miércoles, abril 14, 2010

La Semillita

La historia cuenta de una princesa que agonizaba. En su lecho de muerte, pidió que su tumba fuese cubierta con una gran piedra de granito y que alrededor hubiese otras piedras sellando la lápida.

También dio órdenes de afianzar las piedras con abrazaderas de hierro. A pedido, suyo, la lápida llevaría escrito: “Esta tumba, comprada para toda la eternidad, jamás deberá abrirse”.

Aparentemente, durante el entierro se metió en la tumba una pequeña bellota. Al tiempo empezó a asomarse un imperceptible brote en medio de las piedras. La bellota había podido absorber suficiente alimento como para crecer. Después de varios años de crecimiento, un robusto roble se levantaba entre las abrazaderas de hierro. El hierro no pudo con el roble y sus raíces lo rompieron, dejando al descubierto la tumba que nunca debía abrirse.

La nueva vida se abrió camino desde el lecho de muerte con una simple semillita.

Reflexión:

Durante nuestra existencia tenemos infinidad de oportunidades para iniciar un nuevo proyecto de vida, para aprovechar un nuevo comienzo; aún cuando en el pasado algunas de nuestras expectativas hayan fracasado, siempre habrá una nueva oportunidad para enderezar un camino que por alguna circunstancia se haya desviado de nuestros objetivos iniciales, aún ello no representa un fracaso en sí, por el hecho de que se presentase una situación inesperada que nos haya obligado a reconsiderar nuestras acciones iniciales, hasta de los errores o fracasos se obtiene un nuevo aprendizaje, y en muchas de las veces, estos imprevistos nos hayan llevado inicialmente de situaciones desconocidas a algo novatorio con resultados que superaron nuestros planes originales de éxito.

A pesar de todo ello cuando algo en particular no cumplió con nuestras expectativas, nuestra primera reacción es de pesimismo y frustración, lo que sepulta nuestras esperanzas para reponernos y continuar luchando. Y es esto último lo que no debe de abandonarse, porque hasta el más grande de los fracasos contiene dentro de sí una imperceptible semillita de esperanza que cuando se posee un vehemente deseo de superación aún en las situaciones más críticas y adversas. Está se encuentra en espera de alimentarse de lo que es considerado materia muerta, del pesimismo, de la mediocridad de pensamiento, del conformismo moral. Cuando se contiene dentro de sí una férrea fuerza de voluntad y una fe a prueba de toda adversidad. Es cuando activamos esa materia muerta de nuestro interior, y así comienza la semilla a absorber el nutriente necesario de nuestro cambio de actitud, donde gradualmente va venciendo las barreras de la opresión de las profundidades del conformismo hasta emerger hacia una nueva luz de alentadora esperanza para retomar el camino que pensábamos ya se había perdido y enterrado nuestras aspiraciones en el granito del fracaso.

De igual forma sucede con una relación amorosa, cuando enfrentamos el fracaso en una relación de pareja y ésta termina abruptamente, se genera un gran dolor emocional y una repentina sensación de vacío interior, llevándonos irremediablemente hacia la desesperación y el desencanto, siendo nuestra primera reacción la de blindar nuestro corazón, para evadir la nostalgia y el desasosiego, lo endurecemos como el granito, de tal manera que no estemos en el futuro expuestos a un nuevo fracaso amoroso y sentirnos vulnerables; enterrando toda esperanza de enamorarnos nuevamente o concedernos una nueva oportunidad de hallar a esa persona especial con la cuál compartir nuestra vida. Es de entender que toda relación que por alguna circunstancia fracasa, no significa necesariamente que todo en nuestras aspiraciones emocionales hayan terminado definitivamente; eso significará por otro lado que no era la persona adecuada o esperada que cumpliera nuestras expectativas, a sabiendas que la relación de pareja no es de una persona sino de dos; no sólo compartir nuestra soledad, o llenar algún vacío en nuestra existencia, o de buscar a alguien que satisfaga solamente nuestras necesidades emotivas y físicas; ni mucho menos de buscar nuestra media naranja, aquella persona que nos complemente por sentirnos incompletos e insatisfechos; nadie puede llenar nuestro vacío o saciarnos interiormente más que nosotros mismos.

Esa pequeña semillita emergerá cuando en verdad estemos comprometidos a cambiar nuestras actitudes ante la vida, aquellas que sólo nos orientan hacia los errores y el fracaso, ninguna relación muere cuando deseamos con todo fervor que ésta siga adelante, cuando la alimentamos, cuando respetamos la libertad de la pareja, cuando somos capaces de escuchar y llegar a acuerdos en común, cuando sabemos reconocer nuestros errores, cuando se alimenta el amor día con día, cuando hay un real compromiso de fidelidad y convivencia, cuando impera el respeto a su individualidad y sus aspiraciones de superación, cuando hacemos a un lado nuestro machismo o feminismo irreflexivo y sobre todo, cuando hay incondicionalidad y apoyo aún en las circunstancias más desfavorables, tanto en el éxito como en el fracaso.

Cuando nuestra semillita de esperanza y de fe es alimentada mediante una actitud pro-positiva ante la vida, toda relación, todo proyecto a nivel personal o profesional tarde o temprano emergerá de esas profundidades rompiendo y venciendo tras de sí todo obstáculo que se presente en su camino mediante una férrea fuerza de voluntad y deseo de superación, para dotarnos de una renovada visión de lo que la vida puede ofrecernos, cuando estamos verdaderamente dispuestos a tomar de ella en el momento en que las oportunidades se presentan.

Porque la nueva vida se manifiesta cuando mueren nuestras actitudes egoístas y soberbias, cuando mueren los sentimientos de frustración y conformismo, cuando mueren los pensamientos y sentimientos negativos, cuando dejamos atrás el pasado, cuando renovamos nuestras viejas costumbres y procedimientos obsoletos. Porque basta una simple semillita, una simple decisión, un simple cambio de actitud para aspirar a trascender en la vida, logrando todo aquello que nos propongamos realizar de ella, simplemente para aspirar a ser felices.

La Olla de Barro

Era un lechero acaudalado y que contaba con varios trabajadores en su lechería. Llamó a uno de ellos, Ashok, y le entregó una olla llena de mantequilla para que la llevase a un cliente de un pueblo cercano. A cambio le prometió algunas rupias extras. Ashok, muy contento, colocó la olla sobre su cabeza y se puso en marcha, en tanto se decía para sí: “Voy a ganar dos rupias. ¡Qué bien! Con ellas compraré gallinas, éstas pronto se multiplicarán y llegaré a tener nada menos que diez mil. Luego las venderé y compraré cabras. Se reproducirán, venderé parte de ellas y compraré una granja. Como ganaré mucho dinero, también compraré telas y me haré comerciante. Será estupendo.

Me casaré, tendré una casa soberbia y, naturalmente, dispondré de excelente cocinero para que me prepare los platos más deliciosos, y si un día no me hace bien la comida, le daré una bofetada”. Al pensar en propinarle una bofetada al cocinero, Ashok, automáticamente, levantó la mano, provocando así la caída de la olla, que se hizo mil pedazos contra el suelo derramando su contenido. Desolado, volvió al pueblo y se enfrentó al patrón, que exclamó:

–¡Necio! ¡Me has hecho perder las ganancias de toda una semana!

Y Ashok replicó:

–¡Y yo he perdido mis ganancias de toda la vida


Reflexion:

El futuro no sólo representa las aspiraciones hacia un tiempo que aún no ha sido experimentado y en el que fincamos nuestras aspiraciones y sueños a alcanzar, es algo incierto; si bien es claro que el futuro es como humo, es un espejismo, debido a que hay de por medio infinidad de factores e imprevistos que pueden alterar aquello por lo cuál forjamos nuestros proyectos personales; tratamos en la medida de lo posible de alcanzar los logros esperados en los tiempos en que nos hemos impuesto para tales fines. A pesar de ello, el futuro aún cuando sea sólo un simple ideal a alcanzar, se transforma en una real vocación para alcanzar nuestros fines.

Sin embargo, habemos personas que solamente nos la pasamos soñando, creando castillos en el cielo sin aterrizar tangiblemente los anhelos o metas a perseguir en la vida, con la aspiración de lograr mejores condiciones de existencia, sin aterrizar nuestros proyectos de vida, esto es debido entre otras cosas a la falta de preparación académica, a inseguridad para enfrentar un mundo aparentemente agresivo y hostil, a la falta de oportunidades para desarrollarnos ampliamente en una vocación determinada y a muchos otros factores de origen más personal que social. Tal vez por experiencias desagradables, proyectos fracasados, decisiones equivocadas, imprevistos inesperados; todo esto desarrolla en la personalidad del ser humano un sentimiento de inseguridad e indecisión para aterrizar cualquier empresa, por el temor a la adversidad y por esa falta de certeza ante lo desconocido, quedando tan frágiles como una olla de barro que al menor descuido o desatención se rompen y se esparcen todos y cada uno de nuestros ¨sueños¨ que hemos apilado en nuestra mente, pero sobre todo en nuestras aspiraciones existenciales, quedan frustrados todo tipo de iniciativa que emerja de nuestras inquietudes.

Y habemos otras personas que sin necesidad de soñar enteramente en cuestiones intangibles, simplemente nos dejamos llevar por la necesidad de evolucionar en un medio muy exigente y enteramente competitivo, y en esa medida es como se actúa, con acciones mas que con sueños, con hechos más que con palabras, por un deseo vehemente y real de superación, hacia una vida de confort y seguridad emocional. Cuando se ha transitado por la vida con una mente enfocada y determinante, no hay desviaciones en el camino, se busca simplemente cumplir las metas a corto, mediano y largo plazo asumiendo cualquier tipo de riesgo e imprevisto que se presente en el camino del éxito material y el reconocimiento social; esa búsqueda es el alimentar el ego, de ser exigente y perfeccionista en las transitoriedades de los proyectos emprendidos.

Finalmente la vida de eso se trata de luchar por lo que se desea, buscar la felicidad, la armonía y la suficiencia material y económica, ya que como seres terrenales que somos, estamos inmersos en lo terrenal y estamos sujetos a sobrevivir en una sociedad en la que impera la competencia por la supervivencia y el consumismo y como tal buscamos satisfacer estas necesidades mediante los diversos medios de solvencia moral, intelectual y económica. Sin embargo, nuestra existencia merece darle un equilibrio, ni tan material ni tan espiritual, sólo la justa medida de las cosas, sin codiciar más allá de los límites normales de la solvencia, sin ser conformistas con lo mínimo necesario para subsistir, tanto uno como otro son aspectos frágiles de nuestra estabilidad mental y emocional, ya que uno crea incertidumbre y el otro crea ansiedad, ambos perjudiciales para el equilibrio humano.

Si tan sólo halláramos un punto medio donde se tenga presente tanto lo inmaterial como material, no seríamos esclavos de la mediocridad, el conformismo, el pesimismo, así como de la codicia, la envidia y la ambición desmedida. Buscar ante todo la paz interna, la satisfacción de haber transitado una existencia tranquila y satisfactoria realizando aquello que tanto amamos hacer sin presiones ni obsesiones, sólo disfrutando del momento presente, sin apegarnos a lo pasado y desprendernos del futuro, viviendo nuestra existencia concientes y alertas de todo cuanto rodea nuestro entorno, para soñar en vigilia y no sumergidos en la inconsciencia ya que los sueños son la proyección de nuestros más puros deseos de trascendencia, siempre y cuando estos sean consolidados de lo intangible a lo concreto, actuando sin desviarnos del camino de la realidad, sin evadir nuestros aspectos internos que son llaves de alerta para explorarnos y mejorar aquello que frene nuestro deseo de superación, y concretando metas coherentes a corto plazo para consolidar aquellas que son las grandes empresas a mediano y largo plazo, preparándonos constantemente para aspirar a mejores condiciones de vida, sin caer en la enfermedad de los excesos.

Vale más experimentar una vida de realidades, que una existencia en la eternidad de los ideales sin concretar.