Despreocuparse
"¿Qué debo hacer para llegar a la Iluminación?"
"Nada"
"¿Cómo es eso...?"
"La Iluminación no es cuestión de "hacer". La Iluminación se produce"
"Entonces, ¿no puede alcanzarse nunca?"
"Por supuesto que puede alcanzarse"
"¿Y cómo?"
"No haciendo"
"¿Y qué hay que hacer para llegar a no hacer?"
"¿Qué hay que hacer para dormirse o para despertarse?"
Reflexión:
Cuantas veces en la vida no hemos buscado afanosamente despreocuparnos de los problemas que nos aquejan en la vida?, de los problemas cotidianos, de las culpas del pasado, de la incertidumbre que nos provoca el porvenir?, hemos escuchado increíbles historias o leyendas acerca de personajes muy especiales o elegidos que se dice, han logrado la llamada iluminación, un estado de espiritualidad trascendental, en que la vida deja de ser una carga, hay ausencia de dolor, y desesperanza, se experimenta alegría, ligereza, equilibrio y una conexión muy intima con un estado de divinidad que proporciona la sensación de plena libertad.
Buscamos todo tipo de mecanismos para aliviar nuestros males internos, en el aspecto psicológico, emocional y mental, para no sentirnos arrastrados por la vorágine del pasado y el futuro, para que nuestros pensamientos dejen de serlo, dejen de ser una simple memorización mental de almacenamiento de información producida por sucesos ya vividos, simplemente experimentar la vida en las diferentes sucesiones presentes y dejar de obsesionarnos por aquello que aún no hemos vivido, pero que sin embargo, anhelamos tener el control anticipado de ello, para evitar en lo posible equivocarnos: proyectamos en el futuro nuestras expectativas más anheladas de vida, deseamos, riqueza, posesiones materiales, poder, reconocimiento y prestigio como prioridades y dejamos en segundo término el amor, la salud, el equilibrio y el desarrollo interno.
Cabe hacernos una pregunta: Quién es más pleno en la vida?: el que anhela más riqueza o el que no la necesita? No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. En la vida no todo es el dinero, es cierto, es esencial para desarrollarnos en una sociedad materialista y poder sobrevivir ante esta constante presión social. Pero cuantas veces no hemos sido testigos de personas adineradas o acomodadas que aún estando satisfechas y orgullosas con su éxito material, sin embargo no son felices!, que sucede? Porque esta aparente contradicción?, mucho de ello se debe a la constante competencia por anhelar más y más y entre más se obtiene aún cuando ya sea en apariencia suficiente, más se desea obtener riqueza, ya no sólo para una vida cómoda, sino para obtener poder no sólo en sí mismo, sino por encima de los demás, de ahí parte esa constante insatisfacción, que por la obsesión de poseer más y más, hacemos a un lado lo más esencial de la vida, la salud, la familia y la humildad, hay constante denigración a los valores humanos, hay obsesión, hay descuido hacia uno mismo y el entorno familiar, hay lucha de poder, y problemas psicológicos por ese vacío interno que se experimenta cuando sabedores de nuestra codicia internamente estamos insatisfechos, y buscamos complementarlo con lo material; y esa constante preocupación por mantener un estatus social, prestigio y reconocimiento entramos a un estado de depresión y desesperación por las consecuencias provocadas por esa ¨necesidad¨ de riqueza material, y en cambio, cuando carecemos de ello estamos en constante agobio por sobrevivir, por luchar día a día por el sustento diario, nuestra preocupación es el aspecto económico, aún cuando no sabemos con certeza cuanto es necesario, porque se desarrolla conforme a niveles; una vez lograda cierta posición económica, entramos aun nuevo nivel, ahora se desea más y así sucesivamente, lo importante es darle equilibrio a ambos aspectos, a lo material y lo espiritual.
El ser humano por naturaleza es competitivo, lo cuál no es destructivo, siempre y cuando la competencia no se dé a través de otra persona, sino a través de uno mismo, siempre buscamos compararnos con alguien, nos obsesiona el buscar un modelo o prototipo con el cuál compararnos y anhelar superarlo para que nuestro ego quede satisfecho, y que es lo que sucede una vez ¨superado¨ nuestro ideal?, que la satisfacción no es suficiente, y buscamos nuevamente algo ¨superior¨, siempre en la búsqueda de la perfección, y que es la perfección? Acaso existe la perfección? No será sólo una proyección mental que deviene de un estímulo dirigido para ¨crecer¨ o ser más ante algo que en apariencia no existe?, anhelamos lograr la ¨perfección¨ física, estética y conductual, y en que basamos ese concepto externo de perfección?, quién nos puede asegurar que lo perfecto existe, para así activar nuestro deseo de alcanzarlo? La religión nos inculca que la perfección sólo existe en lo divino, en la creación, en el hombre y la mujer, y en términos generales en todo ser viviente; en un ser supremo que le dio origen al orden que esta presente en el universo y en la naturaleza que nos rodea.
De ahí nace y se origina esa preocupación!, esa búsqueda incesante por alcanzar o descubrir lo perfecto, a anhelar obsesivamente resolver nuestros problemas a través de las riquezas materiales y las posesiones y una vez logradas en apariencia, resulta que descubrimos que esa satisfacción no llega, deseamos más, caemos en un abismo sin fin, porque estamos concentrados en resolver lo material a cualquier precio y donde queda lo interno?, donde queda el anhelo para buscar la riqueza espiritual o interna que no es mas, que descubrir ante todo quienes somos, a que venimos a este mundo, cuál es el esencial objetivo de nuestra existencia?, en que momento se alcanza ese estado de ¨iluminación¨, donde esta la cúspide de la satisfacción personal, donde termina la preocupación, donde se desarrolla ese estado mental de temor ante la muerte que nos hace aferrarnos a un transitorio estado de encarnación?, Estamos preocupados por competir contra los demás cuando la competencia es personal y exclusiva como un acto de descubrimiento y desarrollo interno, de nuestras capacidades innatas o adquiridas que nos lleva hacia la verdadera evolución individual.
Estamos preocupados y obsesionados por no sentirnos alcanzados por el factor tiempo, nos preocupa más la edad cronológica que la edad mental, aún sabedores que segundo a segundo nuestro cuerpo envejece, y eso nos aferra a alimentar la apariencia, la estética, la ¨belleza¨ que simplemente es un cascarón que alberga la verdadera belleza: las cualidades, la capacidad de amar, de entrega y desapego material; en primera instancia inducidos por la belleza externa, escogemos a nuestra pareja, para alimentar sólo un estado carnal, de placer sexual, cuando invariablemente la belleza no se acaba, sólo se transforma, el cascarón se va debilitando, pierde su textura, firmeza para darle paso a la metamorfosis y que así surja en todo su esplendor la belleza interior, lo sexual y carnal se transforma en la esencia del amor, la fidelidad y el compromiso de vida, es más fácil en primera instancia amar las coincidencias, pero es más sublime enamorarse de las diferencias; ahí se desarrolla el verdadero amor.
Y además nos preocupan las apariencias sociales, el que dirán, y esto nos empuja a desarrollar una ¨personalidad¨ que no va acorde con nuestra individualidad, nuestra esencia; tememos mostrarnos al mundo por la crítica y la envidia constante a la que estamos sujetos ante nuestras experiencias personales, y si estas no fueron en su momento agradables, proyectamos ese sentimiento reprimido en vergüenza e inseguridad, lo cuál no permite demostrar lo que somos internamente, sólo aparentamos lo que los demás desean que proyectemos, somos un producto de la sociedad y nos adecuamos a sus ¨necesidades¨ por un ¨vacío y vano¨ sentido de pertenencia, por buscar aceptación y popularidad, y evitar el ¨terrible¨ rechazo que nos ¨aislaría¨, cuando el rechazo y el aislamiento se origina en nuestro interior por la falta de autoconocimiento y posterior desarrollo de nuestras cualidades. Cada uno de esos aspectos nos impulsa a buscar la tan anhelada ¨iluminación¨, que resuelva nuestros miedos internos, lo cuál la orientamos en mayor medida como un mecanismo de evasión ante nuestra problemática, a encerrarnos en una burbuja para sentirnos ¨protegidos¨ ante la invasión social, y huir de nuestros problemas, cuando en realidad estos ¨demonios¨ siempre estarán presentes a donde vayamos o huyamos. Un estado de meditación, no es necesariamente abstraer nuestro pensamiento hacia algo ¨trascendental¨ evadiendo momentáneamente nuestros conflictos, no se trata de huir, o deshacernos de ellos mediante ausencia de pensamiento, a una amnesia permanente que arranque nuestra problemática de raíz, no se trata de ¨hacer¨ para llegar a ser, sólo provocaríamos un esfuerzo, y eso no es iluminación, es rigidez mental y tensión emocional, es inducción hacia algo que es evasivo y que una vez pasado el ¨efecto¨ estos conflictos resurgirán nuevamente.
Una verdadera meditación para alcanzar ese estado de ¨iluminación¨ que en esencia es esclarecimiento, es descubrimiento y conocimiento de lo que somos, es mirar no al exterior sino al interior, analizarnos, comprendernos, interpretarnos en cada acción, emoción o sentimiento y en ese renovado conocimiento despojarnos gradualmente de aquellos aspectos que bloquean la libertad de mostrar nuestra real individualidad; es enfrentarnos a nuestros miedos internos, y la forma de enfrentarlos es aceptando lo pasado como algo ya vivido, resuelto en su momento, no juzgándolo como bueno o malo, positivo o negativo, simplemente como algo constructivo que aportó conocimiento de nuestra naciente evolución y no sentirnos avergonzados por ello ante los demás, cuando se actúa con honestidad y humildad sin dañar al prójimo, es motivo de gran orgullo y autoestima ante lo que se experimentó y arrojó conocimiento valioso para seguir evolucionando. En la vida todo tiene una razón de ser y cada uno de nosotros posee su propia misión personal, basta con descubrirla y canalizarla constructivamente para desarrollar al máximo nuestras capacidades, comenzando con valorarnos, aceptarnos y amarnos en todo nuestro potencial y así poder proyectarnos hacia nuestro presente, viviéndolo tan intensamente como nuestra percepción nos lo permita y en ese estado de euforia permanente comenzar a comprender el real estado de iluminación, que no es ¨hacer¨ sino ser, y el ser implica entregarnos a la vida como si cada día fuera el último, sin complejos ni prejuicios, sin sentirnos avergonzados o inseguros; el mostrarnos tal cuál somos física o internamente despojándonos del que dirán, en ese momento experimentaremos esa sensación de liberación, de alegría y orgullo ante nuestra individualidad, de seguridad y aplomo ante la adversidad, de desapego obsesivo ante lo material, comenzarnos a amarnos para proyectar ese sentimiento a nuestro entorno y aspiraremos sin duda, a alcanzar el estado de plenitud, que es el estado de iluminación: el Ser, el aceptar que somos únicos e individuales, sin personalidades ni apariencias, integrándonos a ese sentimiento de pertenencia no a la riqueza material, sino la integración hacia lo divino, lo que habita en nuestro interior: la riqueza espiritual.
¨Despreocuparse es ocuparnos de nuestra evolución hacia la libertad de Ser¨
"Nada"
"¿Cómo es eso...?"
"La Iluminación no es cuestión de "hacer". La Iluminación se produce"
"Entonces, ¿no puede alcanzarse nunca?"
"Por supuesto que puede alcanzarse"
"¿Y cómo?"
"No haciendo"
"¿Y qué hay que hacer para llegar a no hacer?"
"¿Qué hay que hacer para dormirse o para despertarse?"
Reflexión:
Cuantas veces en la vida no hemos buscado afanosamente despreocuparnos de los problemas que nos aquejan en la vida?, de los problemas cotidianos, de las culpas del pasado, de la incertidumbre que nos provoca el porvenir?, hemos escuchado increíbles historias o leyendas acerca de personajes muy especiales o elegidos que se dice, han logrado la llamada iluminación, un estado de espiritualidad trascendental, en que la vida deja de ser una carga, hay ausencia de dolor, y desesperanza, se experimenta alegría, ligereza, equilibrio y una conexión muy intima con un estado de divinidad que proporciona la sensación de plena libertad.
Buscamos todo tipo de mecanismos para aliviar nuestros males internos, en el aspecto psicológico, emocional y mental, para no sentirnos arrastrados por la vorágine del pasado y el futuro, para que nuestros pensamientos dejen de serlo, dejen de ser una simple memorización mental de almacenamiento de información producida por sucesos ya vividos, simplemente experimentar la vida en las diferentes sucesiones presentes y dejar de obsesionarnos por aquello que aún no hemos vivido, pero que sin embargo, anhelamos tener el control anticipado de ello, para evitar en lo posible equivocarnos: proyectamos en el futuro nuestras expectativas más anheladas de vida, deseamos, riqueza, posesiones materiales, poder, reconocimiento y prestigio como prioridades y dejamos en segundo término el amor, la salud, el equilibrio y el desarrollo interno.
Cabe hacernos una pregunta: Quién es más pleno en la vida?: el que anhela más riqueza o el que no la necesita? No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. En la vida no todo es el dinero, es cierto, es esencial para desarrollarnos en una sociedad materialista y poder sobrevivir ante esta constante presión social. Pero cuantas veces no hemos sido testigos de personas adineradas o acomodadas que aún estando satisfechas y orgullosas con su éxito material, sin embargo no son felices!, que sucede? Porque esta aparente contradicción?, mucho de ello se debe a la constante competencia por anhelar más y más y entre más se obtiene aún cuando ya sea en apariencia suficiente, más se desea obtener riqueza, ya no sólo para una vida cómoda, sino para obtener poder no sólo en sí mismo, sino por encima de los demás, de ahí parte esa constante insatisfacción, que por la obsesión de poseer más y más, hacemos a un lado lo más esencial de la vida, la salud, la familia y la humildad, hay constante denigración a los valores humanos, hay obsesión, hay descuido hacia uno mismo y el entorno familiar, hay lucha de poder, y problemas psicológicos por ese vacío interno que se experimenta cuando sabedores de nuestra codicia internamente estamos insatisfechos, y buscamos complementarlo con lo material; y esa constante preocupación por mantener un estatus social, prestigio y reconocimiento entramos a un estado de depresión y desesperación por las consecuencias provocadas por esa ¨necesidad¨ de riqueza material, y en cambio, cuando carecemos de ello estamos en constante agobio por sobrevivir, por luchar día a día por el sustento diario, nuestra preocupación es el aspecto económico, aún cuando no sabemos con certeza cuanto es necesario, porque se desarrolla conforme a niveles; una vez lograda cierta posición económica, entramos aun nuevo nivel, ahora se desea más y así sucesivamente, lo importante es darle equilibrio a ambos aspectos, a lo material y lo espiritual.
El ser humano por naturaleza es competitivo, lo cuál no es destructivo, siempre y cuando la competencia no se dé a través de otra persona, sino a través de uno mismo, siempre buscamos compararnos con alguien, nos obsesiona el buscar un modelo o prototipo con el cuál compararnos y anhelar superarlo para que nuestro ego quede satisfecho, y que es lo que sucede una vez ¨superado¨ nuestro ideal?, que la satisfacción no es suficiente, y buscamos nuevamente algo ¨superior¨, siempre en la búsqueda de la perfección, y que es la perfección? Acaso existe la perfección? No será sólo una proyección mental que deviene de un estímulo dirigido para ¨crecer¨ o ser más ante algo que en apariencia no existe?, anhelamos lograr la ¨perfección¨ física, estética y conductual, y en que basamos ese concepto externo de perfección?, quién nos puede asegurar que lo perfecto existe, para así activar nuestro deseo de alcanzarlo? La religión nos inculca que la perfección sólo existe en lo divino, en la creación, en el hombre y la mujer, y en términos generales en todo ser viviente; en un ser supremo que le dio origen al orden que esta presente en el universo y en la naturaleza que nos rodea.
De ahí nace y se origina esa preocupación!, esa búsqueda incesante por alcanzar o descubrir lo perfecto, a anhelar obsesivamente resolver nuestros problemas a través de las riquezas materiales y las posesiones y una vez logradas en apariencia, resulta que descubrimos que esa satisfacción no llega, deseamos más, caemos en un abismo sin fin, porque estamos concentrados en resolver lo material a cualquier precio y donde queda lo interno?, donde queda el anhelo para buscar la riqueza espiritual o interna que no es mas, que descubrir ante todo quienes somos, a que venimos a este mundo, cuál es el esencial objetivo de nuestra existencia?, en que momento se alcanza ese estado de ¨iluminación¨, donde esta la cúspide de la satisfacción personal, donde termina la preocupación, donde se desarrolla ese estado mental de temor ante la muerte que nos hace aferrarnos a un transitorio estado de encarnación?, Estamos preocupados por competir contra los demás cuando la competencia es personal y exclusiva como un acto de descubrimiento y desarrollo interno, de nuestras capacidades innatas o adquiridas que nos lleva hacia la verdadera evolución individual.
Estamos preocupados y obsesionados por no sentirnos alcanzados por el factor tiempo, nos preocupa más la edad cronológica que la edad mental, aún sabedores que segundo a segundo nuestro cuerpo envejece, y eso nos aferra a alimentar la apariencia, la estética, la ¨belleza¨ que simplemente es un cascarón que alberga la verdadera belleza: las cualidades, la capacidad de amar, de entrega y desapego material; en primera instancia inducidos por la belleza externa, escogemos a nuestra pareja, para alimentar sólo un estado carnal, de placer sexual, cuando invariablemente la belleza no se acaba, sólo se transforma, el cascarón se va debilitando, pierde su textura, firmeza para darle paso a la metamorfosis y que así surja en todo su esplendor la belleza interior, lo sexual y carnal se transforma en la esencia del amor, la fidelidad y el compromiso de vida, es más fácil en primera instancia amar las coincidencias, pero es más sublime enamorarse de las diferencias; ahí se desarrolla el verdadero amor.
Y además nos preocupan las apariencias sociales, el que dirán, y esto nos empuja a desarrollar una ¨personalidad¨ que no va acorde con nuestra individualidad, nuestra esencia; tememos mostrarnos al mundo por la crítica y la envidia constante a la que estamos sujetos ante nuestras experiencias personales, y si estas no fueron en su momento agradables, proyectamos ese sentimiento reprimido en vergüenza e inseguridad, lo cuál no permite demostrar lo que somos internamente, sólo aparentamos lo que los demás desean que proyectemos, somos un producto de la sociedad y nos adecuamos a sus ¨necesidades¨ por un ¨vacío y vano¨ sentido de pertenencia, por buscar aceptación y popularidad, y evitar el ¨terrible¨ rechazo que nos ¨aislaría¨, cuando el rechazo y el aislamiento se origina en nuestro interior por la falta de autoconocimiento y posterior desarrollo de nuestras cualidades. Cada uno de esos aspectos nos impulsa a buscar la tan anhelada ¨iluminación¨, que resuelva nuestros miedos internos, lo cuál la orientamos en mayor medida como un mecanismo de evasión ante nuestra problemática, a encerrarnos en una burbuja para sentirnos ¨protegidos¨ ante la invasión social, y huir de nuestros problemas, cuando en realidad estos ¨demonios¨ siempre estarán presentes a donde vayamos o huyamos. Un estado de meditación, no es necesariamente abstraer nuestro pensamiento hacia algo ¨trascendental¨ evadiendo momentáneamente nuestros conflictos, no se trata de huir, o deshacernos de ellos mediante ausencia de pensamiento, a una amnesia permanente que arranque nuestra problemática de raíz, no se trata de ¨hacer¨ para llegar a ser, sólo provocaríamos un esfuerzo, y eso no es iluminación, es rigidez mental y tensión emocional, es inducción hacia algo que es evasivo y que una vez pasado el ¨efecto¨ estos conflictos resurgirán nuevamente.
Una verdadera meditación para alcanzar ese estado de ¨iluminación¨ que en esencia es esclarecimiento, es descubrimiento y conocimiento de lo que somos, es mirar no al exterior sino al interior, analizarnos, comprendernos, interpretarnos en cada acción, emoción o sentimiento y en ese renovado conocimiento despojarnos gradualmente de aquellos aspectos que bloquean la libertad de mostrar nuestra real individualidad; es enfrentarnos a nuestros miedos internos, y la forma de enfrentarlos es aceptando lo pasado como algo ya vivido, resuelto en su momento, no juzgándolo como bueno o malo, positivo o negativo, simplemente como algo constructivo que aportó conocimiento de nuestra naciente evolución y no sentirnos avergonzados por ello ante los demás, cuando se actúa con honestidad y humildad sin dañar al prójimo, es motivo de gran orgullo y autoestima ante lo que se experimentó y arrojó conocimiento valioso para seguir evolucionando. En la vida todo tiene una razón de ser y cada uno de nosotros posee su propia misión personal, basta con descubrirla y canalizarla constructivamente para desarrollar al máximo nuestras capacidades, comenzando con valorarnos, aceptarnos y amarnos en todo nuestro potencial y así poder proyectarnos hacia nuestro presente, viviéndolo tan intensamente como nuestra percepción nos lo permita y en ese estado de euforia permanente comenzar a comprender el real estado de iluminación, que no es ¨hacer¨ sino ser, y el ser implica entregarnos a la vida como si cada día fuera el último, sin complejos ni prejuicios, sin sentirnos avergonzados o inseguros; el mostrarnos tal cuál somos física o internamente despojándonos del que dirán, en ese momento experimentaremos esa sensación de liberación, de alegría y orgullo ante nuestra individualidad, de seguridad y aplomo ante la adversidad, de desapego obsesivo ante lo material, comenzarnos a amarnos para proyectar ese sentimiento a nuestro entorno y aspiraremos sin duda, a alcanzar el estado de plenitud, que es el estado de iluminación: el Ser, el aceptar que somos únicos e individuales, sin personalidades ni apariencias, integrándonos a ese sentimiento de pertenencia no a la riqueza material, sino la integración hacia lo divino, lo que habita en nuestro interior: la riqueza espiritual.
¨Despreocuparse es ocuparnos de nuestra evolución hacia la libertad de Ser¨
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