jueves, noviembre 07, 2013

Utopia

Si todo cuanto hemos experimentado pudiésemos aspirar a controlar por lo menos un ciento por ciento de las situaciones inesperadas, quizás algo diferente sería el acontecer de nuestra existencia, habrían mejores expectativas de salir avante ante situaciones desagradables y no con tantas secuelas. Tratamos en lo posible de ofrecer nuestra mejor cara ante esta serie de imprevistos; especialistas en el tema afirman que la mayoría los provocamos inconscientemente. Hay evidencias testimoniales que el pensamiento atrae todo por naturaleza sea para bien o para mal, y que por ende, se afirma que hay entre nosotros una ley de atracción natural. Si esto es una afirmación podríamos tener una posibilidad para deducir lo que se conoce como evento inesperado, y más aún, poder redirigir nuestros pensamientos hacia lo que sentimos sea positivo y de beneficio para nuestro crecimiento en cualquier ámbito, y por el contrario, si gran parte de los desaciertos y pesadumbres que nos suceden, se deben a esta teoría de la atracción, bien pudiésemos hacer un ejercicio de cambio de actitud y comprobar si realmente los pensamientos negativos son el causante de nuestras aparentes desgracias, que vamos arrastrando a lo largo de nuestra existencia. Llegamos a la conclusión tácita que somos lo que pensamos; en síntesis nuestra realidad es mental en su totalidad, y si funcionamos en relación con nuestro entorno, nos lleva a que todo el universo que nos rodea actúa con esta condición.

Sin embargo, no podemos pasar por alto, que una vez que suceden estos eventos, ya es práctica y lógicamente imposible evitarlos o regresar el tiempo para remendarlos y canalizarlos a un mejor término. En éstos casos no queda más que superar lo más pronto posible las secuelas y aprender de la experiencia, para estar más alertas y preparados para futuros imprevistos. Y aquí aparenta que caemos en una contradicción, porque cuando nos referimos a un evento inesperado, es porque no hay forma de pre-sentirlo o esperar lo que no sabemos que va a suceder, e intentar estar alertas a lo que no sabemos en que momento va a suceder en el futuro inmediato, es caer en un alto grado de ansiedad y temor hacia lo inesperado, por tanto se perdería la espontaneidad del presente, y nuestra existencia se tornaría en un cúmulo de obsesiones enfermizas por desear atrapar lo que no es tangible. Cuando ya se tiene una vida acumulada de experiencias, se va comprendiendo el ir y venir de la vida, con sus claroscuros e imprevistos, decepciones y frustraciones, de relaciones que no funcionan, o cuando el fracaso sentimental es reiterativo y no queda lugar más, que para el pesimismo y la resignación a una soledad que no haya su reafirmación; la incertidumbre ya es inherente y la zozobra es constante hasta el final de nuestros días, o por lo menos así es como lo percibimos, porque por naturaleza somos pesimistas al sentirnos despojados del don de la precognición.

Cuando no logramos sostener la certidumbre a pesar que las condiciones actuales sentimos que no son favorables, e incluso  cuando todo pinta favorable sospechamos que algo no encaja y terminamos por echar todo a perder, si la naturaleza nos traiciona, llevándonos a cometer errores, a generar desconfianza en nuestro entorno, a precipitar los procesos que requieren paciencia y objetividad, y nos regimos por una doble moral; se transforman en distractores que desquician nuestra capacidad de concentración y, por ende el estado de alerta hacia el proceso natural de nuestro entorno, perderemos la percepción de los movimientos naturales que emanan a nuestro alrededor y que dan por consecuencia que propiciemos pensamientos negativos que derivan en la emanación de situaciones desconocidas e inesperadas, prejuzgando lo que por naturaleza debería entregarse a vivir con intensidad y desenfado. Lo inesperado llega cuando nos obsesionamos por lo desconocido, recreando escenarios que desvirtúan la realidad, la cuál debería ser espontánea, absorbiendo cada momento tan pleno de aprendizaje en lugar de condicionarlo con pensamientos negativos, que somos producto de nuestra realidad, de nuestros errores, de nuestro destino y situación actual; por más que sintamos que una losa pesada aplasta nuestra dignidad y alegría por vivir, el hecho de disponer de nuestra conciencia, nos da los elementos suficientes para luchar por la libertad y la felicidad que tanto anhelamos y qué, con el paso del tiempo se ha deformado en una utopía!.