jueves, diciembre 03, 2009

De Paso

Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de Oriente, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.

El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros.

Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.

Dónde están sus muebles? Preguntó el turista y rápidamente el sabio también preguntó: Y dónde están los suyos?

Los míos? se sorprendió el turista, pero si yo estoy aquí de paso!

Yo también, concluyó el sabio.


Reflexion:

Nuestra vida terrenal sólo es temporal, y sin embargo, la gran mayoría de nosotros nos aferramos como si fuéramos a vivir en ella eternamente, un sentimiento hasta cierto punto comprensible, debido a que carecemos de elementos fehacientes para dilucidar en que consiste el final de los tiempos de nuestra existencia, que nos depara en el llamado más allá; cuando hemos cumplido nuestro ciclo ya sea por medios naturales o accidentales; pues finalmente tarde o temprano experimentaremos lo que para el entendimiento humano es incomprensible y desconocido, por muy variadas teorías, argumentos, cultos y creencias en que nos aferremos para eliminar esa inevitable angustia que en más de una ocasión ha ocupado el espacio de nuestro pensamiento, y que trae como consecuencia este sentimiento de apego hacia lo que nuestra conciencia percibe, la vitalidad que la existencia nos entrega temporalmente. Y es por medio de ese sentimiento que se transforma en angustia que el ser humano reflexiona, analiza, investiga y crea todo tipo de teorías con la finalidad de develar ese gran misterio llamado muerte, y así liberarse de esa pesada carga que le agobia e intranquiliza día con día.

Y es por ello que por instinto nos apegamos a lo que nos resulta palpable y tangible, y a esa realidad es a la cuál nos aferramos, porque de ella nos servimos para anhelar poseer el control de nuestras vidas y por consecuencia de nuestro desempeño en esta experiencia terrenal. Y es nuestro medio el que nos marca la pauta a seguir para aspirar a cumplir toda una gamma de metas y propósitos que satisfagan nuestras aspiraciones terrenales. Es cierto que lo material es factor necesario para nuestra supervivencia y tranquilidad, lo cuál no puede ser objeto de renuncia para aspirar al llamado estado espiritual, ya que el renunciar a nuestras posesiones materiales no significa necesariamente que ya nos encontramos en la senda del estado de serenidad y tranquilidad permanentes, pues sólo es un estado de desapego inducido o forzado, más no por convicción interna con vías de evadir la obsesión por la posesión económica o material.

Y que nos trae como resultado el desapegarnos de algo?, será acaso la solución a nuestras culpas y remordimientos producto de acciones que hemos considerado desafortunadas o equivocadas en el pasado?. El desapego es quizás dependiendo del estado particular de cada ser humano aquello que produce remordimiento, dolor, tristeza e inseguridad. Y esas sensaciones acarrean el que perdamos de vista lo esencial: el vivir el momento presente; porque el sentimiento de aferrarnos proviene de las experiencias del pasado, es decir, de los recuerdos, de nuestro baúl existencial de lo ya experimentado, pero que nuestra mente a través de la memoria registra todas y cada una de las vivencias ya sean satisfactorias o dolorosas. Siendo la razón principal de este sentimiento de apego, el estado de seguridad; es confirmar que existimos, es el sentirnos seguros en esta nuestra realidad, es evadir por momentos el sentimiento de angustia de lo desconocido y es obsesionarnos por descubrir que hay más allá de nuestros sentidos ordinarios. Y sin embargo este factor nos otorga seguridad y tranquilidad efímeras, porque de otro modo se llega a experimentar incertidumbre, cuando nos encontramos obsesionados por lo desconocido, y que sin darnos cuenta plenamente, todo el tiempo estamos experimentándolo, porque de un instante al siguiente es morir, es decir, la muerte es la vivencia del instante anterior. Por lo que lo desconocido solo es relativo, es un estado mental que se experimenta en la mayor parte del tiempo inconscientemente, hasta que finalmente se hace tangible una vez concluido nuestro ciclo corporal, en ese momento quienes lo experimentan han hallado por fin la respuesta a toda una vida de espera incierta.

Por lo que el valor de las cosas no está en el tiempo que duren, sino en la intensidad con que suceden y como las disfrutemos, vivir nuestra existencia con alegría, sin apegos obsesivos que trastoquen nuestra tranquilidad y armonía internas, porque cada ser humano sabe dentro de sí hasta donde debe experimentar sus límites y hasta que momento los rebasa, cuando comienza a experimentar remordimiento, culpa y prejuicio; porque la vida es energía en movimiento constante, porque cada instante una vez experimentado ya no regresará jamás, y el siguiente es nueva vida. Y porque no aprovecharla y experimentarla al máximo como si fuese el último?, y así sucesivamente sin agobiarnos por la meta final que llegará tarde o temprano, porque una acción sin realización, puede ser el instante que nos cambie la vida por entero y para bien!, porque de nada valdrá el culparnos por aquello que no decidimos en su momento tomar en nuestras manos, y de nada valdrá el arrepentirnos al no habernos atrevido a tomar la oportunidad cuando nuestra voz interior nos empuja a tomarla, puede ser el instante esperado y anhelado, que nos detiene?, nuestros prejuicios, temores e inseguridades?, eso pertenece a nuestros estados mentales que en más de una ocasión nos han limitado a experimentar lo que la vida nos entrega tan generosamente.

Poseemos libertad por naturaleza y esa facultad es valiosa para defendernos de aquellos que pretenden limitarnos por envidias o por un afán de coartar nuestro derecho legítimo a expresarnos; nuestra libertad es vivir apegados a la legalidad de nuestras reglas sociales, morales, éticas y sobre todo particulares de evolución interna en la búsqueda de experimentar cada instante de nuestra vida sin menospreciar o dañar la libertad y dignidad de otro ser humano, respetando los naturales límites de expresión particular. Porque este transito terrenal, es de paso, es temporal, y vale la pena desapegarnos de aquello que nos produce dolor, nostalgia, remordimiento y culpa; y dejar de aferrarnos al pasado, para entregarnos a lo sublime del momento presente, para experimentar lo desconocido descubriendo la excelsitud de la vida!.

La Parábola del Arbol y sus Frutos

15 »Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.

18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.

19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.

20 Así que por sus frutos los conoceréis.

Reflexión:

Hoy en día estamos expuestos a todo tipo de inducciones, manipulaciones y engaños de personas sin escrúpulos que se aprovechan de las circunstancias de aquellos seres que por las condiciones sociales actuales, en un mundo más caótico que armónico que se matiza por una gamma de crisis en todos los niveles: social, cultural, gubernamental, económico, alimentario y familiar; y que esta situación los mantienen en alarmantes niveles de angustia y desesperación, por lo cuál el ser humano busca evadir esa cruel realidad sumergiéndose principalmente en todo tipo de distracciones y creencias a nivel ideológico, político, social, religioso y moral como un medio de protección ante el panorama adverso que cotidianamente se le presenta, siendo presa fácil de esos falsos profetas que prometen resolverles sus conflictos emocionales y existenciales, para satisfacer sus ambiciones personales sin tomar en cuenta el grave daño que ocasiona en la persona que ante su desesperanza y anhelo por aferrarse a cualquier cosa, lo sumerge aún más en la depresión y la desesperación.

Cada ser humano se caracteriza en la vida por sus obras, sus frutos que cosecha en cada acción que emprende a fin de lograr cumplir sus metas prioritarias a corto, mediano y largo plazo y que le proporcione resultados satisfactorios que lo conduzcan hacia la felicidad, que es un sentimiento de autoafirmación al ver cristalizados sus esfuerzos en la búsqueda de determinada finalidad. La fortaleza de su árbol dependerá de que tan convencido se encuentre de sus capacidades y potencialidades, al conducirse en la vida coherente con sus sentimientos y acciones, sin menospreciar o pisotear la dignidad de otro ser humano, su esencia será resistente ante las adversidades que se le presenten en la vida cotidiana, y los frutos que arrojará serán abundantes y sustanciosos, siendo el tronco de su interior auténtico y consistente, por lo que no tendrá necesidad de adoptar máscaras o personalidades para exponerse ante su entrono, porque no teme ser él mismo, no teme demostrar sus sentimientos, no teme a la crítica, a la envidia, al chantaje, al que dirán, no se somete ante las presiones externas, manteniéndose firme y ecuánime aún cuando las condiciones no le sean del todo favorables. La convivencia en sociedad es esencial para el buen desarrollo evolutivo del individuo, por lo que el aislarse del mundo que le rodea es contraproducente, sobre todo si anhela experimentarse y evolucionar, y que el interactuar es necesario para su autoconocimiento y madurez; y por eso mismo debe estar preparado para afrontar todo tipo de circunstancias, y resolverlas con inteligencia y tolerancia, para que los frutos que genere contengan dentro de sí, las mieles del triunfo y que a la postre generen centenares de semillas que trasciendan para generar otros árboles con un gran potencial de abundancia.

Cuando por alguna circunstancia producto de la falta de conocimiento de sí mismo ó de acciones pasadas desagradables, se ve sometido a desarrollar una personalidad incongruente con su esencia original como medio para evadir el dolor y la incertidumbre que le agobia constantemente, por lo que comienza a desdoblar su individualidad, adquiriendo multiplicidad de máscaras para compensar su carencia por la falta de autoestima y seguridad en si mismo que se ha construido; siendo desleal con sus propios principios éticos, y echando recurso de la falacia y la mentira para alcanzar sus fines a cualquier costo, sin tomar en cuenta que al inducir, manipular y engañar a otros seres humanos, el mayor daño es hacia sí mismo; porque aunque se convenza constantemente que sus acciones son acertadas por los logros obtenidos, principalmente a nivel material, sabe muy bien que el fondo de su Ser no se siente pleno y satisfecho consigo mismo; y cada día de su vida tiene que librar un calvario emocional y mental, sabiéndose lleno de remordimientos y culpas que tarde o temprano tocarán fondo, sin saber a ciencia cierta el fin que le espera al término de su ciclo existencial, por lo que no genera verdaderos frutos, terminando sus días con un tronco vacío y sin consistencia para ser consumido por el fuego del aislamiento y la incertidumbre existencial.

Los frutos que generemos a lo largo de nuestra vida dependerán sin duda de la libertad con la que actuemos despojados de sentimientos de culpas y remordimientos que son producto principalmente de los prejuicios adquiridos desde que tuvimos uso de conciencia, lo cuál resulta inevitable si desde un origen nos permitimos ser débiles e indecisos ante las constantes presiones que desde el exterior amenazan con someter nuestra individualidad y encuadrarnos en un estándar de vida rígido y poco espontáneo, creándonos todo tipo de distractores a fin de adormecer nuestra iniciativa y espontaneidad y sobre todo nuestra capacidad para innovar y ser creativos ante el constante ritmo de la vida. Nunca es tarde para enderezar nuestro tronco y apuntalar hacia delante, hacia las alturas de la libertad de la opresión y la impuesta desigualdad. Porque cada tronco se alimenta de la misma esencia fértil y nutritiva que la naturaleza nos obsequió, y por lo tanto, cada árbol posee todo el potencial para generar sus mejores frutos aún en las más adversas circunstancias, cuando se posee confianza y seguridad en las propias capacidades y en la visión promisoria que el porvenir pueda entregarnos, nuestro ascenso hacia la felicidad y la plenitud la experimentaremos en la medida en que nos reconozcamos a nosotros mismos como parte de la creación universal para desarrollarnos como el mejor de los árboles entre la multitud de los millones que anhelan ascender hacia los niveles más altos de la prosperidad y vencer así las espinas de la opresión y el conformismo.