De Paso
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de Oriente, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros.
Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
Dónde están sus muebles? Preguntó el turista y rápidamente el sabio también preguntó: Y dónde están los suyos?
Los míos? se sorprendió el turista, pero si yo estoy aquí de paso!
Yo también, concluyó el sabio.
Reflexion:
Nuestra vida terrenal sólo es temporal, y sin embargo, la gran mayoría de nosotros nos aferramos como si fuéramos a vivir en ella eternamente, un sentimiento hasta cierto punto comprensible, debido a que carecemos de elementos fehacientes para dilucidar en que consiste el final de los tiempos de nuestra existencia, que nos depara en el llamado más allá; cuando hemos cumplido nuestro ciclo ya sea por medios naturales o accidentales; pues finalmente tarde o temprano experimentaremos lo que para el entendimiento humano es incomprensible y desconocido, por muy variadas teorías, argumentos, cultos y creencias en que nos aferremos para eliminar esa inevitable angustia que en más de una ocasión ha ocupado el espacio de nuestro pensamiento, y que trae como consecuencia este sentimiento de apego hacia lo que nuestra conciencia percibe, la vitalidad que la existencia nos entrega temporalmente. Y es por medio de ese sentimiento que se transforma en angustia que el ser humano reflexiona, analiza, investiga y crea todo tipo de teorías con la finalidad de develar ese gran misterio llamado muerte, y así liberarse de esa pesada carga que le agobia e intranquiliza día con día.
Y es por ello que por instinto nos apegamos a lo que nos resulta palpable y tangible, y a esa realidad es a la cuál nos aferramos, porque de ella nos servimos para anhelar poseer el control de nuestras vidas y por consecuencia de nuestro desempeño en esta experiencia terrenal. Y es nuestro medio el que nos marca la pauta a seguir para aspirar a cumplir toda una gamma de metas y propósitos que satisfagan nuestras aspiraciones terrenales. Es cierto que lo material es factor necesario para nuestra supervivencia y tranquilidad, lo cuál no puede ser objeto de renuncia para aspirar al llamado estado espiritual, ya que el renunciar a nuestras posesiones materiales no significa necesariamente que ya nos encontramos en la senda del estado de serenidad y tranquilidad permanentes, pues sólo es un estado de desapego inducido o forzado, más no por convicción interna con vías de evadir la obsesión por la posesión económica o material.
Y que nos trae como resultado el desapegarnos de algo?, será acaso la solución a nuestras culpas y remordimientos producto de acciones que hemos considerado desafortunadas o equivocadas en el pasado?. El desapego es quizás dependiendo del estado particular de cada ser humano aquello que produce remordimiento, dolor, tristeza e inseguridad. Y esas sensaciones acarrean el que perdamos de vista lo esencial: el vivir el momento presente; porque el sentimiento de aferrarnos proviene de las experiencias del pasado, es decir, de los recuerdos, de nuestro baúl existencial de lo ya experimentado, pero que nuestra mente a través de la memoria registra todas y cada una de las vivencias ya sean satisfactorias o dolorosas. Siendo la razón principal de este sentimiento de apego, el estado de seguridad; es confirmar que existimos, es el sentirnos seguros en esta nuestra realidad, es evadir por momentos el sentimiento de angustia de lo desconocido y es obsesionarnos por descubrir que hay más allá de nuestros sentidos ordinarios. Y sin embargo este factor nos otorga seguridad y tranquilidad efímeras, porque de otro modo se llega a experimentar incertidumbre, cuando nos encontramos obsesionados por lo desconocido, y que sin darnos cuenta plenamente, todo el tiempo estamos experimentándolo, porque de un instante al siguiente es morir, es decir, la muerte es la vivencia del instante anterior. Por lo que lo desconocido solo es relativo, es un estado mental que se experimenta en la mayor parte del tiempo inconscientemente, hasta que finalmente se hace tangible una vez concluido nuestro ciclo corporal, en ese momento quienes lo experimentan han hallado por fin la respuesta a toda una vida de espera incierta.
Por lo que el valor de las cosas no está en el tiempo que duren, sino en la intensidad con que suceden y como las disfrutemos, vivir nuestra existencia con alegría, sin apegos obsesivos que trastoquen nuestra tranquilidad y armonía internas, porque cada ser humano sabe dentro de sí hasta donde debe experimentar sus límites y hasta que momento los rebasa, cuando comienza a experimentar remordimiento, culpa y prejuicio; porque la vida es energía en movimiento constante, porque cada instante una vez experimentado ya no regresará jamás, y el siguiente es nueva vida. Y porque no aprovecharla y experimentarla al máximo como si fuese el último?, y así sucesivamente sin agobiarnos por la meta final que llegará tarde o temprano, porque una acción sin realización, puede ser el instante que nos cambie la vida por entero y para bien!, porque de nada valdrá el culparnos por aquello que no decidimos en su momento tomar en nuestras manos, y de nada valdrá el arrepentirnos al no habernos atrevido a tomar la oportunidad cuando nuestra voz interior nos empuja a tomarla, puede ser el instante esperado y anhelado, que nos detiene?, nuestros prejuicios, temores e inseguridades?, eso pertenece a nuestros estados mentales que en más de una ocasión nos han limitado a experimentar lo que la vida nos entrega tan generosamente.
Poseemos libertad por naturaleza y esa facultad es valiosa para defendernos de aquellos que pretenden limitarnos por envidias o por un afán de coartar nuestro derecho legítimo a expresarnos; nuestra libertad es vivir apegados a la legalidad de nuestras reglas sociales, morales, éticas y sobre todo particulares de evolución interna en la búsqueda de experimentar cada instante de nuestra vida sin menospreciar o dañar la libertad y dignidad de otro ser humano, respetando los naturales límites de expresión particular. Porque este transito terrenal, es de paso, es temporal, y vale la pena desapegarnos de aquello que nos produce dolor, nostalgia, remordimiento y culpa; y dejar de aferrarnos al pasado, para entregarnos a lo sublime del momento presente, para experimentar lo desconocido descubriendo la excelsitud de la vida!.
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