Recuerdos
En
algún momento, en un breve espacio del día, al mirar alguna fotografía,
un recuerdo fugaz de alguna relación del pasado, un familiar que ya
partió hacia otros planos, un amigo entrañable que en su momento fue muy
oportuna su presencia, incluso una persona desconocida que por azares
del destino nos cambio la vida o nos dejó una enseñanza imborrable, y
que decir de aquellas personas que durante nuestra niñez, adolescencia e
incluso edad madura, fueron protagonistas desagradables que de alguna
forma nos hicieron daño y dejaron una marca permanente en nuestro sentir
y que al paso del tiempo hemos logrado perdonarles, porque sin duda,
obligaron a desarrollar aceleradamente nuestro grado de madurez. Esto
son algunos ejemplos de esas vivencias que con el paso del tiempo se
transformaron en sólo recuerdos que ya ocupan un lugar muy especial en
nuestra memoria y corazón. Esa capacidad de nuestra mente de albergar
cualquier cantidad de circunstancias y que se fijan sólidamente en
nuestros sentimientos, es el libro de nuestra existencia. Todo lleva un
proceso, primeramente se vivencía el momento, ésta deja indeleblemente
una enseñanza que se desarrolla en experiencia, para que finalmente sea
parte de nuestro arsenal de sabiduría. Y nuestros sentimientos son los
que pasan por este proceso, desde sorpresas, alegrías, ilusiones,
deseos, tristeza, dolor, rencores, añoranzas, nostalgia, llanto y temor
entre otros matices.
Esa
es nuestra esencia humana recibir todo tipo de enseñanzas con un fin
específico. Y cuántas veces nos hemos preguntado: porqué estamos
sometidos a esta inevitable ley de kármica?, acaso esto forma parte del
destino?, y con que fin?, porque es tan difícil olvidar completamente un
recuerdo, que cuando pareciera que ya desapareció de los anales de
nuestra historia personal, alguna circunstancia nos hace rememorarlo?.
Cuántos de éstos recuerdos no se han transformado en pesadas cargas que
atormentan nuestra existencia?, es quizás consecuencia de nuestra
incapacidad para desprendernos de ellos, motivados por algún círculo que
negamos a cerrar?, o de algún pendiente que nos hemos retraído a
concluir?. Si somos realmente dueños de nuestro destino, y por ende de
nuestro
pensamientos e incluso de las circunstancias que vivimos a diario,
porque cuando aparentemente poseemos el control, tropezamos una y otra
vez por ese empecinamiento de nuestra parte, al retener aquello que nos
sigue limitando y que no permite que seamos plenamente felices?. Existe
algún mecanismo eficaz que por arte de magia borre permanentemente
aquellos recuerdos que nos producen dolor y zozobra? Y por el contrario,
cómo conservar los que nos proporcionaron plenitud?.
Conservar
lo agradable y alejar lo desagradable, parece una conveniencia de
nuestra parte, es muy fácil fugarnos y huir de las grandes
responsabilidades de nuestros actos y acercarnos a aquello que nos
proporciona confort y seguridad!. Es muy claro que cualquier vivencia
sin importar el matiz o el sentimiento cumple con un objetivo en común, y
eso se llama enseñanza, para bien o para mal es sólo un calificativo
motivado por nuestro grado de conciencia. Sin embargo, debemos tener
claro que por más que huyamos o evadamos alguna circunstancia sólo
aletargaremos lo inevitable, y el retener recuerdos de igual forma
detendrá el proceso vivencial presente; todo lo acontecido ya pertenece
indisolublemente al pasado por más rememoraciones y arrepentimientos
realicemos, ni mucho menos algún
tipo de indulgencia revertirá los efectos de nuestras acciones pasadas,
la línea del tiempo es implacable y nada ni nadie detendrá su
inexorable marcha. Cuando estamos sumergidos en algún recuerdo se diluye
automáticamente nuestro tiempo presente. El recuerdo es y será por
siempre sólo un aprendizaje más, que desarrolla carácter, temple y
madurez. La vida es presente en movimiento y el recuerdo sólo representa
una referencia más en el accionar de nuestros actos futuros; lo cuál no
significa que debamos de asumirlos como una opción para encarar una
situación determinada, ya que cada acción es única y diferente a
cualquier otra que hayamos experimentado.
Nada
nos impide evocar un bello recuerdo, el cuál puede ser un excelente
paliativo o una inspiración para fincarle un valor a nuestra existencia;
lo que es insano y perjudicial es aferrarnos a recuerdos que hieren y
disminuyen nuestra autoestima. La vida puede ser excepcionalmente
enriquecedora cuando vivimos un día a la vez, momento a momento como el
arma más implacable contra la desidia y la indiferencia producto de los
efectos devastadores de los recuerdos del pasado!.
Vivir el momento es disponer del ciento por ciento de nuestra energía para luchar por nuestra libertad¡.
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