martes, diciembre 06, 2011

Lealtad

Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado.

Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:

--¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá.

El rey sonrió con escepticismo.

Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo:

--Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno.

No duda de que su amigo volverá.

—¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca.

Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.

El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.

El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres.

Reflexion:

Este cuento nos ejemplifica uno de los valores más importantes y actualmente tan descuidados como lo es la lealtad; con el paso el tiempo el ser humano ante el complejo entorno que le envuelve actualmente ha transformado su personalidad hasta tornarse egoísta y desconfiado, no se le puede culpar del todo, es producto del medio el que lo ha hecho así, aunado a un sin fin de experiencias que han minado su confianza no sólo ante un ser humano, sino ante sí mismo. Y así como es el entorno exterior, en nuestro interior hemos también perdido esa autoconfianza y seguridad en uno mismo, porque nos hemos dejado penetrar por las influencias destructivas y nocivas del exterior. No podemos evitar que nos rodeemos de personas que por razones válidas o equivocadas nos ataquen constantemente a través de provocaciones o envidias, y muchas veces nos preguntamos porque constantemente cuestionan nuestra forma de proceder basada en como concebimos la vida; peor aún, es cuando permitimos que ese tipo de influencia nos penetre y contamine el alma, siendo rehenes de nuestros propios prejuicios alimentados por esta influencia.

Y en más de una ocasión nos hemos preguntado: porque seguimos pendientes de lo que piensen, digan u opinen de nosotros?, porque permitimos a todo momento que siquiera se atrevan a cuestionar nuestra personalidad, bajo que base moral?, y porque seguimos dependiendo de los demás para proceder conforme a nuestros dictados internos?, porque hemos perdido esa lealtad ante nuestra propia valía?. Porque hemos dejado de ser leales con nuestras convicciones, y en que momento dejamos de alimentarlas al darle mayor importancia a lo que piensen los demás?. Es acaso vital esto último?. Sin ese constante cuestionamiento ajeno somos incapaces de seguir adelante?. En que momento nos hemos perdido y transformado en maquinas dependientes de este combustible exterior, de la necesidad de una pertenencia que nos hace renunciar a una gran parte auténtica de nuestro ser por la necesidad dependiente de ser aceptados?. Preferimos ser leales a alguien quién nos hace daño o habla a nuestras espaldas con la única finalidad de desprestigiarnos?, vale la pena ese tipo de personas?, ganamos algo al confrontarlas?, las haremos razonar o cambiar cuando su único fin es prometer una falsa lealtad basada en la conveniencia?. Es realmente desgastante siquiera llenar nuestros pensamientos con todo este tipo de dependencias, es llenarnos a cabeza de cuestionamientos innecesarios que sólo nos distraen de nuestro objetivo principal de vida!.

La lealtad parte en un principio de independizarnos de cualquier tipo de influencia o apego externo, la convivencia nos desarrolla como entes sociales y nos ayuda a autoperfeccionarnos al exponernos ante el intercambio con otras personas, lo cuál nos proporciona experiencia y sabiduría. Pero eso no significa que tengamos que ser condicionados a perder nuestra esencia para ser aceptados y reconocidos. Esa aceptación y reconocimiento es exclusivamente interno, propio y sin condicionamientos. Cuando logremos comprender esto, descubriremos que no es tan importante el cuestionamiento nocivo del exterior como pensábamos, sólo aquellas personas que poseen calidad humana y que podemos reconocer como leales, son aquellas que nos aceptan como somos, que no condicionan, que no se basan en una doble moral y que son congruentes en su pensar, decir y actuar. Y por lo tanto no necesitamos desgastarnos ante este tipo de personas, es darles alimento y motivos para seguir con su necedad. Cuando el ser humano comienza a liberarse de estas ataduras nocivas, es cuando acepta la plena responsabilidad de conducirse en la vida conforme a sus propios dictados internos, ese es el mejor amigo y más leal que poseemos, el que aceptamos, reconocemos, valoramos y alimentamos día a día: Nuestro propio SER!.