jueves, noviembre 07, 2013

Condicionamiento

Nos ha pasado alguna vez que para realizar determinada acción u ofrecer un favor tenemos como primera reacción, el condicionarla?, prácticamente todo lo condicionamos a cambio de algo, desde un favor a un amigo, en la misma relación de pareja, se condiciona por naturaleza a cambio de una negociación por un fin común, y en esta argumentación es como tratamos de día con día llegar a un acuerdo, a pesar de las grandes diferencias que existen por cuestión de género, por un lado la incansable lucha de la mujer por reclamar su justo espacio a su libre albedrío y resistencia natural hacia el sometimiento generado por el machismo histórico del hombre, quién a regañadientes cede imperceptiblemente a su jefatura como proveedor del sustento y figura otrora imponente.
 
En tiempos actuales es ya no sólo impráctico, sino hasta arcaico estar condicionando lo que por naturaleza deberíamos hacer con respeto absoluto a la libertad de la persona con la cual no sólo compartimos un espacio vital, sino hasta la aspiración al final de nuestros días. A pesar de ello seguimos imponiendo nuestros usos y costumbres en una clara lucha de poder, y cuando los recursos se nos terminan, ponemos en práctica el instinto animal oculto a flor de piel en una clara muestra de fuerza bruta por encima de la razón. Quienes actúan de esta forma, tarde o temprano terminan por caer en su propia mediocridad; todo condicionamiento viene acompañado de un interés personal para demostrar poder de dominación, por la fragilidad que percibimos en nuestro interior. Entre más inseguros nos sentimos, más deseo de dominio demostramos al exterior y lo canalizamos a través de un desencadenamiento de condicionamientos con miras a compensarnos.
 
Tanto trabajo nos cuesta simplemente ceder sin pedir algo a cambio?, acaso algo se nos desprenderá que sea irrecuperable?, perderemos alguna facultad especial?. Que no acaso en el dar esta el recibir?, hay una frase célebre de un filósofo griego llamado Sócrates que daba las gracias a quién ayudaba, lo cuál generaba cierta curiosidad por este tipo de expresión, y cuando se le preguntó el porque, simplemente decía: ¨Te doy las gracias porque al ayudarte me ayudas a crecer¨. Una respuesta simple para un significado con gran profundidad. Y efectivamente, cuando desarrollamos la facultad de ayudar a las personas en la medida de nuestras posibilidades y cedemos parte de nuestra disposición y experiencia, el beneficio a nivel humano es incalculable, porque toda acción de índole filantrópica, nos llena no sólo de gran satisfacción al sabernos útiles, sino que desarrollamos el sentido de aportar un pequeño grano hacia una humanidad que cada vez se sumerge en la decadencia de valores.
 
Poco es lo podemos aportar a nivel global, pero es un buen comienzo un cambio de actitud del egoísmo que nos hace condicionar todo cuánto se nos pide u ofrece. Esta forma de actuar nos limpiará interiormente de egoísmo y rencores arraigados por el tipo de sociedad en que nos desenvolvemos y que nos condiciona nuestra forma de pensar y actuar. La diferencia estriba en la voluntad de actuar y ofrecer lo mucho o poco que poseamos y que nos haga sentirnos satisfechos que nos hacemos bien al hacer el bien.
 
El que da de sí sin condicionar, recibe en abundancia lo merece por omision!