Lealtad
Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:
--¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá.
El rey sonrió con escepticismo.
Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo:
--Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno.
No duda de que su amigo volverá.
—¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca.
Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.
El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.
El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres.
Reflexion:
Este cuento nos ejemplifica uno de los valores más importantes y actualmente tan descuidados como lo es la lealtad; con el paso el tiempo el ser humano ante el complejo entorno que le envuelve actualmente ha transformado su personalidad hasta tornarse egoísta y desconfiado, no se le puede culpar del todo, es producto del medio el que lo ha hecho así, aunado a un sin fin de experiencias que han minado su confianza no sólo ante un ser humano, sino ante sí mismo. Y así como es el entorno exterior, en nuestro interior hemos también perdido esa autoconfianza y seguridad en uno mismo, porque nos hemos dejado penetrar por las influencias destructivas y nocivas del exterior. No podemos evitar que nos rodeemos de personas que por razones válidas o equivocadas nos ataquen constantemente a través de provocaciones o envidias, y muchas veces nos preguntamos porque constantemente cuestionan nuestra forma de proceder basada en como concebimos la vida; peor aún, es cuando permitimos que ese tipo de influencia nos penetre y contamine el alma, siendo rehenes de nuestros propios prejuicios alimentados por esta influencia.
Y en más de una ocasión nos hemos preguntado: porque seguimos pendientes de lo que piensen, digan u opinen de nosotros?, porque permitimos a todo momento que siquiera se atrevan a cuestionar nuestra personalidad, bajo que base moral?, y porque seguimos dependiendo de los demás para proceder conforme a nuestros dictados internos?, porque hemos perdido esa lealtad ante nuestra propia valía?. Porque hemos dejado de ser leales con nuestras convicciones, y en que momento dejamos de alimentarlas al darle mayor importancia a lo que piensen los demás?. Es acaso vital esto último?. Sin ese constante cuestionamiento ajeno somos incapaces de seguir adelante?. En que momento nos hemos perdido y transformado en maquinas dependientes de este combustible exterior, de la necesidad de una pertenencia que nos hace renunciar a una gran parte auténtica de nuestro ser por la necesidad dependiente de ser aceptados?. Preferimos ser leales a alguien quién nos hace daño o habla a nuestras espaldas con la única finalidad de desprestigiarnos?, vale la pena ese tipo de personas?, ganamos algo al confrontarlas?, las haremos razonar o cambiar cuando su único fin es prometer una falsa lealtad basada en la conveniencia?. Es realmente desgastante siquiera llenar nuestros pensamientos con todo este tipo de dependencias, es llenarnos a cabeza de cuestionamientos innecesarios que sólo nos distraen de nuestro objetivo principal de vida!.
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