miércoles, abril 14, 2010

La Olla de Barro

Era un lechero acaudalado y que contaba con varios trabajadores en su lechería. Llamó a uno de ellos, Ashok, y le entregó una olla llena de mantequilla para que la llevase a un cliente de un pueblo cercano. A cambio le prometió algunas rupias extras. Ashok, muy contento, colocó la olla sobre su cabeza y se puso en marcha, en tanto se decía para sí: “Voy a ganar dos rupias. ¡Qué bien! Con ellas compraré gallinas, éstas pronto se multiplicarán y llegaré a tener nada menos que diez mil. Luego las venderé y compraré cabras. Se reproducirán, venderé parte de ellas y compraré una granja. Como ganaré mucho dinero, también compraré telas y me haré comerciante. Será estupendo.

Me casaré, tendré una casa soberbia y, naturalmente, dispondré de excelente cocinero para que me prepare los platos más deliciosos, y si un día no me hace bien la comida, le daré una bofetada”. Al pensar en propinarle una bofetada al cocinero, Ashok, automáticamente, levantó la mano, provocando así la caída de la olla, que se hizo mil pedazos contra el suelo derramando su contenido. Desolado, volvió al pueblo y se enfrentó al patrón, que exclamó:

–¡Necio! ¡Me has hecho perder las ganancias de toda una semana!

Y Ashok replicó:

–¡Y yo he perdido mis ganancias de toda la vida


Reflexion:

El futuro no sólo representa las aspiraciones hacia un tiempo que aún no ha sido experimentado y en el que fincamos nuestras aspiraciones y sueños a alcanzar, es algo incierto; si bien es claro que el futuro es como humo, es un espejismo, debido a que hay de por medio infinidad de factores e imprevistos que pueden alterar aquello por lo cuál forjamos nuestros proyectos personales; tratamos en la medida de lo posible de alcanzar los logros esperados en los tiempos en que nos hemos impuesto para tales fines. A pesar de ello, el futuro aún cuando sea sólo un simple ideal a alcanzar, se transforma en una real vocación para alcanzar nuestros fines.

Sin embargo, habemos personas que solamente nos la pasamos soñando, creando castillos en el cielo sin aterrizar tangiblemente los anhelos o metas a perseguir en la vida, con la aspiración de lograr mejores condiciones de existencia, sin aterrizar nuestros proyectos de vida, esto es debido entre otras cosas a la falta de preparación académica, a inseguridad para enfrentar un mundo aparentemente agresivo y hostil, a la falta de oportunidades para desarrollarnos ampliamente en una vocación determinada y a muchos otros factores de origen más personal que social. Tal vez por experiencias desagradables, proyectos fracasados, decisiones equivocadas, imprevistos inesperados; todo esto desarrolla en la personalidad del ser humano un sentimiento de inseguridad e indecisión para aterrizar cualquier empresa, por el temor a la adversidad y por esa falta de certeza ante lo desconocido, quedando tan frágiles como una olla de barro que al menor descuido o desatención se rompen y se esparcen todos y cada uno de nuestros ¨sueños¨ que hemos apilado en nuestra mente, pero sobre todo en nuestras aspiraciones existenciales, quedan frustrados todo tipo de iniciativa que emerja de nuestras inquietudes.

Y habemos otras personas que sin necesidad de soñar enteramente en cuestiones intangibles, simplemente nos dejamos llevar por la necesidad de evolucionar en un medio muy exigente y enteramente competitivo, y en esa medida es como se actúa, con acciones mas que con sueños, con hechos más que con palabras, por un deseo vehemente y real de superación, hacia una vida de confort y seguridad emocional. Cuando se ha transitado por la vida con una mente enfocada y determinante, no hay desviaciones en el camino, se busca simplemente cumplir las metas a corto, mediano y largo plazo asumiendo cualquier tipo de riesgo e imprevisto que se presente en el camino del éxito material y el reconocimiento social; esa búsqueda es el alimentar el ego, de ser exigente y perfeccionista en las transitoriedades de los proyectos emprendidos.

Finalmente la vida de eso se trata de luchar por lo que se desea, buscar la felicidad, la armonía y la suficiencia material y económica, ya que como seres terrenales que somos, estamos inmersos en lo terrenal y estamos sujetos a sobrevivir en una sociedad en la que impera la competencia por la supervivencia y el consumismo y como tal buscamos satisfacer estas necesidades mediante los diversos medios de solvencia moral, intelectual y económica. Sin embargo, nuestra existencia merece darle un equilibrio, ni tan material ni tan espiritual, sólo la justa medida de las cosas, sin codiciar más allá de los límites normales de la solvencia, sin ser conformistas con lo mínimo necesario para subsistir, tanto uno como otro son aspectos frágiles de nuestra estabilidad mental y emocional, ya que uno crea incertidumbre y el otro crea ansiedad, ambos perjudiciales para el equilibrio humano.

Si tan sólo halláramos un punto medio donde se tenga presente tanto lo inmaterial como material, no seríamos esclavos de la mediocridad, el conformismo, el pesimismo, así como de la codicia, la envidia y la ambición desmedida. Buscar ante todo la paz interna, la satisfacción de haber transitado una existencia tranquila y satisfactoria realizando aquello que tanto amamos hacer sin presiones ni obsesiones, sólo disfrutando del momento presente, sin apegarnos a lo pasado y desprendernos del futuro, viviendo nuestra existencia concientes y alertas de todo cuanto rodea nuestro entorno, para soñar en vigilia y no sumergidos en la inconsciencia ya que los sueños son la proyección de nuestros más puros deseos de trascendencia, siempre y cuando estos sean consolidados de lo intangible a lo concreto, actuando sin desviarnos del camino de la realidad, sin evadir nuestros aspectos internos que son llaves de alerta para explorarnos y mejorar aquello que frene nuestro deseo de superación, y concretando metas coherentes a corto plazo para consolidar aquellas que son las grandes empresas a mediano y largo plazo, preparándonos constantemente para aspirar a mejores condiciones de vida, sin caer en la enfermedad de los excesos.

Vale más experimentar una vida de realidades, que una existencia en la eternidad de los ideales sin concretar.