Resolución
¨Todo lo que te molesta de otros seres, es sólo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo¨.
Siddartha Gautama
Reflexión:
La
naturaleza del ser humano obra acorde a lo que percibe en su entorno,
siendo las condiciones del medio las que definen en gran parte su
personalidad, y el tipo de respuesta que tenga esta estrechamente ligado
al medio social en que se desenvuelve. Por desgracia desde la niñez nos
han implantado en la mente la necesidad de ser los mejores en donde nos
paremos, y desgracia porque nos insertan desde el seno materno, el
deseo de ser el primero entre los demás, y el medio social se encarga de
consolidar esa forma de pensamiento y nosotros nos encargamos de
heredarlo a nuestra siguiente generación. En un principio, esta forma de
pensamiento lleva al ser humano a superarse para destacar entre los
demás como una competencia encarnizada para obtener tan preciado titulo
de liderazgo, e
incluso en el medio laboral se fomenta ese tipo de liderazgo a fin de
que la empresa obtenga como resultado de ello una mayor productividad,
colocándose como empresa líder.
En
un principio esto tiene grandes ventajas, ya que insertan en la persona
el deseo de superación, para alcanzar no sólo el éxito económico sino
elevar su autoestima reafirmándose a sí mismo como un ente productivo y
exitoso merecedor de reconocimientos y aceptación social. Sin embargo,
las implicaciones a largo plazo son sujetas a cuestionamiento; ya que en
esta feroz competencia, desarrolla el sentimiento no sólo de la
competencia person to person, se desarrolla la envidia, la
codicia, la ambición desmedida por obtener a toda costa lo mejor,
impulsados por el ego, alcanzar el éxito material, un estatus aceptable y
ser siempre el centro de la atención que acapare las miradas de la socialité; ese es precio que debemos pagar, sacrificando nuestra esencia para
alcanzar la popularidad y el reconocimiento social.
De
ahí se desprende la comparación, cuando nos han metido hasta la médula
que debemos ser superiores en cualquier ámbito en confrontación
constante con las personas de nuestro medio, surge la necesidad de
aspirar a ser igual o superior de aquellos que han alcanzado la cima del
éxito; anhelamos poseer las cualidades de aquel que admiramos o
envidiamos, denostando nuestra esencia por un ápice de popularidad, por
que no somos aceptados, reconocidos o venerados y por ese motivo
aceptamos sacrificar nuestra autenticidad impulsados por el ego. De ahí
se desarrolla toda clase de depresiones y frustraciones, porque
enfocamos todos nuestros esfuerzos a competir con otro individuo a fin
de poseer un referente como punto de partida para compararnos y sentir
que poseemos un tipo de valor
al rebasar, ganar o posicionarnos por encima de alguien, y que éste
esfuerzo sea reconocido y aplaudido.
Este
es el vaivén de nuestra existencia, pero en realidad hay algo más que
simplemente alimentar el ego, la proyección de nuestras inseguridades se
debe a una carencia de autoconocimiento, y de falta de amor propio. El
ser humano posee todo lo necesario para resolver sus propios
cuestionamientos existenciales, para desprenderse de los apegos que
inutilizan su potencial, saberse no sólo diferente, sino único ante los
demás, y por tanto innecesario en lo humano obsesionarse en comparar,
competir y ganar a otro igual para aceptarse como un ente con valores.
Eso sólo es referencial, más no esencial para sentirse especial. La
verdadera y real competencia se haya en superarse a sí mismo, en
eliminar los pensamientos destructivos, controlar las emociones en
situaciones apremiantes,
y gradualmente cultivarse para expandir su conciencia y comprender que
los límites de la autorrealización se encuentran en la concepción del
tipo de existencia que desee para sí, totalmente ajeno a toda tentación y
sometimiento del ego en su esencia.
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