jueves, noviembre 07, 2013

Trascendencia

¨El ave rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer ha de romper el mundo. El ave vuela a Dios¨.
Herman Hesse
(Demián)

Reflexión:

Nacer para morir, nacer para vivir, nacer para sufrir, nacer para crecer, nacer para odiar o nacer para ser feliz, se necesita algo más que un simple deseo para lograr cumplir un sueño; se necesita romper estructuras, se necesita sobreponerse a la intolerancia de tipo social, político o religioso para aspirar a desprenderse de las ataduras de imposición, se requiere algo más que simple voluntad para sobrevivir a los obstáculos naturales de la envidia, la vida nos exige ser creativos, ser propositivos, redoblar esfuerzos para no caer en las garras del pesimismo, se requiere no sólo renunciar a viejas prácticas que aletargan nuestra evolución, se requiere morir a ellas, desprendernos de las viejas concepciones, atrevernos a desafiar lo ya establecido, y proporcionarle un nuevo enfoque, mayor frescura y un mensaje más revelador; todo está sujeto al cambio, y ese cambio representa caos, representa desbaratar lo que ya estaba en aparente calma y orden, porque como tal, el orden sólo es una fuerza contenida del caos en potencia, uno está implícito en el otro. Y aquello que aparente orden y control, oculta una inmensidad de conocimiento que aún no ha sido deshojado en su totalidad. Lo que consideramos que ya llegó a su límite, es lo que nuestra conciencia percibe en su propia limitación. El conocimiento nunca dejará de emanar de lo más insignificante, porque en ello hay grandeza; ya que en cada detalle hay todo un derroche de sabiduría en espera de ser velada por nuestra visión interior.

Nuestros sentimientos son el impulso para atrevernos a cambiar el rumbo de las cosas, no caer en el conformismo de la imposición natural de una sociedad sumergida en la depresión de la supervivencia material. La historia la escriben hombres y mujeres que tomaron la decisión de romper las reglas establecidas, aquellas personas que no aceptaron la simplicidad de la existencia, aquellas que para dejar una huella debieron emanciparse de las apariencias y atreverse a ser auténticos, sin temores, sin prejuicios, sin culpas fabricadas por imposiciones celestiales. Romper un mundo, requiere más que  valor, requiere de convicción que el potencial emanado en cada ser humano, es la misma aspiración de quienes trascendieron a través de los tiempos y aún siguen vigentes y son ejemplo notable de superación. Se dice que para este logro se necesita de una genética especial, que es una cuestión de herencia. Y esa genética es la que alimentamos con el deseo de trascender, aún cuando del exterior emanen voces necias que se aferren a limitarnos, confundirnos y desviarnos del camino natural del derecho de evolución. Porque la herencia es el ejemplo que dejamos en vida por la perseverancia de una batalla superada a pesar de los imponderables del destino.

Amar la vida es adaptarnos a su movimiento, a su frescura, a no fijarnos un límite, a saber aprovechar las oportunidades en el momento preciso, a confiar en nuestros instintos, en sabernos capaces de implementar nuevos métodos, a fijarnos la tarea de no dependencia, de no renunciamiento de nuestra esencia por el deseo de pertenecer a la frivolidad y la vanidad. A desprendernos del deseo de competir por el ego, que nos precipita a la búsqueda del reconocimiento, de la alabanza y el endiosamiento, sólo representa el cascarón de la superficialidad; porque dentro de un huevo se esconde un gran potencial que se encuentra contenido por la fragilidad del ego, y a pesar de que sentimos que no poseemos la suficiente fuerza para romper esa barrera, es porque nuestra mente no ha comprendido que en ella no hay límites para elevarse hacia la cúspide de la realización!.

¨Todo ser humano alcanza aquello que su instinto le ordena buscar¨