jueves, agosto 12, 2010

Los Monos

Era un aspirante espiritual con mucha motivación, pero tenía una mente muy dispersa. Tuvo noticias de un sobresaliente mentor y no dudó en desplazarse hasta donde vivía y decirle:

–Respetado maestro, perdona que te moleste, pero mi gratitud sería enorme si pudieras proporcionarme un tema de meditación, puesto que tengo decidido retirarme al bosque durante unas semanas para meditar sin descanso.

–Me complace tu decisión. Ve al bosque y estáte contigo mismo. Puedes meditar en todo aquello que quieras, excepto en monos. Trae lo que quieras a tu mente, pero no pienses en monos.

El discípulo se sintió muy contento, diciendo: “!Qué fácil es el tema que me ha proporcionado el maestro!; sí, realmente sencillo”. Se retiró a un frondoso bosque y dispuso una cabaña para la meditación. Transcurrieron las semanas y el aspirante puso término al retiro. Regresó junto al mentor, y éste, nada más verlo, preguntó:

–¿Qué tal te ha ido?

Apesadumbrado, el aspirante repuso:

–Ha sido agotador. Traté incansablemente de pensar en algo que no fuesen monos, pero los monos iban y venían por mi mente sin poderlo evitar. En realidad, llegó un momento en que sólo pensaba en monos.

Reflexión:


Que difícil es mantener una concentración absoluta en nuestros días!, con todo tipo de influencias que rodean nuestro entorno, distractores por donde volteemos, miles de pendientes que resolver en nuestra escuela, trabajo, familia, sociedad, etc.; cumplir nuestras obligaciones de todos los días o desentendernos de ellas. Todo en la vida es actividad en movimiento, contra el intervalo entre un instante y otro conceptualizado como el tiempo. Un concepto que el mismo ser humano le plasmó a sus instantes a fin de poder controlar sólo una minúscula parte de un universo que no detiene la marcha de su atemporalidad y que se desarrolla entre el caos y el orden. Y la mente que es sólo un insignificante fragmento de un universo en constante dinamismo que a través de la memoria fija el álbum de sus experiencias pasadas, adhiriéndolas como recuerdos. Nuestra mente por tanto en su minúsculo universo interior transita de igual forma en las redes del tiempo entre su orden y caos, producto de las vivencias que a cada intervalo de tiempo experimentamos y que se transforma en un baúl de recuerdos del pasado, entre pensamientos existenciales como inquietudes ante un futuro que nos agobia y obsesiona, y que estos dos polos, llenan casi la totalidad de nuestra vida, de nuestro tiempo vital llamado presente. Y que a su vez nos sumerge en un mar de distractores que nos impide el comprender y experimentar en su total plenitud el punto central llamado presente y que representa el equilibrio entre esos dos polos llamados pasado y futuro.

Como podemos pedirle a nuestra mente la concentración total cuando somos presas de este mar de inquietudes y obsesiones?. Porque sólo en momentos de gran presión es cuando ocasionalmente logramos una atención absoluta sobre el instante presente experimentado, o cuando nos aislamos de nuestro entorno caótico para buscar un poco de paz y tranquilidad y en esa meditación hallar el punto de equilibrio que nos armonice?. Porque cuando anhelamos centrar y enfocar nuestros pensamientos en una sola acción, basta sólo una inducción, para comenzar a obsesionarnos con ese distractor y olvidarnos por completo de nuestro propósito inicial?. En que consiste esas obsesiones que eliminan la posibilidad de entregarnos plenamente a una vivencia presente?. Nuestra mente puede ser nuestra mejor aliada o nuestro peor enemigo. Todo depende de quién la controle y de que forma se oriente hacia pensamientos positivos y constructivos para lograr desprenderle de toda la basura mental que obstaculiza la total concentración. Representa natural que nuestra mente se aferre al pasado a aquellos recuerdos agradables que en su momento fueron plenos y significativos, pero más aún las experiencias desagradables, aquellas que penetraron más allá de nuestros límites emocionales y mentales, y que muchas de ellas dejaron algún fragmento de secuelas, fijando un sello muy profundo en nuestra personalidad. Ni que decir del llamado porvenir o futuro, lo que está por llegar y que es producto de metas, anhelos y aspiraciones. Esto nos crea un sentimiento de incertidumbre y recelo ante lo desconocido y que es en mayor medida el motor de nuestras acciones cotidianas. Tener la certeza de construir los cimientos para llegar en plenitud de facultades físicas y mentales.

Esa es la historia de nuestra vida rebotando de un intervalo a otro, cegados por las preocupaciones cotidianas, sumergidos en nuestros pensamientos y distraídos hacia nuestro interior. De que forma lograremos concentrarnos en algo específico sin distraernos al siguiente instante?. No es aislarnos de entorno para fijar nuestra atención hacia un punto de equilibrio, tampoco de evadir u olvidar lo que nos rodea, el aislarnos de las multitudes no necesariamente nos aísla del caos interior; podemos estar rodeados de multitudes y experimentar soledad, vacío, rechazo e indiferencia. La distracción no es por tanto exterior; es interna, es acallar primeramente nuestras emociones, nuestros pensamientos obsesivos, despojarnos del intervalo entre el pasado y el presente, comenzar a enfrentar nuestra problemática personal, aceptar que somos producto de las acciones pasadas y de nuestros temores del futuro. La concentración es armonizar tanto nuestro entorno exterior como interior, entregándonos a la vida a cada instante, fijando nuestras metas a realizar, pero no obsesionarnos con el proceso intermedio. Porque bloquea toda posibilidad de espontaneidad. Si nuestro universo se encuentra en constante cambio y dinamismo; así nuestra actividad vital se desarrolla en constante cambio y dinamismo. Sin caos no hay posibilidad de Orden, así como la oscuridad nos lleva hacia la luz, y sin lo frío no percibiríamos el calor; de igual forma el tiempo es relativo ante la atemporalidad; también las experiencias negativas nos dejan enseñanza positiva. Es necesario comprender que todo tiene una razón de ser, que la dualidad es necesaria para hallar un punto de equilibrio y que poseemos las facultades necesarias para tomar el control de nuestro propio destino, experimentándolo sin obsesionarnos por lo pasado ni presente, porque finalmente sólo son experiencias que forjan nuestro carácter y personalidad.

Distraerse es obsesionarse con la nostalgia y remordimiento del pasado, y la ilusión e incertidumbre del futuro, porque cada uno de sus cimientos diluyen el presente vital.

Concentrarse es vivir para el presente, porque cada instante representa los cimientos del pasado para ascender hacia los peldaños del porvenir.