jueves, agosto 12, 2010

La Disputa

En el bosque habitaban el rey de los cuervos y el rey de los búhos, ambos con su legión respectiva de cuervos y búhos. Siempre habían compartido la paz del bosque, pero resulta que cierto día el rey de los cuervos y el rey de los búhos se encontraron y comenzaron a intercambiar impresiones. El rey de los cuervos preguntó:

--¿Por qué tú y tu legión de búhos trabajáis por la noche?


El búho, sorprendido, replicó:

--Sois vosotros los que trabajáis por la noche. Nosotros trabajamos de día.

Así que no mientas.

Y los dos reyes se enzarzaron en una discusión, ambos convencidos de que trabajaban de día. Hasta tal punto la discusión comenzó a adquirir un carácter de violencia, que la legión de cuervos y la de búhos se disponían a entrar en combate. Pero cuando la situación estaba llegando a su momento más crítico, apareció por allí un apacible cisne que, al enterarse de la disputa, dijo:

--Calmaos todos, queridos compañeros.

Y dirigiéndose a los reyes, dijo:

--No debéis en absoluto pelear, porque los dos tenéis razón. Desde vuestra perspectiva, los dos trabajáis de día.

Reflexion:

Cuando estamos tan ensimismados en nuestro mundo, sentimos que todo marcha conforme a nuestros deseos, nuestra naturaleza nos hace desarrollar una personalidad dominante, convencidos que todo cuanto realizamos es la verdad absoluta, sobre todo cuando la vida resulta acorde a nuestras expectativas. Y en el momento en que alguien ingresa al escenario de nuestra vida, comienza la batalla por imponer nuestra verdad, nuestras ideas, costumbres, deseos, acciones, métodos, experiencias, etc. Ya sea en el escenario personal a nivel de pareja, de amistad, laboral, social y en la convivencia en general. Ya que cada ser humano está regido por su propio espacio vital, y cuando se siente amenazado por la intromisión de alguien, es cuando surge el conflicto, por la repentina invasión a su círculo vital. Ya que somos por naturaleza entes solitarios y celosos de nuestros aspectos íntimos, el cuál es nuestro cofre de secretos personales, nuestra memoria de vida, las experiencias ya vivenciadas. Y eso representa nuestro libro personal, el cuál es el manual al cuál consultamos con frecuencia cuando necesitamos tomar una decisión en nuestra rutina diaria. Y esa es una de las razones que nos desarrolla una personalidad celosa y aislada.

Sin embargo, un impulso casi instintivo nos hace reaccionar cuando percibimos que nos invaden este espacio vital, actuando con recelo, indiferencia, molestia y en algunos casos con actitudes agresivas, como un mecanismo de defensa ante tal circunstancia, llevándolo al escenario del conflicto y por ende de la disputa por imponer nuestra personalidad hacia alguien en particular, especialmente cuando nos sentimos amenazados, lo que es un claro sentimiento de inseguridad, ante una circunstancia desconocida que no sepamos enfrentar con eficacia, y cuando nos estamos muy claros de nuestros valores personales, poseemos una imagen y autoestima baja, un pobre concepto de lo que somos y proyectamos al mundo; lo cuál entre otras reacciones nos impulsa a aislarnos y caer en depresión, y por eso mismo estamos todo el tiempo a la defensiva, reaccionando irracionalmente ante cualquier estímulo que consideramos ofensivo o agresor en nuestra aparente tranquilidad. Y si a esto le agregamos que todo el tiempo deseamos reafirmar la imagen de nosotros mismos, alimentar el ego, y elevar nuestra autoestima, nos lleva a compararnos con el exterior, es decir, con las apariencias, pensamos erróneamente que debemos estar permanentemente compitiendo con alguien a quien le encontramos una cualidad la cual no poseemos, ya sea a nivel estético, a nivel estatus, deportivo, laboral, y económico.

Eso nos lleva a deprimirnos con insistencia, porque hemos dejado de valorarnos como personas, como entes únicos e irrepetibles en alma, en sustancia y esencia, podemos ser parecidos físicamente o hacemos todo lo posible para aspirar a poseer tal cualidad; añoramos o envidiamos a aquellas personas que tienen éxito en la vida, que poseen determinado estatus económico y social, que son populares que tienen el mejor auto, la mejor pareja, que son enigmáticos, que tienen la mejor casa, mayor cultura, mejor posición laboral. Ya desde ahí estamos compitiendo, y por ende cayendo en constantes disputas, principalmente por la sobrevaloración que le damos a las apariencias; cuando en esencia la competencia sólo debería ser a nivel interno, no externo, por mas que deseemos parecernos a tal o cuál prototipo humano, jamás será posible, por que siempre habrá algo que nos diferencie de los demás y es nuestra propia esencia. Y es ahí donde debemos enfocar nuestros esfuerzos.

Porque el oponente más formidable y el que potencialmente puede ser nuestro peor enemigo, o nuestro mejor aliado; habita en nuestras virtudes, facultades, cualidades, potencialidades, pero especialmente en el conocimiento de nosotros mismos, de ahí comienza el punto de partida para desarrollar una autoestima pobre e inexistente seguridad en si mismo. Las disputas solamente acarrean enemistad y rencores, para finalmente aislarnos en la depresión, al no saber armonizar nuestras emociones e impulsos. Por lo que es necesario ya dejar de compararnos, competir o envidiar a alguien que nada tiene que ver con nuestra esencia, el éxito no se logra derrotando o anticipándose al oponente externo en cualquier área de nuestra vida. El peor enemigo habita en nuestras inseguridades y falta de amor propio.

En cualquier área se desarrolla el éxito en base a capacidad y deseo de superación, potencializando nuestras capacidades y mejorando gradualmente en lo interno que es lo emocional y lo mental, aspirando a ser perfectibles en nuestro mundo interior, ser más competentes, tolerantes, pacientes, honestos y humildes. Dejar de evadir nuestra responsabilidad fijándonos en los defectos de los demás, queriendo ser como ellos, envidiando lo que no ha sido fruto de nuestro esfuerzo. El liderazgo y la personalidad enigmática se desarrolla amándonos desde lo interno aceptando el mundo o las circunstancias en que nos tocó vivir, como un punto de partida para iniciar el proceso de superación para proyectar una real coherencia entre lo que sentimos, pensamos y actuamos, ahí comienza la libertad, cuando tomamos el control absoluto de nuestra vida y recreamos el futuro anhelado en cada instante de nuestra existencia presente.