Imbecilidad
Cuando se le preguntaba por su iluminación, el Maestro siempre se mostraba reservado, aunque los discípulos intentaban por todos los medios hacerlo hablar.
Todo lo que sabían al respecto era lo que, en cierta ocasión, le dijo el Maestro a su hijo más joven cuando éste le preguntó cómo se había sentido. La respuesta fue: "Como un imbécil".
Cuando el muchacho quiso saber por qué, el Maestro le respondió: "Bueno, verás..., fue algo así como hacer grandes esfuerzos por entrar en una casa escalando un muro y rompiendo una ventana... y darse cuenta después de que estaba abierta la puerta".
Reflexión:
En la búsqueda por nuestros sueños, hacemos todo cuánto se encuentra a nuestro alcance para lograr cumplirlos acorde a nuestras mejores expectativas; y generalmente nos basamos enteramente en los aspectos materiales como prioridad; debido a que transitamos en un mundo donde se nos ha enseñado a sobrevivir mediante ciertos lineamientos morales de comportamiento, a someternos a un sistema social enfocado en la productividad y el consumismo, a la búsqueda de satisfactores que alimenten nuestras necesidades esenciales de supervivencia. Este panorama nos incrusta en una realidad de crudeza insospechada, siendo que desde que amanece nuestra mente está enfocada en llevar a cabo nuestros propósitos entregándonos a la rutina de nuestras labores cotidianas, con un fin muy claro en la mente: Sobrevivir, prepararse, sobresalir y realizarnos.
Y sin darnos cuenta de esta forma nuestro tiempo vital presente se extingue en un suspiro, entre los intermedios de la preparación del día, el cumplir con la jornada escolar, laboral o social, cuando caemos en la cuenta, ya ha caído el ocaso del día ante nuestro ojos, y sólo nos resta una ligera charla, discusión, acuerdo, planeación, o una breve meditación para entregarnos de nuevo a un reparador sueño o a un insoportable insomnio. Día tras día actuamos mecánicamente como entes programados que se adaptan a una sociedad que determina su modus vivendi. Y así entre ensoñaciones y vigilias, entre consciencia real e inconsciencia, entre disputas y acuerdos, entre ideales y pesimismos, entre optimismo y angustias, entre afabilidad y neurosis, entre actividad y pasividad, entre amores y odios, entre soledad y compañía, entre optimismo y temor, entre tranquilidad e injusticia, entre paz y violencia, entre visiones e incertidumbre, entre el pasado y el futuro; en esa dualidad que nos rige por naturaleza, nuestra existencia se consume a marchas inexorables, hasta que finaliza esa lucha ambivalente con la extinción de nuestro ciclo vital.
Y acaso eso es todo?, eso es la vida solamente?, el simplemente nacer, crecer, reproducirnos y morir?, sólo es que nuestra finalidad en la vida es sólo subsistir en un medio donde el ser humano compite con su igual para sobresalir?, acaso sólo la vida se basa en prepararse y superarse?, y eso es acaso la felicidad o el estado de iluminación que busca eternamente el ser humano?, o la vida es el despojarse de todo bien material para alcanzar el más alto grado de espiritualidad?, acaso eso no es una forma de sufrimiento, el exentarnos de lo material que representa en muchas de las ocasiones tranquilidad, estabilidad y seguridad emocional?, porque parecemos como pelotas rebotando de una pared a otra entre lo material y lo espiritual, sin hallar el verdadero equilibrio interior?, como lograr el equilibrio ideal que nos defina una real certidumbre hacia el sendero que debemos transitar para alcanzar nuestro estado de iluminación? Será que se experimenta ese estado, cuando nuestra vida se ha aclarado, cuando nuestro sendero mental es cristalino y coherente, cuando en nuestro corazón alberga la certidumbre del porvenir que nos espera, cuando ya no inquieta lo venidero, cuando hay paz y alegría, cuando nos sentimos a gusto con nuestro Ser tanto interior como exterior, cuando estamos plenamente convencidos que nuestro potencial y facultades poseen lo necesario para enfrentar todo cuánto la vida interponga en nuestro camino y que nos sentimos sabedores que triunfaremos aún en las circunstancias más adversas, y sobre todo cuando entendemos plenamente el concepto del amor en todas sus manifestaciones, es decir se experimenta la integración con nuestro Dios personal, exento de religiones, credos e ideologías.
Esa búsqueda debe iniciar desde nuestro fuero interior, desde nuestra exposición hacia la vida, al exterior, somos como un pequeño núcleo de energía que espera estallar para manifestar toda su grandeza al exterior; somos materia comprimida que es y no es, que crea y destruye, que genera caos y orden, una energía latente que requiere el experimentarse para comprender su potencial de desarrollo, una diminuta caja de pandora en espera de ser abierta y desahogar toda su fuente de conocimiento para comprenderse a sí misma como una infinitesimal partícula, que es parte de un inconmesurable Todo que rige nuestro universo. Somos una insignificante en el interior, pero potencialmente infinita chispa de aquello que llamamos Dios o el estado de iluminación, cuando lo expresamos al exterior. El estado de iluminación está presente en todo cuánto rodea nuestro entorno vital, sólo que a veces somos ajenos, indiferentes e inconscientes de ello, porque estamos tan sumergidos en nuestras depresiones, sinsabores, ambiciones, neurosis, prejuicios, inseguridades, debilidades, temores, y un infinito etc. Que somos inconscientes en la conciencia, anhelamos poder, posesión, placer y reconocimiento;y sin embargo siempre estaremos insatisfechos con la vida, porque, o carecemos de algo o excedemos de algo; una y otra vez experimentamos la dualidad, de un lado a otro con un movimiento constante de vibración, sin lograr la estabilidad total. No es posible seguir rebotando del pasado al futuro y viceversa; porque eso nos genera inestabilidad e incertidumbre.
En algún momento debemos despertar a la conciencia real y comprender que la certidumbre se alcanza experimentado única y exclusivamente el presente, construyendo escalón a escalón la escalera que nos lleve hacia la cima de nuestras expectativas, de no obsesionarnos por la muerte que en cualquier momento llegará y de no temerle a la vida que en cualquier momento se extinguirá. Que más hay por esperar, cuando nuestro potencial está disponible en el momento en que nos decidamos a expresarlo al exterior y así experimentar la magnificencia que la vida nos entrega en abundancia, sólo es vivir y ya!, sólo es atreverse a ser lo que deseamos ser y que la vida nos manifieste su sabiduría para alcanzar el estado de iluminación, que es experimentar nuestra libertad para elegir el tipo de vida que anhelamos alcanzar, en un mundo donde la libertad es una utopía, pero que para nuestra mente es una realidad!
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