El Padre Nuestro (Versión Original) en Arameo
De esta oración derivó la versión actual del "Padre Nuestro", la oración ecuménica de ISSA (Jesucristo).
La oración está escrita en arameo, en la forma que era invocada por Jesús, sobre una piedra blanca de mármol en el Monte de los Olivos en Jerusalén, Palestina.
El arameo es un idioma originario de la Alta Mesopotamia (siglo VI AC), y la lengua usada por los pueblos de la región. Jesús siempre hablaba al pueblo en arameo.
La traducción del arameo al español (sin la interferencia de ninguna institución religiosa) nos muestra cuán bella, profunda y verdadera es esta oración de Jesús
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Padre-Madre, Respiración de la Vida, Fuente del sonido, Acción sin palabras, Creador del Cosmos!
Haz brillar tu luz dentro de nosotros, entre nosotros y fuera de nosotros, para que podamos hacerla útil.
Ayúdanos a seguir nuestro camino respirando tan sólo el sentimiento que emana de Ti.
Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas.
Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades.
Haznos sentir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues, de esta forma, sentiremos la Sabiduría que existe en todo.
No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento.
No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el Poder y la Gloria del mundo, la Canción que se renueva de tiempo en tiempo y que todo lo embellece.
Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. Qué así sea!
Reflexión:
Esta bella oración nos recuerda la necesidad de reencontrarnos día con día con nuestra naturaleza individual, aquella que es esencia del Todo, y que es sustancia y vida de nuestro entorno natural, donde Todo cuándo existe a nuestro alrededor es obra perfecta de la creación universal. Y que es conocimiento puro que habita en nuestro Ser, muy ajeno a las superficialidades y apariencias del entorno en que nos tocó desenvolvernos; ya que la vida no es sólo lo que nuestros sentidos comunes perciben mediante la vista, ni lo que aparentemente escuchamos, hay más allá de toda esta superficialidad; al igual que los seres con los que convivimos y ejercemos el propio derecho a interactuar, su apariencia sólo es una máscara que cubre lo que la mayoría de los seres teme mostrar y expresar. Hay luz en cada uno de nosotros, no el concepto literal de la palabra, por que la palabra sólo es una etiqueta insuficiente de aquello que no posee límites, y que se expresa a través de sensaciones y emociones. La luz es la vía del conocimiento innato que habita en nuestra esencia y que se encuentra pasiva, una semilla en espera de germinar, a través del despertar de la conciencia hacia la vida, hacia el conocimiento de cada uno de nosotros, de nuestras inquietudes existenciales, de nuestros anhelos y de nuestros proyecciones hacia un presente venidero llamado porvenir o futuro.
Porque todo conocimiento de vida no posee palabras que abarquen la grandeza de su esencia, simplemente es acción en movimiento y evolución constante, el cuál emerge mediante las sensaciones de nuestro Ser que emanan a la superficie de las emociones y que son decodificadas por nuestro razonamiento, para ser puesto en acción no en palabras, sino en hechos tangibles y concretos. Construyendo escalón a escalón el ascenso hacia nuestro destino, del cuál somos portadores y únicos dueños ejecutores de él. Y en esa responsabilidad que no se delega, se encuentra el sendero anhelado en la búsqueda de la felicidad, actuando en el exterior paralela y armónicamente valiéndonos de nuestros impulsos internos, nuestra conciencia universal, nuestra voz interna, nuestro juez implacable, nuestra fuente ilimitada de sabiduría, nuestra voz interior, etc. Cualquier calificativo es insuficiente para describir algo que se escapa de nuestros sentidos físicos y que sólo pueden ser reconocidos a través de nuestra percepción intuitiva.
Con esa sensibilidad a flor de piel, despojados de todo prejuicio, de toda culpa, de todo remordimiento, odio o envidia, renace el orden por sobre el caos mental y emocional que aqueja a todo ser viviente, para restaurar el equilibrio perdido y la paz interior, y en ese naciente despertar, comenzar a dilucidar y descubrir que la real sabiduría de la vida no se encuentra en la superficialidad de las cosas que son limitativas por naturaleza, sino en la profundidad del Todo de la fuente ilimitada de lo que reconocemos como Dios.
Porque finalmente en el despertar de nuestros aspectos internos, en explorar nuestras potencialidades y facultades que por naturaleza nos fueron concedidas y heredadas, se encuentra la clave de la libertad anhelada, aún por encima de las apariencias, de las imposiciones políticas y religiosas, de los frívolos status quo, de la dependencia de los vanos reconocimientos sociales, de las desmedidas ambiciones materiales, del constante engaño a que somos sometidos por los masivos medios de comunicación y de los crueles e involuntarios matices que el ego nos deforma nuestra esencia singular; detrás de toda esa superficialidad de apariencias, habita una olvidada y desconocida realidad, la realidad del crecimiento ilimitado. Y que es la liberación de nuestro Yo interno, la subconsciencia que se transforma en inconsciencia al quedar sepultada en el olvido de una conciencia exterior y superficial se sobreponga a las dificultades que la personalidad le somete, cada capa es producto del olvido de nuestros deseos más íntimos que son reprimidos en un mundo sumergido en la fascinación del materialismo exacerbado que desemboca en la obsesión por alcanzar el poder a nivel económico, social y religioso, a cualquier costo, incluso por encima de la dignidad humana, en una frenética competencia por ser reconocido como el mejor, el más exitoso y el más popular, de entre sus iguales y que sólo son medios para alcanzar sus finalidades y que esas finalidades obscuras sólo le enaltecen el ego y no le enriquecen su individualidad.
En la oración interna se descubre la intimidad del Ser, cuando se desea en verdad escucharse sin bloqueos mentales de por medio, y simplemente actuando coherente con el sentir y actuar, buscando como finalidad evolucionar para aspirar a ser cada vez un mejor y más pleno ser humano, ejemplo de humildad y superación.
La aspiración de todo ser humano, es la tendencia hacia el perfeccionamiento de su Ser!
La oración está escrita en arameo, en la forma que era invocada por Jesús, sobre una piedra blanca de mármol en el Monte de los Olivos en Jerusalén, Palestina.
El arameo es un idioma originario de la Alta Mesopotamia (siglo VI AC), y la lengua usada por los pueblos de la región. Jesús siempre hablaba al pueblo en arameo.
La traducción del arameo al español (sin la interferencia de ninguna institución religiosa) nos muestra cuán bella, profunda y verdadera es esta oración de Jesús
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Padre-Madre, Respiración de la Vida, Fuente del sonido, Acción sin palabras, Creador del Cosmos!
Haz brillar tu luz dentro de nosotros, entre nosotros y fuera de nosotros, para que podamos hacerla útil.
Ayúdanos a seguir nuestro camino respirando tan sólo el sentimiento que emana de Ti.
Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas.
Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades.
Haznos sentir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues, de esta forma, sentiremos la Sabiduría que existe en todo.
No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento.
No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el Poder y la Gloria del mundo, la Canción que se renueva de tiempo en tiempo y que todo lo embellece.
Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. Qué así sea!
Reflexión:
Esta bella oración nos recuerda la necesidad de reencontrarnos día con día con nuestra naturaleza individual, aquella que es esencia del Todo, y que es sustancia y vida de nuestro entorno natural, donde Todo cuándo existe a nuestro alrededor es obra perfecta de la creación universal. Y que es conocimiento puro que habita en nuestro Ser, muy ajeno a las superficialidades y apariencias del entorno en que nos tocó desenvolvernos; ya que la vida no es sólo lo que nuestros sentidos comunes perciben mediante la vista, ni lo que aparentemente escuchamos, hay más allá de toda esta superficialidad; al igual que los seres con los que convivimos y ejercemos el propio derecho a interactuar, su apariencia sólo es una máscara que cubre lo que la mayoría de los seres teme mostrar y expresar. Hay luz en cada uno de nosotros, no el concepto literal de la palabra, por que la palabra sólo es una etiqueta insuficiente de aquello que no posee límites, y que se expresa a través de sensaciones y emociones. La luz es la vía del conocimiento innato que habita en nuestra esencia y que se encuentra pasiva, una semilla en espera de germinar, a través del despertar de la conciencia hacia la vida, hacia el conocimiento de cada uno de nosotros, de nuestras inquietudes existenciales, de nuestros anhelos y de nuestros proyecciones hacia un presente venidero llamado porvenir o futuro.
Porque todo conocimiento de vida no posee palabras que abarquen la grandeza de su esencia, simplemente es acción en movimiento y evolución constante, el cuál emerge mediante las sensaciones de nuestro Ser que emanan a la superficie de las emociones y que son decodificadas por nuestro razonamiento, para ser puesto en acción no en palabras, sino en hechos tangibles y concretos. Construyendo escalón a escalón el ascenso hacia nuestro destino, del cuál somos portadores y únicos dueños ejecutores de él. Y en esa responsabilidad que no se delega, se encuentra el sendero anhelado en la búsqueda de la felicidad, actuando en el exterior paralela y armónicamente valiéndonos de nuestros impulsos internos, nuestra conciencia universal, nuestra voz interna, nuestro juez implacable, nuestra fuente ilimitada de sabiduría, nuestra voz interior, etc. Cualquier calificativo es insuficiente para describir algo que se escapa de nuestros sentidos físicos y que sólo pueden ser reconocidos a través de nuestra percepción intuitiva.
Con esa sensibilidad a flor de piel, despojados de todo prejuicio, de toda culpa, de todo remordimiento, odio o envidia, renace el orden por sobre el caos mental y emocional que aqueja a todo ser viviente, para restaurar el equilibrio perdido y la paz interior, y en ese naciente despertar, comenzar a dilucidar y descubrir que la real sabiduría de la vida no se encuentra en la superficialidad de las cosas que son limitativas por naturaleza, sino en la profundidad del Todo de la fuente ilimitada de lo que reconocemos como Dios.
Porque finalmente en el despertar de nuestros aspectos internos, en explorar nuestras potencialidades y facultades que por naturaleza nos fueron concedidas y heredadas, se encuentra la clave de la libertad anhelada, aún por encima de las apariencias, de las imposiciones políticas y religiosas, de los frívolos status quo, de la dependencia de los vanos reconocimientos sociales, de las desmedidas ambiciones materiales, del constante engaño a que somos sometidos por los masivos medios de comunicación y de los crueles e involuntarios matices que el ego nos deforma nuestra esencia singular; detrás de toda esa superficialidad de apariencias, habita una olvidada y desconocida realidad, la realidad del crecimiento ilimitado. Y que es la liberación de nuestro Yo interno, la subconsciencia que se transforma en inconsciencia al quedar sepultada en el olvido de una conciencia exterior y superficial se sobreponga a las dificultades que la personalidad le somete, cada capa es producto del olvido de nuestros deseos más íntimos que son reprimidos en un mundo sumergido en la fascinación del materialismo exacerbado que desemboca en la obsesión por alcanzar el poder a nivel económico, social y religioso, a cualquier costo, incluso por encima de la dignidad humana, en una frenética competencia por ser reconocido como el mejor, el más exitoso y el más popular, de entre sus iguales y que sólo son medios para alcanzar sus finalidades y que esas finalidades obscuras sólo le enaltecen el ego y no le enriquecen su individualidad.
En la oración interna se descubre la intimidad del Ser, cuando se desea en verdad escucharse sin bloqueos mentales de por medio, y simplemente actuando coherente con el sentir y actuar, buscando como finalidad evolucionar para aspirar a ser cada vez un mejor y más pleno ser humano, ejemplo de humildad y superación.
La aspiración de todo ser humano, es la tendencia hacia el perfeccionamiento de su Ser!
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