miércoles, marzo 31, 2010

Naufragio

El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar.

Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse y almacenar sus pocas pertenencias. Entonces, un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, regresó a su casa sólo para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo peor había ocurrido: lo había perdido todo. Quedó anonadado de tristeza y rabia: «Dios mío, ¿Cómo pudiste hacerme esto?» se lamentó.

Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el ruido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.

-¿Cómo supieron que estaba aquí?

-Preguntó a sus salvadores.

-Vimos su señal de humo –contestaron ellos.


Reflexión:

En infinidad de ocasiones el destino de la vida nos enfrenta a todo tipo de circunstancias inesperadas que las etiquetamos como adversidades, cuando en realidad son llaves para ingresar a los portales de nuevas experiencias, nuevas emociones y nuevas sensaciones; pero tal parece que le damos mucho mayor interés e importancia a lo superficial y externo, motivo por el cuál obedecemos al instinto del prejuicio, es decir una actitud o comportamiento impulsivo sin un razonamiento previo, y este tipo de actitudes, sólo nos elimina oportunidades grandiosas de descubrir los misterios que rodean a nuestra naturaleza y que nos enriquece sobremanera para orientar nuestros esfuerzos a acciones con mayor uso de conciencia y mayor certidumbre hacia senderos más favorecedores.

Cuando somos merecedores o victimas de una circunstancia determinada, nuestra primera reacción es impulsiva, irracional y emotiva; embargándonos la sorpresa, la angustia, la desesperación, el terror, la impotencia y el coraje; en estos momentos de apremio nos sumergimos en un mar de incertidumbre y desolación; e inmediatamente buscamos culpables hacia la causa, cuando en realidad sus consecuencias son fruto de un descuido o una distracción, no necesariamente en el exterior, sino de las señales que nos envía a torrentes la vida a cada momento, hacia nuestros procesos internos de percepción para despertar y desarrollar la intuición. Y que en lugar de buscar un culpable, es cuando mayor importancia se debe enfocar a el porque de las cosas, a profundizar en su contenido en lugar de naufragar, ahogándonos en un vaso de agua, flotando en la superficie de la ignorancia y el pesimismo.

Es imperante recordar que la conciencia es como la superficie de un lago cristalino, refleja aquello que captan nuestros sentidos del entorno externo que nos rodea, y eso representa la apariencia, lo superficial; y por el contrario, nuestros aspectos internos, la subconciencia es la que registra y decodifica aquello que registran nuestros sentidos, es el almacén de todo aquello que percibimos y que inconscientemente se capta sin una atención previa. Y cuando adoptamos la actitud de la superficialidad y la apariencia; es lo que nos provoca el ser impulsivos, irracionales, incoherentes y prejuiciosos, lo cuál nos antepone un velo ante nuestros ojos internos, siendo incapaces de analizar y decodificar las realidades últimas y verdaderas de la vida.

El mantener una mente perceptiva y serena ante lo que etiquetamos como adversidad, seremos capaces de ver el trasfondo y el porque de las vivencias, para que éstas se transformen en experiencias y nos doten más delante de sabiduría. Esto, por supuesto nos evitaría el caer una y otra vez en las redes del error y la equivocación, evitándonos un sinnúmero de problemas que nos acarreen culpas y remordimientos. Porque la próxima vez que nuestra cabaña, nuestro refugio vital se encuentre envuelta en humo, en lugar de dejarnos llevar por lo exterior y el prejuicio; es momento de mantener la calma, razonando cuál es el mensaje que nos muestra tal o cuál vivencia, por muy inesperada e impactante que ésta parezca, actuando inteligente y acertadamente para resolver el aparente conflicto; es fácil caer en la desesperación y la impotencia, por lo cuál es necesario ser pacientes y tolerantes aún cuando el entorno parezca caótico, agresivo y abrumador; de otra forma éste entorno terminará por contaminar y desestabilizarnos mental y emocionalmente. Y realmente vale la pena ser presas de las provocaciones, envidias, rechazos e indiferencias?.

Finalmente es nuestra vida, y en nuestras manos se encuentra el poder latente de darle un rumbo diferente a nuestras actitudes, sin importar los agentes agresores que limitan y reprimen nuestra evolución. Todo tiene una razón del porque suceden las vivencias; lo importe es saberlas captar y comprender en el momento justo de su acción, para actuar en conformidad con su magnitud, aprendiendo de ellas y acumular toda la información posible para fines de crecimiento personal.

Porque los problemas son como una rosa; es necesario retirarle gradualmente sus pétalos o capas, para llegar a la esencia del problema y saberlo resolver satisfactoriamente, degustando el néctar de su conocimiento que desemboca en sabiduría.