La Semillita
La historia cuenta de una princesa que agonizaba. En su lecho de muerte, pidió que su tumba fuese cubierta con una gran piedra de granito y que alrededor hubiese otras piedras sellando la lápida.
También dio órdenes de afianzar las piedras con abrazaderas de hierro. A pedido, suyo, la lápida llevaría escrito: “Esta tumba, comprada para toda la eternidad, jamás deberá abrirse”.
Aparentemente, durante el entierro se metió en la tumba una pequeña bellota. Al tiempo empezó a asomarse un imperceptible brote en medio de las piedras. La bellota había podido absorber suficiente alimento como para crecer. Después de varios años de crecimiento, un robusto roble se levantaba entre las abrazaderas de hierro. El hierro no pudo con el roble y sus raíces lo rompieron, dejando al descubierto la tumba que nunca debía abrirse.
La nueva vida se abrió camino desde el lecho de muerte con una simple semillita.
Reflexión:
Durante nuestra existencia tenemos infinidad de oportunidades para iniciar un nuevo proyecto de vida, para aprovechar un nuevo comienzo; aún cuando en el pasado algunas de nuestras expectativas hayan fracasado, siempre habrá una nueva oportunidad para enderezar un camino que por alguna circunstancia se haya desviado de nuestros objetivos iniciales, aún ello no representa un fracaso en sí, por el hecho de que se presentase una situación inesperada que nos haya obligado a reconsiderar nuestras acciones iniciales, hasta de los errores o fracasos se obtiene un nuevo aprendizaje, y en muchas de las veces, estos imprevistos nos hayan llevado inicialmente de situaciones desconocidas a algo novatorio con resultados que superaron nuestros planes originales de éxito.
A pesar de todo ello cuando algo en particular no cumplió con nuestras expectativas, nuestra primera reacción es de pesimismo y frustración, lo que sepulta nuestras esperanzas para reponernos y continuar luchando. Y es esto último lo que no debe de abandonarse, porque hasta el más grande de los fracasos contiene dentro de sí una imperceptible semillita de esperanza que cuando se posee un vehemente deseo de superación aún en las situaciones más críticas y adversas. Está se encuentra en espera de alimentarse de lo que es considerado materia muerta, del pesimismo, de la mediocridad de pensamiento, del conformismo moral. Cuando se contiene dentro de sí una férrea fuerza de voluntad y una fe a prueba de toda adversidad. Es cuando activamos esa materia muerta de nuestro interior, y así comienza la semilla a absorber el nutriente necesario de nuestro cambio de actitud, donde gradualmente va venciendo las barreras de la opresión de las profundidades del conformismo hasta emerger hacia una nueva luz de alentadora esperanza para retomar el camino que pensábamos ya se había perdido y enterrado nuestras aspiraciones en el granito del fracaso.
De igual forma sucede con una relación amorosa, cuando enfrentamos el fracaso en una relación de pareja y ésta termina abruptamente, se genera un gran dolor emocional y una repentina sensación de vacío interior, llevándonos irremediablemente hacia la desesperación y el desencanto, siendo nuestra primera reacción la de blindar nuestro corazón, para evadir la nostalgia y el desasosiego, lo endurecemos como el granito, de tal manera que no estemos en el futuro expuestos a un nuevo fracaso amoroso y sentirnos vulnerables; enterrando toda esperanza de enamorarnos nuevamente o concedernos una nueva oportunidad de hallar a esa persona especial con la cuál compartir nuestra vida. Es de entender que toda relación que por alguna circunstancia fracasa, no significa necesariamente que todo en nuestras aspiraciones emocionales hayan terminado definitivamente; eso significará por otro lado que no era la persona adecuada o esperada que cumpliera nuestras expectativas, a sabiendas que la relación de pareja no es de una persona sino de dos; no sólo compartir nuestra soledad, o llenar algún vacío en nuestra existencia, o de buscar a alguien que satisfaga solamente nuestras necesidades emotivas y físicas; ni mucho menos de buscar nuestra media naranja, aquella persona que nos complemente por sentirnos incompletos e insatisfechos; nadie puede llenar nuestro vacío o saciarnos interiormente más que nosotros mismos.
Esa pequeña semillita emergerá cuando en verdad estemos comprometidos a cambiar nuestras actitudes ante la vida, aquellas que sólo nos orientan hacia los errores y el fracaso, ninguna relación muere cuando deseamos con todo fervor que ésta siga adelante, cuando la alimentamos, cuando respetamos la libertad de la pareja, cuando somos capaces de escuchar y llegar a acuerdos en común, cuando sabemos reconocer nuestros errores, cuando se alimenta el amor día con día, cuando hay un real compromiso de fidelidad y convivencia, cuando impera el respeto a su individualidad y sus aspiraciones de superación, cuando hacemos a un lado nuestro machismo o feminismo irreflexivo y sobre todo, cuando hay incondicionalidad y apoyo aún en las circunstancias más desfavorables, tanto en el éxito como en el fracaso.
Cuando nuestra semillita de esperanza y de fe es alimentada mediante una actitud pro-positiva ante la vida, toda relación, todo proyecto a nivel personal o profesional tarde o temprano emergerá de esas profundidades rompiendo y venciendo tras de sí todo obstáculo que se presente en su camino mediante una férrea fuerza de voluntad y deseo de superación, para dotarnos de una renovada visión de lo que la vida puede ofrecernos, cuando estamos verdaderamente dispuestos a tomar de ella en el momento en que las oportunidades se presentan.
Porque la nueva vida se manifiesta cuando mueren nuestras actitudes egoístas y soberbias, cuando mueren los sentimientos de frustración y conformismo, cuando mueren los pensamientos y sentimientos negativos, cuando dejamos atrás el pasado, cuando renovamos nuestras viejas costumbres y procedimientos obsoletos. Porque basta una simple semillita, una simple decisión, un simple cambio de actitud para aspirar a trascender en la vida, logrando todo aquello que nos propongamos realizar de ella, simplemente para aspirar a ser felices.
También dio órdenes de afianzar las piedras con abrazaderas de hierro. A pedido, suyo, la lápida llevaría escrito: “Esta tumba, comprada para toda la eternidad, jamás deberá abrirse”.
Aparentemente, durante el entierro se metió en la tumba una pequeña bellota. Al tiempo empezó a asomarse un imperceptible brote en medio de las piedras. La bellota había podido absorber suficiente alimento como para crecer. Después de varios años de crecimiento, un robusto roble se levantaba entre las abrazaderas de hierro. El hierro no pudo con el roble y sus raíces lo rompieron, dejando al descubierto la tumba que nunca debía abrirse.
La nueva vida se abrió camino desde el lecho de muerte con una simple semillita.
Reflexión:
Durante nuestra existencia tenemos infinidad de oportunidades para iniciar un nuevo proyecto de vida, para aprovechar un nuevo comienzo; aún cuando en el pasado algunas de nuestras expectativas hayan fracasado, siempre habrá una nueva oportunidad para enderezar un camino que por alguna circunstancia se haya desviado de nuestros objetivos iniciales, aún ello no representa un fracaso en sí, por el hecho de que se presentase una situación inesperada que nos haya obligado a reconsiderar nuestras acciones iniciales, hasta de los errores o fracasos se obtiene un nuevo aprendizaje, y en muchas de las veces, estos imprevistos nos hayan llevado inicialmente de situaciones desconocidas a algo novatorio con resultados que superaron nuestros planes originales de éxito.
A pesar de todo ello cuando algo en particular no cumplió con nuestras expectativas, nuestra primera reacción es de pesimismo y frustración, lo que sepulta nuestras esperanzas para reponernos y continuar luchando. Y es esto último lo que no debe de abandonarse, porque hasta el más grande de los fracasos contiene dentro de sí una imperceptible semillita de esperanza que cuando se posee un vehemente deseo de superación aún en las situaciones más críticas y adversas. Está se encuentra en espera de alimentarse de lo que es considerado materia muerta, del pesimismo, de la mediocridad de pensamiento, del conformismo moral. Cuando se contiene dentro de sí una férrea fuerza de voluntad y una fe a prueba de toda adversidad. Es cuando activamos esa materia muerta de nuestro interior, y así comienza la semilla a absorber el nutriente necesario de nuestro cambio de actitud, donde gradualmente va venciendo las barreras de la opresión de las profundidades del conformismo hasta emerger hacia una nueva luz de alentadora esperanza para retomar el camino que pensábamos ya se había perdido y enterrado nuestras aspiraciones en el granito del fracaso.
De igual forma sucede con una relación amorosa, cuando enfrentamos el fracaso en una relación de pareja y ésta termina abruptamente, se genera un gran dolor emocional y una repentina sensación de vacío interior, llevándonos irremediablemente hacia la desesperación y el desencanto, siendo nuestra primera reacción la de blindar nuestro corazón, para evadir la nostalgia y el desasosiego, lo endurecemos como el granito, de tal manera que no estemos en el futuro expuestos a un nuevo fracaso amoroso y sentirnos vulnerables; enterrando toda esperanza de enamorarnos nuevamente o concedernos una nueva oportunidad de hallar a esa persona especial con la cuál compartir nuestra vida. Es de entender que toda relación que por alguna circunstancia fracasa, no significa necesariamente que todo en nuestras aspiraciones emocionales hayan terminado definitivamente; eso significará por otro lado que no era la persona adecuada o esperada que cumpliera nuestras expectativas, a sabiendas que la relación de pareja no es de una persona sino de dos; no sólo compartir nuestra soledad, o llenar algún vacío en nuestra existencia, o de buscar a alguien que satisfaga solamente nuestras necesidades emotivas y físicas; ni mucho menos de buscar nuestra media naranja, aquella persona que nos complemente por sentirnos incompletos e insatisfechos; nadie puede llenar nuestro vacío o saciarnos interiormente más que nosotros mismos.
Esa pequeña semillita emergerá cuando en verdad estemos comprometidos a cambiar nuestras actitudes ante la vida, aquellas que sólo nos orientan hacia los errores y el fracaso, ninguna relación muere cuando deseamos con todo fervor que ésta siga adelante, cuando la alimentamos, cuando respetamos la libertad de la pareja, cuando somos capaces de escuchar y llegar a acuerdos en común, cuando sabemos reconocer nuestros errores, cuando se alimenta el amor día con día, cuando hay un real compromiso de fidelidad y convivencia, cuando impera el respeto a su individualidad y sus aspiraciones de superación, cuando hacemos a un lado nuestro machismo o feminismo irreflexivo y sobre todo, cuando hay incondicionalidad y apoyo aún en las circunstancias más desfavorables, tanto en el éxito como en el fracaso.
Cuando nuestra semillita de esperanza y de fe es alimentada mediante una actitud pro-positiva ante la vida, toda relación, todo proyecto a nivel personal o profesional tarde o temprano emergerá de esas profundidades rompiendo y venciendo tras de sí todo obstáculo que se presente en su camino mediante una férrea fuerza de voluntad y deseo de superación, para dotarnos de una renovada visión de lo que la vida puede ofrecernos, cuando estamos verdaderamente dispuestos a tomar de ella en el momento en que las oportunidades se presentan.
Porque la nueva vida se manifiesta cuando mueren nuestras actitudes egoístas y soberbias, cuando mueren los sentimientos de frustración y conformismo, cuando mueren los pensamientos y sentimientos negativos, cuando dejamos atrás el pasado, cuando renovamos nuestras viejas costumbres y procedimientos obsoletos. Porque basta una simple semillita, una simple decisión, un simple cambio de actitud para aspirar a trascender en la vida, logrando todo aquello que nos propongamos realizar de ella, simplemente para aspirar a ser felices.