Miedo
Cuantas
veces no hemos sido presa de nuestros miedos internos!, una sensación
de origen de remotos tiempos. El miedo es consecuencia por lo general
del desconocimiento o ignorancia de aquello que no podemos controlar o
que no hemos experimentado. Cuando el ser humano fue consciente de su
entorno al ver la magnificencia de la naturaleza y universo que le
rodea, comenzó a experimentar todo tipo de sensaciones a través de su
percepción mediante sus sentidos, y que son respuestas de alarma ante
aquello que pueda provocarle algún daño a nivel físico, emocional o
mental, es simplemente un mecanismo de defensa ante lo que considera
arriesgado para su integridad y que genera sensaciones de ansiedad; es
un intenso sentimiento por lo general
desagradable, es una emoción que se deriva del riesgo o la amenaza y es
un sentimiento natural que nos alerta de algún peligro y que nos hace
estar más pendientes, incrementa la precaución y hace que nos
protejamos.
Si nos remontamos a la niñez nos percataremos que ese sentimiento era inexistente al momento de nacer, sólo tenemos la percepción de que habitábamos un mundo nuevo y sorprendente; en el momento en que adquirimos conciencia de nuestro entorno ese mundo sorpresivo y nuevo, nos creó cierta curiosidad y conforme esa conciencia despertaba al explorar nuestro entorno se transformó en incertidumbre y cuando comenzamos a integrarnos al núcleo familiar, nuestro libre albedrío comenzó a ser regulado, canalizado y reprimido, lo cual nos generó angustia; y ya una vez al establecer pleno contacto con la sociedad, esa angustia se trasformó en lo que conocemos como miedo. Es por ello que el miedo es una parte inherente en el ser humano que al igual que el ego ambos son producto de nuestros estados mentales que a través el pensamiento excitamos y potencializamos, principalmente desarrollado por el contacto que ante el mundo estamos inmersos desde que asumimos nuestro como entes sociales.
El miedo no necesariamente es un mecanismo destructivo, también puede ser constructivo, la única diferencia radica en la forma de cómo orientamos nuestros procesos mentales, cuyo punto de partida se encuentra en el conocimiento profundo y claro de nuestro interior, porque sin ese conocimiento no lograremos llegar al germen del problema, a la raíz de nuestra inseguridad y angustia ante lo que consideramos desconocido, y no es referirse al desconocimiento de la vida misma, la cual definimos como futuro, cuando el futuro no existe como un lapso definido, el futuro sólo son aspiraciones de los momentos presentes que anhelamos experimentar, y si el futuro, que es lo desconocido, son los lapsos presentes anhelados, nos lleva a concluir que cuando hay un verdadero anhelo por vivir, nos lleva a definir que si deseamos extinguir ese sentimiento de inseguridad e incertidumbre llamado miedo, basta con posicionarnos en nuestros presente real verdadero palpable y existente, es decir viviendo el momento instante en instante, porque para vivir el momento presente al máximo y lograr paulatinamente extinguir el miedo, requerimos del autoconocimiento, y eso se logra en primera instancia en aceptarnos tal cuál nos encontramos en este momento presente sin juzgamos por lo que dejamos de hacer o por lo que deseamos hacer. Y a partir de este instante al adquirir real conciencia de lo que somos, poseeremos de inmediato control de nosotros mismos, es decir, control de nuestros procesos mentales: el pensamiento.
Si nos remontamos a la niñez nos percataremos que ese sentimiento era inexistente al momento de nacer, sólo tenemos la percepción de que habitábamos un mundo nuevo y sorprendente; en el momento en que adquirimos conciencia de nuestro entorno ese mundo sorpresivo y nuevo, nos creó cierta curiosidad y conforme esa conciencia despertaba al explorar nuestro entorno se transformó en incertidumbre y cuando comenzamos a integrarnos al núcleo familiar, nuestro libre albedrío comenzó a ser regulado, canalizado y reprimido, lo cual nos generó angustia; y ya una vez al establecer pleno contacto con la sociedad, esa angustia se trasformó en lo que conocemos como miedo. Es por ello que el miedo es una parte inherente en el ser humano que al igual que el ego ambos son producto de nuestros estados mentales que a través el pensamiento excitamos y potencializamos, principalmente desarrollado por el contacto que ante el mundo estamos inmersos desde que asumimos nuestro como entes sociales.
El miedo no necesariamente es un mecanismo destructivo, también puede ser constructivo, la única diferencia radica en la forma de cómo orientamos nuestros procesos mentales, cuyo punto de partida se encuentra en el conocimiento profundo y claro de nuestro interior, porque sin ese conocimiento no lograremos llegar al germen del problema, a la raíz de nuestra inseguridad y angustia ante lo que consideramos desconocido, y no es referirse al desconocimiento de la vida misma, la cual definimos como futuro, cuando el futuro no existe como un lapso definido, el futuro sólo son aspiraciones de los momentos presentes que anhelamos experimentar, y si el futuro, que es lo desconocido, son los lapsos presentes anhelados, nos lleva a concluir que cuando hay un verdadero anhelo por vivir, nos lleva a definir que si deseamos extinguir ese sentimiento de inseguridad e incertidumbre llamado miedo, basta con posicionarnos en nuestros presente real verdadero palpable y existente, es decir viviendo el momento instante en instante, porque para vivir el momento presente al máximo y lograr paulatinamente extinguir el miedo, requerimos del autoconocimiento, y eso se logra en primera instancia en aceptarnos tal cuál nos encontramos en este momento presente sin juzgamos por lo que dejamos de hacer o por lo que deseamos hacer. Y a partir de este instante al adquirir real conciencia de lo que somos, poseeremos de inmediato control de nosotros mismos, es decir, control de nuestros procesos mentales: el pensamiento.
Activada
la certidumbre de vida de quienes somos y cuáles son nuestros objetivos
de vida, notaremos que ocurre un cambio gradual en nuestra actitud ante
la vida, porque ya habrá conocimiento de nuestras inquietudes internas,
y las respuestas serán generadas en esa introspección que hagamos a fin
de hallar las respuestas más acertadas a nuestra problemática actual
que nos genera los estados emocionales del miedo; gozando de
tranquilidad y confianza por el conocimiento de nosotros mismos, la
percepción de la vida pasará del estado de incertidumbre al estado de
certidumbre, de la inseguridad a la seguridad individual y del miedo a
la
paz interna.
Si
asumimos la vida con temor es claro que limitaremos nuestra capacidad
de experimentar cada momento cargado de experiencias, sin prejuzgar lo
que aún no se ha experimentado. El miedo ahoga toda esperanza de
crecimiento, ya es hora de decidirnos a salir del letargo, y
experimentar cosas novedosas, la vida sorprende favorablemente a
aquellos que se dan una enésima oportunidad, sin temer a los posibles
resultados. Sabemos de antemano que no faltará quién se entusiasme en
desear que fracasemos y que haga todo lo posible para convencernos de
ello. Si estamos realmente convencidos y seguros del paso que deseamos
dar, no habrá nada que se interponga y es nuestra obligación no
permitirlo. Porque la vida nos pertenece y será impenetrable para
manos ajenas, y de esa forma es como el miedo se diluye, una sola
decisión basta y está sólo en nuestra elección consolidar una existencia
que fue cedida para ello.
¨La vida sin temor es como una corriente de agua que nunca detiene su flujo¨.
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