jueves, agosto 12, 2010

Triunfo Final

Luego de perder por solo un voto sus elecciones para alcalde en 1993, Charlie Lewis se mudó a otra ciudad. Decidió gozar de la vida tranquila de un retirado, creyendo que el pedido de recusación de las elecciones que había solicitado al tribunal era poco probable que sucediese. Y entonces ocurrió un llamado telefónico inesperado, solicitando que regresara de nuevo. El Tribunal Supremo del estado había anulado tres votos ausentes para su contrincante, el alcalde residente, quedando sin efecto su victoria y convirtiéndolo en el ganador por un margen de dos votos.


“Habían sido más de dos años”, dijo el vencedor de setenta y dos años de edad en respuesta a la noticia. “Supuse que me habían olvidado… creo que cuando se llega a mi edad se aprende a digerir pacientemente las cosas”. No obstante, estaba entusiasmado con la decisión del tribunal y las oportunidades que le aguardaban.

Se convirtió en el primer alcalde de color de la pequeña ciudad.

“He esperado un poco, pero la ley se tomó mucho tiempo”, dijo


Reflexión:

El principal objetivo de toda vida para un ser humano es lograr el éxito en todo propósito que finque para la realización de sus sueños, y por supuesto que el anhelar cristalizar toda meta es el motor principal que nos impulsa para la búsqueda del éxito en todos los planos de nuestra existencia. Y es ese sentimiento el que no desarrolla una personalidad competitiva y desafiante, el constante estar probando nuestras capacidades y facultades, y que generalmente lo hacemos en mayor medida a través de la constante competencia con otro ser humano o en un grupo, con esa necesidad de sobresalir de entre la mayoría, lo cuál es el alimento esencial de nuestro ego, el que se estimula por las influencias externas, por medio del reconocimiento, de las palmas, de los escenarios, de las alabanzas, de los ascensos a mejores niveles de trabajo y por ende de vida, pero sobre todo el ser el foco de atención en un medio social que basa su status en el sentido de pertenencia a un mejor estatus social.

Este sentimiento que es muy independiente de nuestra esencia real interna, de la individualidad, necesita de los factores superficiales del exterior para ser enaltecido hasta la supremacía de su materialismo, en un mundo material o terrenal, un mundo perecedero y fugaz. Porque sólo el éxito material se conserva hasta que la suerte o la vida se extingan, porque estamos inmersos en un breve tránsito vital, y nos valemos de lo material que provee el dinero, las propiedades y el reconocimiento a nuestra persona. Porque al estar sumergido en este mundo terrenal, en la mayor parte de nuestra existencia no alcanzamos a distinguir con claridad cuál es el sentido de habitar este mundo, de cuestionarnos constantemente: de donde venimos?, quienes somos? y a donde vamos?, simplemente nos entregamos a la influencia de nuestros instintos primarios de supervivencia, y ese instinto es el de competir para ser el mejor, el número uno, el más capaz, el más fuerte, el más rico, el más inteligente, el más reconocido, el más apto, el más,, siempre el más…porque fincamos nuestros esfuerzos en proyectar nuestro pensamiento hacia lo externo, hacia el prójimo, al que visualizamos como nuestro adversario, nuestro oponente, nuestro enemigo, nuestro obstáculo; es cuando hacemos del éxito solo algo material, algo vano y efímero.

Nuestro único y real adversario, oponente, enemigo, obstáculo no habita en el exterior, fuera de nosotros, sino en nuestro interior, en nosotros mismos, la vida sólo actúa como espejo, cuando en realidad nosotros somos los protagonistas de nuestro destino, el reflejo de nuestra propia imagen, ese es el mundo real, el mundo interior; el de las sensaciones, el de las emociones, el de los pensamientos, el de nuestra individualidad; ahí radica la clave hacia el éxito no de una existencia efímera de acciones finitas y temporales; sino de una vida en la eternidad de las acciones trascendentales, el éxito es vivir la vida acorde a nuestra emanación interna de anhelos, en la congruencia de sentimientos, pensamientos y acciones, es la libertad de atrevernos a mostrarnos con libertad de prejuicios, temores y remordimientos.

Porque aún cuando nuestros proyectos no alcancen los niveles de realización que hemos trazado en la red del tiempo. No significa que ya hemos fracasado en nuestra encomienda, significa que aún se encuentra en un proceso interno de maduración, que de nada servirá precipitar sus resultados con acciones desesperadas e irreflexivas, sólo con el propósito de acelerar los resultados, porque lo único que se acelera es alcanzar, pero el precipicio del fracaso por la falta de paciencia y cautela, cuando no hay una meta clara por alcanzar, cuando los objetivos a corto, mediano y largo plazo no han sido trazados con claridad, pero sobre todo cuando no han sido considerados los imprevistos e imponderables, cuando no se está preparado para afrontar las dificultades que se puedan presentar durante la realización de un proyecto determinado; nada es producto de la suerte, es producto de la oportunidad de saber identificar el momento más adecuado para actuar, y aún es más valioso es el factor paciencia, trabajando activamente para el éxito de nuestra empresa personal, siendo flexibles y abiertos a cualquier alteración o modificación que surja durante el proceso, para realizar los ajustes necesarios, corrigiendo, replanteando e incluso reorientando los objetivos primarios con miras a lograr aún mejores resultados.

Porque si bien el triunfo final es alcanzar el éxito en todo proyecto personal a nivel material y espiritual; es descubrir el justo equilibrio de las cosas; siendo prioritario el éxito interno venciendo a nuestro peor enemigo que habita en nuestro interior en forma de temores, incertidumbre, inseguridad y pesimismo. Ya habremos logrado lo más importante: vencer a nuestro enemigo interior para hacerlo nuestro mejor amigo y guía. Más vale fracasar en una causa que algún día triunfará, que triunfar en una causa que algún día fracasará.

El éxito ya lo poseemos por instinto, ya que para nacer tuvimos que vencer a millones de espermatozoides, para alcanzar el triunfo final de fecundar el óvulo y lograr la máxima victoria: la oportunidad de existir; si ya poseemos ese gen victorioso, sólo basta asumirlo para comenzar la carrera hacia el éxito de la vida, vivir para ser feliz, siendo libres en el interior venciendo las barreras y obstáculos del exterior.