La Verdad
Érase una vez un maestro artesano que tenía un buen trabajo, una abnegada esposa y cuatro hijas de gran belleza; en definitiva todo cuánto un hombre necesita para ser feliz. Sin embargo, se sentía inquieto e insatisfecho. Cuando su mujer le preguntó que le ocurría, él le confesó:
- Quiero hallar la verdad.
- Ve, entonces – le animó ella y, como era muy lista, añadió- : Ponlo todo en mi nombre.
Así pues, el artesano partió en busca de la Verdad. Subió a la cima de las montañas, bajó a lo más profundo de los valles, recorrió todas las costas, penetró en la espesura de muchos bosques misteriosos. La búsqueda duró días, meses, años. Estaba a punto de desistir de su empeño cuando un día en que había ascendido a la cumbre de un monte en medio de un frío glacial, descubrió una cueva habitada por una anciana con la piel llena de arrugas, y tan curtida que semejaba cuero, el cabello enmarañado y grasiento, las manos sarmentosas a causa de la artritis y un solo diente en la boca.
Sin embargo, cuando después de hacerle señas para que se acercara comenzó a hablar, su voz destilaba tal pureza y lirismo que comprendió que por fin había encontrado la verdad.
Permaneció a su lado un año y un día, y durante ese tiempo aprendió todo cuanto ella estaba en condiciones de enseñarle. Al cabo de ese período decidió que debía regresar al mundo exterior, junto a la familia que tanto lo quería.
Cuando se dirigía hacia la salida de la cueva, dio media vuelta para despedirse de ella a quién denominaba la Verdad.
- Verdad – le dijo-, has sido muy amable conmigo durante todo este año. ¿Puedo hacer algo por ti?
La anciana quedó pensativa unos minutos y luego levantó un dedo.
- Si – contestó-, cuando hables de mí a los de ahí fuera, diles que soy joven y bella.
Reflexión:
El objetivo que cada ser humano persigue en la vida, es hallar el origen de todas las cosas materiales e inmateriales que nos rodean, con un fin determinado, descubrir el conocimiento que se mantiene oculto en la naturaleza y en nuestro universo, principalmente en el origen de éste para desentrañar la intimidad de su misterio; con la finalidad última de descifrar el eterno enigma de lo que definimos como Dios. Y que es ese poder Supremo e intangible que le proporciona equilibrio y armonía a nuestra naturaleza, cuyo conocimiento de origen desconocido aún por la ciencia, es la inteligencia universal que rige el orden y actividad de todo ser viviente.
Y por ese mismo misterio de develar el origen de nuestra naturaleza es lo que impulsa al ser humano a hallar la verdad oculta en él; aquel cúmulo de inquietudes que le crean zozobra e incertidumbre a lo largo de su existencia, en busca de una sola aspiración: el conocimiento de su Ser para tomar el control de su destino. Por lo mismo, se vale de todo cuánto dispone a su alcance para saciar esa sed de saber, mediante el conocimiento de su origen a través de la historia principalmente, alimentando su necesidad valiéndose de la interpretación experimental de otros seres como él; mediante la observación de la naturaleza que le rodea y de la cuál es parte de ella; e incluso experimentando en sí mismo, implementando metodos y logos a fin de estudiar y escudriñar en las profundidades de la mente; intentando infructuosamente explicarse el fenómeno del alma humana mediante hipótesis científicas; e incluso someter a juicio la armonía universal y jugando a ser Dios, creando e innovando, cuando ya todo está creado y establecido, regido por un orden y armonía divina, lo único que hace el ser humano es descubrirlo, sólo eso; sin embargo, se afana por investigar el origen de nuestro universo mediante teorías que aportan datos insuficientes que satisfagan la razón, y se regresa inevitablemente al mismo origen; que el ser humano entre mas sabe, mas se cerciora que en realidad no sabe nada acerca de su propia verdad oculta en él.
Lo cierto es que estamos obsesionados por descubrir aquello que se considera la verdad, internándonos en el conocimiento del universo externo, en nuestro macrocosmos cuando todas y cada una de las respuestas que anhelamos hallar y que son aspiracionalmente estados de conciencia más plenos y satisfactorios, se encuentra en el conocimiento interno, en nuestro universo interior, nuestro microcosmos, en nuestra vía de comunicación y enlace con aquello que se encuentra aparentemente fuera de nuestras manos y que es la armonía universal insertada en nuestro interior; porque somos una fracción de un Todo, somos parte de nuestro universo, de su orden y de su caos. Al igual que nuestra naturaleza que en su equilibrio se revela así misma, mediante desastres naturales; de igual forma colisiones de planetas y estrellas de nuestro armónico universo; así es como se comporta nuestro universo interior, en sus procesos fisiológicos, mentales y emocionales, de su increíble y asombrosa armonía funcional, se revela en caos y desorden cuando perdemos parcial o totalmente nuestro equilibrio, manifestándose a través de la enfermedad.
Por eso mismo cuando transitamos una vida aparentemente estable en lo económico, familiar y emocional, nos sorprendemos a nosotros mismos vacíos e insatisfechos, cuando en apariencia ya poseíamos todo lo mínimo-máximo necesario para ser felices y plenos. Es cuando surgen a borbotones esas dudas existenciales que desorientan nuestro entorno armónico, y nuestra primera reacción es alejarnos de nuestra aparente estabilidad, por una sensación de hartazgo y saturación mental, de pensamientos que revolotean desequilibrando nuestras emociones y dando grandes bocanas de libertad, una libertad que no era la que originalmente se pensaba lograr, porque la basamos en lo enteramente material y superflúo; en las apariencias y estatus sociales; en la satisfacción de nuestros deseos, más no de nuestros anhelos; en la búsqueda del conocimiento resultante de la experiencia y discernimiento ajeno, con grandes cantidades de cultura que lanzamos en nuestra mente como a un costal, simplemente almacenando información, más no conocimiento propio. Existen tres tipos de seres humanos: aquellos que poseen una sabiduría interna, pero que carecen de conocimiento para aplicarla; aquellos que poseen conocimiento, pero que carecen de la sabiduría interna para canalizarla, y aquellos que poseen conocimiento y sabiduría interna, y que es el ingrediente ideal para alcanzar ese estado de conocimiento puro: el conocimiento del propio Ser, experimentándose así mismo.
Cuando se conoce a uno mismo y se vive acorde a esa sabiduría vivencial, más no ajena, se sabe vivir el momento presente, se sabe aquilatar lo que se tiene sin importar su magnitud, lo más importante es obtener lo mínimo-máximo necesario para experimentar la dicha plena permanente; porque cuando se basa la vida exclusivamente en conquistar la riqueza y el poder material, éste sólo durarán a lo mucho una sola vida, en la cuál se invierte la mayor parte del tiempo en saciar la avaricia y la codicia, la cuál no conoce límites; porque entre más se tiene más se desea poseer; haciendo a un lado lo más valioso: el experimentarse a sí mismo libre de prejuicios, culpas, deseos obsesivos, temores, incertidumbre y remordimiento. Nada se logra con huir cuando nos sentimos agobiados o vacíos, porque podríamos ir hasta los más alejados confines de la tierra, y sin embrago, nuestra incertidumbre y frustración siempre estarán en nosotros, en nuestro interior. La vida propia se confronta en lugar de alejarla o huir de ella, atendiendo nuestros estados físicos, mentales y emocionales; otorgándoles la oportunidad de florecer y experimentarlos a plenitud, dejándonos guiar por la armonía e inteligencia primaria de nuestro universo interior, cultivando tanto nuestra mente como nuestras sensaciones, experimentándolas al máximo sin transgresiones ni restricciones; sin perder el tiempo en actitudes y actividades superfluas, buscando ante todo la libertad de nuestro Ser!. Actuando en congruencia con nuestro sentir, pensar y actuar; y la verdad se manifestará por sí sola como una luz que ilumina nuestro sendero, la cuál es única, exclusiva e intransferible en cada ser humano. Porque la verdad es experimentar a Dios en uno mismo, y que es vivir acorde a un sentimiento llamado Amor, desarrollándolo en primera instancia en uno mismo, para aspirar a irradiarlo a nuestro entorno.
La Verdad manifiesta la libertad del Ser; la libertad del Ser al Amor, el Amor a Dios; y Dios se manifiesta en el Ser, porque en Ser se encuentra la Verdad !
- Quiero hallar la verdad.
- Ve, entonces – le animó ella y, como era muy lista, añadió- : Ponlo todo en mi nombre.
Así pues, el artesano partió en busca de la Verdad. Subió a la cima de las montañas, bajó a lo más profundo de los valles, recorrió todas las costas, penetró en la espesura de muchos bosques misteriosos. La búsqueda duró días, meses, años. Estaba a punto de desistir de su empeño cuando un día en que había ascendido a la cumbre de un monte en medio de un frío glacial, descubrió una cueva habitada por una anciana con la piel llena de arrugas, y tan curtida que semejaba cuero, el cabello enmarañado y grasiento, las manos sarmentosas a causa de la artritis y un solo diente en la boca.
Sin embargo, cuando después de hacerle señas para que se acercara comenzó a hablar, su voz destilaba tal pureza y lirismo que comprendió que por fin había encontrado la verdad.
Permaneció a su lado un año y un día, y durante ese tiempo aprendió todo cuanto ella estaba en condiciones de enseñarle. Al cabo de ese período decidió que debía regresar al mundo exterior, junto a la familia que tanto lo quería.
Cuando se dirigía hacia la salida de la cueva, dio media vuelta para despedirse de ella a quién denominaba la Verdad.
- Verdad – le dijo-, has sido muy amable conmigo durante todo este año. ¿Puedo hacer algo por ti?
La anciana quedó pensativa unos minutos y luego levantó un dedo.
- Si – contestó-, cuando hables de mí a los de ahí fuera, diles que soy joven y bella.
Reflexión:
El objetivo que cada ser humano persigue en la vida, es hallar el origen de todas las cosas materiales e inmateriales que nos rodean, con un fin determinado, descubrir el conocimiento que se mantiene oculto en la naturaleza y en nuestro universo, principalmente en el origen de éste para desentrañar la intimidad de su misterio; con la finalidad última de descifrar el eterno enigma de lo que definimos como Dios. Y que es ese poder Supremo e intangible que le proporciona equilibrio y armonía a nuestra naturaleza, cuyo conocimiento de origen desconocido aún por la ciencia, es la inteligencia universal que rige el orden y actividad de todo ser viviente.
Y por ese mismo misterio de develar el origen de nuestra naturaleza es lo que impulsa al ser humano a hallar la verdad oculta en él; aquel cúmulo de inquietudes que le crean zozobra e incertidumbre a lo largo de su existencia, en busca de una sola aspiración: el conocimiento de su Ser para tomar el control de su destino. Por lo mismo, se vale de todo cuánto dispone a su alcance para saciar esa sed de saber, mediante el conocimiento de su origen a través de la historia principalmente, alimentando su necesidad valiéndose de la interpretación experimental de otros seres como él; mediante la observación de la naturaleza que le rodea y de la cuál es parte de ella; e incluso experimentando en sí mismo, implementando metodos y logos a fin de estudiar y escudriñar en las profundidades de la mente; intentando infructuosamente explicarse el fenómeno del alma humana mediante hipótesis científicas; e incluso someter a juicio la armonía universal y jugando a ser Dios, creando e innovando, cuando ya todo está creado y establecido, regido por un orden y armonía divina, lo único que hace el ser humano es descubrirlo, sólo eso; sin embargo, se afana por investigar el origen de nuestro universo mediante teorías que aportan datos insuficientes que satisfagan la razón, y se regresa inevitablemente al mismo origen; que el ser humano entre mas sabe, mas se cerciora que en realidad no sabe nada acerca de su propia verdad oculta en él.
Lo cierto es que estamos obsesionados por descubrir aquello que se considera la verdad, internándonos en el conocimiento del universo externo, en nuestro macrocosmos cuando todas y cada una de las respuestas que anhelamos hallar y que son aspiracionalmente estados de conciencia más plenos y satisfactorios, se encuentra en el conocimiento interno, en nuestro universo interior, nuestro microcosmos, en nuestra vía de comunicación y enlace con aquello que se encuentra aparentemente fuera de nuestras manos y que es la armonía universal insertada en nuestro interior; porque somos una fracción de un Todo, somos parte de nuestro universo, de su orden y de su caos. Al igual que nuestra naturaleza que en su equilibrio se revela así misma, mediante desastres naturales; de igual forma colisiones de planetas y estrellas de nuestro armónico universo; así es como se comporta nuestro universo interior, en sus procesos fisiológicos, mentales y emocionales, de su increíble y asombrosa armonía funcional, se revela en caos y desorden cuando perdemos parcial o totalmente nuestro equilibrio, manifestándose a través de la enfermedad.
Por eso mismo cuando transitamos una vida aparentemente estable en lo económico, familiar y emocional, nos sorprendemos a nosotros mismos vacíos e insatisfechos, cuando en apariencia ya poseíamos todo lo mínimo-máximo necesario para ser felices y plenos. Es cuando surgen a borbotones esas dudas existenciales que desorientan nuestro entorno armónico, y nuestra primera reacción es alejarnos de nuestra aparente estabilidad, por una sensación de hartazgo y saturación mental, de pensamientos que revolotean desequilibrando nuestras emociones y dando grandes bocanas de libertad, una libertad que no era la que originalmente se pensaba lograr, porque la basamos en lo enteramente material y superflúo; en las apariencias y estatus sociales; en la satisfacción de nuestros deseos, más no de nuestros anhelos; en la búsqueda del conocimiento resultante de la experiencia y discernimiento ajeno, con grandes cantidades de cultura que lanzamos en nuestra mente como a un costal, simplemente almacenando información, más no conocimiento propio. Existen tres tipos de seres humanos: aquellos que poseen una sabiduría interna, pero que carecen de conocimiento para aplicarla; aquellos que poseen conocimiento, pero que carecen de la sabiduría interna para canalizarla, y aquellos que poseen conocimiento y sabiduría interna, y que es el ingrediente ideal para alcanzar ese estado de conocimiento puro: el conocimiento del propio Ser, experimentándose así mismo.
Cuando se conoce a uno mismo y se vive acorde a esa sabiduría vivencial, más no ajena, se sabe vivir el momento presente, se sabe aquilatar lo que se tiene sin importar su magnitud, lo más importante es obtener lo mínimo-máximo necesario para experimentar la dicha plena permanente; porque cuando se basa la vida exclusivamente en conquistar la riqueza y el poder material, éste sólo durarán a lo mucho una sola vida, en la cuál se invierte la mayor parte del tiempo en saciar la avaricia y la codicia, la cuál no conoce límites; porque entre más se tiene más se desea poseer; haciendo a un lado lo más valioso: el experimentarse a sí mismo libre de prejuicios, culpas, deseos obsesivos, temores, incertidumbre y remordimiento. Nada se logra con huir cuando nos sentimos agobiados o vacíos, porque podríamos ir hasta los más alejados confines de la tierra, y sin embrago, nuestra incertidumbre y frustración siempre estarán en nosotros, en nuestro interior. La vida propia se confronta en lugar de alejarla o huir de ella, atendiendo nuestros estados físicos, mentales y emocionales; otorgándoles la oportunidad de florecer y experimentarlos a plenitud, dejándonos guiar por la armonía e inteligencia primaria de nuestro universo interior, cultivando tanto nuestra mente como nuestras sensaciones, experimentándolas al máximo sin transgresiones ni restricciones; sin perder el tiempo en actitudes y actividades superfluas, buscando ante todo la libertad de nuestro Ser!. Actuando en congruencia con nuestro sentir, pensar y actuar; y la verdad se manifestará por sí sola como una luz que ilumina nuestro sendero, la cuál es única, exclusiva e intransferible en cada ser humano. Porque la verdad es experimentar a Dios en uno mismo, y que es vivir acorde a un sentimiento llamado Amor, desarrollándolo en primera instancia en uno mismo, para aspirar a irradiarlo a nuestro entorno.
La Verdad manifiesta la libertad del Ser; la libertad del Ser al Amor, el Amor a Dios; y Dios se manifiesta en el Ser, porque en Ser se encuentra la Verdad !
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home