de prejuicios por la falta de experiencia en un campo determinado; de temores producto de experiencias fallidas o desafortunadas del pasado; de culpas por acciones equivocadas que desencadenó el herir susceptibilidades ajenas, ya sea en forma directa o indirecta.

Nuestra vida fue diseñada para explorar nuestro universo interior, analizando cada uno de sus procesos sensoriales y mentales; y en ese autoconocimiento atrevernos a expresarnos acorde a nuestra auténtica personalidad, finalmente si actuamos acertada o fallidamente, de cualquier forma surgirá la crítica y la envidia ajena; si constantemente estamos siendo codependientes, una y otra vez estaremos en la necesidad de adaptarnos al medio social en que nos desenvolvemos por el obsesivo deseo de pertenencia; y esa condición sado-masoquista, perdemos el hálito de nuestra espontaneidad e iniciativa. Y la vida sólo será plana y rutinaria.

Es cierto que la libertad como tal no existe, porque estamos sujetos a normas conductuales y leyes; pero si poseemos la libertad de pensamiento y sobre todo la libertad de elegir el tipo de vida que anhelamos experimentar; y para ello es fundamental ser libres para desprendernos de la codependencia. Actuar conforme nuestros dictados internos, a nuestras corazonadas, a nuestros ideales, a nuestros proyectos de vida.

Que importa que nos arriesguemos a involucrarnos cuando convivimos con un ser humano, ya sea en el plano amistoso o sentimental, el expresar nuestros sentimientos nos proporciona información de nuestra capacidad de ayudar y amar, y en esa manifestación se descubre nuestro verdadero Yo, lo cuál es fascinante el experimentarlo; Que importa que en la convivencia cotidiana nos arriesguemos a exponer nuestras ideas e inquietudes, de cualquier forma estaremos sujetos a la crítica o el reconocimiento, y en ambos casos sólo se alimenta el ego, más no nuestra esencia, nuestra alma, lo valioso es expresarnos en la congruencia con nuestro sentir y pensar. Que importa que el reír o carcajearse nos haga parecer niños o locos, si en la risa se encuentra la regeneración del alma, y eso si es importante, reírnos de la vida aunque tengamos que hacerle cosquillas, cuando ésta no nos sonría. Que importa que en los momentos de sublime dicha o tristeza lloremos a mares, porque el llanto es el desahogo del alma, es la limpieza de nuestras impurezas internas, es la más pura manifestación de nuestros sentimientos. Que importa que amemos como nadie, que entreguemos nuestro corazón sin condicionamientos, sin remordimientos y sin prejuicios, porque en el arte de amar se halla la manifestación de Dios, que importa cuántas veces nos rompan el corazón, porque éste sólo se fortalecerá aún más y que sólo es una preparación para la llegada del amor ideal. Que importa que vivamos acorde a nuestros impulsos y anhelos, finalmente la vida nos pertenece y como tal merecemos experimentarla atreviéndonos a morir en el intento en la realización de nuestros sueños. Que importa que debamos esperar pacientemente la realización de ellos, porque en la esperanza radica el éxito de la realización, trabajando constante y arduamente hasta lograr cristalizar uno a uno nuestros proyectos personales sin la presión de la cronología del tiempo, porque todo llega en su momento y a la hora justa, cuando estamos preparados para ello. Y que importa que el lanzarnos o atrevernos a ser lo que realmente somos, implique en fallar, si de experimentarnos se trata, no importa cuántas veces fallemos; lo esencial es aprender de los errores, para corregir y perfeccionar.

Porque en el camino de los riesgos implica el conocernos y acumular no sólo experiencia y madurez, sino sabiduría, porque la sabiduría es la certeza de la vida en concordancia con nuestros anhelos. Por lo cuál los riesgos hay que asumirlos, el peligro no radica en recular o retroceder por temor a equivocarnos, el riesgo radica en no atrevernos a vivir, porque quién no arriesga, no gana, no anhela, no ambiciona, no experimenta y no crece. Si lo que queremos es evitar a toda costa decepciones, frustraciones, sufrimientos y preocupaciones, ya lo estamos experimentando al no arriesgarnos a encarar la vida como una valiosa oportunidad para aprender, sentir, corregir, cambiar, crecer, amar y sobre todo vivir!.