La Parábola del Sembrador
……….He aquí, el sembrador salió a sembrar, y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno……….
Reflexión:
Esta simple pero profunda parábola nos muestra claramente las acciones que el ser humano lleva a cabo en su vida y los frutos que se cosechan como producto de su esfuerzo, el cuál posee diversos matices resultantes de dichas acciones. Un sembrador es la interpretación del esfuerzo que realizamos día con día para lograr determinados fines o metas. En primera instancia, el resultado es producto de un deseo surgido de la imaginación que es la facultad creativa para vislumbrar aquello que le llamamos porvenir. Todos y cada uno de nosotros al estar temporalmente instalados en un mundo material, es precisamente ese aspecto que nos impulsa a desear salir adelante y a cumplir todo tipo de cometidos con fines materialistas como prioridad en una sociedad competitiva, donde el aspecto económico es esencial para lograr cierta estabilidad y tranquilidad emocional y por el otro lado los aspectos personales, llamados espirituales como armonía, equilibrio, satisfacción y paz mental quedan en su mayoría como un segundo término a satisfacer. Es decir, estamos gobernados por una constante dualidad, el llamado mundo externo y el mundo interno, ambos muy necesarios para establecer el umbral del equilibrio. El mundo externo es aquel que captamos a través de nuestros sentidos, el que conceptualizamos como el mundo real, mientras que el mundo interno es aquel que registra y almacena las impresiones recibidas por nuestros sentidos, desarrollando así nuestra sexta facultad: la intuición, el conceptualizado mundo irreal. El mundo externo estaría vacío de sentido sin el interno. La sabiduría del mundo interno es activo cuando se pone en uso y en servicio en el mundo externo.
Por eso mismo es necesario tener presente que cuando adoptamos el papel de sembrador antes de realizar determinada acción que es la semilla, debemos preguntarnos, cuál es la tierra de cultivo en la cuál la depositaremos. Si contiene los nutrientes necesarios para que nuestra semilla nos reditúe abundantes frutos, donde los nutrientes son nuestras capacidades y facultades, llámense inteligencia, razonamiento, creatividad e intuición y sobre todo paciencia para permitir que el tiempo le dé paso natural al proceso de maduración de nuestra semilla, es decir, de nuestros proyectos personales a nivel material(externo) y espiritual(interno). Del tipo de semilla depende que ésta germine según la tierra que la reciba. Una semilla de excelente calidad dependerá de un honesto y auténtico deseo por trascender beneficiándonos no sólo nosotros, sino aportando algo positivo y constructivo hacia nuestro entorno.
¨He aquí, el sembrador salió a sembrar, y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron¨.
En muchas ocasiones cuando no estamos los suficientemente alertas en ese agobiante e infrenable andar diario, perdemos muy fácilmente de vista los pequeños grandes detalles de la vida, por lo que muchas oportunidades se escapan de nuestras manos por estar sumergidos en nuestros pensamientos prejuiciosos y obsesivos, cayéndose al borde del camino y sin darnos cuenta, otras personas aprovecharon esas oportunidades que dejamos escapar a todo momento, comiéndose las semillas en cuyos frutos tuvimos la oportunidad de salir beneficiados, debido a que nuestro caminar no tuvo planeación ni control alguno, fue enteramente materialista, inspirado principalmente en la soberbia, la vanidad, a avaricia o la envidia. Sin embargo, gran parte de esa constante pérdida de oportunidades es producto muchas veces de nuestra inseguridad y desconocimiento de nuestras propias capacidades para lograr salir beneficiados con la inagotable fuente de riqueza que está a nuestro alcance, tanto material como espiritual.
Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno……….
Reflexión:
Esta simple pero profunda parábola nos muestra claramente las acciones que el ser humano lleva a cabo en su vida y los frutos que se cosechan como producto de su esfuerzo, el cuál posee diversos matices resultantes de dichas acciones. Un sembrador es la interpretación del esfuerzo que realizamos día con día para lograr determinados fines o metas. En primera instancia, el resultado es producto de un deseo surgido de la imaginación que es la facultad creativa para vislumbrar aquello que le llamamos porvenir. Todos y cada uno de nosotros al estar temporalmente instalados en un mundo material, es precisamente ese aspecto que nos impulsa a desear salir adelante y a cumplir todo tipo de cometidos con fines materialistas como prioridad en una sociedad competitiva, donde el aspecto económico es esencial para lograr cierta estabilidad y tranquilidad emocional y por el otro lado los aspectos personales, llamados espirituales como armonía, equilibrio, satisfacción y paz mental quedan en su mayoría como un segundo término a satisfacer. Es decir, estamos gobernados por una constante dualidad, el llamado mundo externo y el mundo interno, ambos muy necesarios para establecer el umbral del equilibrio. El mundo externo es aquel que captamos a través de nuestros sentidos, el que conceptualizamos como el mundo real, mientras que el mundo interno es aquel que registra y almacena las impresiones recibidas por nuestros sentidos, desarrollando así nuestra sexta facultad: la intuición, el conceptualizado mundo irreal. El mundo externo estaría vacío de sentido sin el interno. La sabiduría del mundo interno es activo cuando se pone en uso y en servicio en el mundo externo.
Por eso mismo es necesario tener presente que cuando adoptamos el papel de sembrador antes de realizar determinada acción que es la semilla, debemos preguntarnos, cuál es la tierra de cultivo en la cuál la depositaremos. Si contiene los nutrientes necesarios para que nuestra semilla nos reditúe abundantes frutos, donde los nutrientes son nuestras capacidades y facultades, llámense inteligencia, razonamiento, creatividad e intuición y sobre todo paciencia para permitir que el tiempo le dé paso natural al proceso de maduración de nuestra semilla, es decir, de nuestros proyectos personales a nivel material(externo) y espiritual(interno). Del tipo de semilla depende que ésta germine según la tierra que la reciba. Una semilla de excelente calidad dependerá de un honesto y auténtico deseo por trascender beneficiándonos no sólo nosotros, sino aportando algo positivo y constructivo hacia nuestro entorno.
¨He aquí, el sembrador salió a sembrar, y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron¨.
En muchas ocasiones cuando no estamos los suficientemente alertas en ese agobiante e infrenable andar diario, perdemos muy fácilmente de vista los pequeños grandes detalles de la vida, por lo que muchas oportunidades se escapan de nuestras manos por estar sumergidos en nuestros pensamientos prejuiciosos y obsesivos, cayéndose al borde del camino y sin darnos cuenta, otras personas aprovecharon esas oportunidades que dejamos escapar a todo momento, comiéndose las semillas en cuyos frutos tuvimos la oportunidad de salir beneficiados, debido a que nuestro caminar no tuvo planeación ni control alguno, fue enteramente materialista, inspirado principalmente en la soberbia, la vanidad, a avaricia o la envidia. Sin embargo, gran parte de esa constante pérdida de oportunidades es producto muchas veces de nuestra inseguridad y desconocimiento de nuestras propias capacidades para lograr salir beneficiados con la inagotable fuente de riqueza que está a nuestro alcance, tanto material como espiritual.
¨Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó¨.
En otras más, aquellas oportunidades que se escaparon de nuestra atención cayeron sobre pedregales, es decir, aquellos terrenos donde en apariencia los resultados son inmediatos, y que sin embargo, no contienen la suficiente cantidad de nutrientes, es cuando no hay reales bases para sustentar un proyecto o meta anhelado, y que somos fácilmente víctimas de aquellas personas que se benefician aún a costa de nuestra ingenuidad e inexperiencia, prometiéndonos espectaculares y jugosos resultados, nos dejamos llevar por las emociones perdiendo de vista el buen juicio y el razonamiento lógico; no hay profundidad, sólo superficialidad, y cuando pensábamos que en cualquier momento avizoraríamos los resultados, en el último instante ¨algo extraño¨ ocurrió, precipitando y esfumándose nuestros proyectos. Debido a una mala planeación, al descuido de los detalles, a la nula preparación para los inconvenientes e imponderables posibles. Si nos comportamos como un pedregal, impenetrables y encerrados en nuestra soberbia, nuestra semilla no echará raíces, si nuestra tierra no la regamos no germinará ésta, y por lo tanto no habrán frutos fecundos para cosechar.
¨Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto¨.
Cuando nuestras semillas caen entre las espinas, las cuáles son nuestros rencores, nuestro desdén y nuestros odios contra la vida misma y nosotros, es lo único que crece, todos los aspectos negativos que destruyen la dignidad del ser humano, al desdeñar sus propias capacidades y habilidades para salir adelante en la carrera por la vida, terminando ahogado en sufrimiento y frustración por los sueños y aspiraciones no cristalizados, el rencor sólo genera rencor, así como el odio cuando se está sumergido y dominado por la pasiones destructivas, no se es eficiente por tanto, para crecer y evolucionar tanto material como espiritualmente, se nubla la razón y se endurece el corazón, generando sólo espinas que lastiman y envilecen la dignidad humana y la seguridad en uno mismo, sintiéndose invadido por las tensiones emocionales y mentales que destruyen la confianza y la fuerza de voluntad. Los sentimientos negativos y destructivos, sólo atraen similares resultados, no generando ningún tipo de fruto que represente un beneficio a nivel de crecimiento personal.
¨Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno………¨.
Sin embargo, cuando hay una verdadera disposición y voluntad para trabajar coherente y honestamente en la vida en cualquier acción que emprendamos, cuando realmente nos sentimos con la plena capacidad para llevar a cabo todo tipo de metas y proyectos, con la plena seguridad en que tarde o temprano, estos serán concretados, no porque nos enfrasquemos en un mundo irreal o ideal, sino por que poseemos la suficiente convicción y fe en uno mismo, estos se materializarán por ese deseo ferviente por comprobar que una buena semilla es aquella que posee en su interior todas las facultades necesarias en relación a imaginación, inteligencia, creatividad e intuición para lograr que aquello que en un inicio es producto de nuestra imaginación se cristalice en algo palpable y tangible y la tierra fecunda es nuestra entrega al cien por ciento del proceso para el logro de determinado proyecto, cuando hay confianza y seguridad, no importa que existan aves surcando los cielos en espera de algún descuido para arrebatarnos lo que por añadidura nos corresponda, no importa que transitemos por pedregales que amenacen con obstaculizar que nuestra semilla profundice lo suficiente y no importa que el camino este plagado de espinos que constantemente deseen herir y sangrar nuestra confianza y dignidad. Debemos estar lo suficientemente preparados para enfrentar todo tipo de desavenencias e imponderables para que nuestras siembras a lo largo de nuestra vida sean eficaces y abundantes.
El buen sembrador es aquel que logra el equilibrio entre su mundo externo y su mundo interno a través de la conciliación y el amor a uno mismo, para recoger la abundante e inagotable cosecha proveniente de la riqueza de su interior.
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