Cuatro Principios de la tolerancia
1. No responder a las blasfemias
Cuando somos insultados, provocados o acusados injustamente debemos responder con el silencio. Si respondemos de la misma forma cuando somos víctimas de la blasfemia, nos igualamos con aquellos que nos insultan, rebajando nuestro nivel. Si nos mantenemos en silencio usándolo como arma contra las blasfemias, evocando la conciencia de quien las pronunció, esta fuerza es, naturalmente, mayor.
R: Nuestra naturaleza responde a los impulsos que nos fueron heredados o adquiridos en nuestro medio, somos por naturaleza impulsivos y viscerales, ya que el ser humano es considerado como el animal más evolucionado de los tres reinos que gobiernan la naturaleza: el Reino Animal, El Reino Vegetal y el Reino Mineral. Y por eso mismo con la capacidad de gobernar sobre nuestro entorno, sin embargo, nuestra naturaleza animal en algún momento tiende a manifestarse, por ser parte de nuestra ¨naturaleza¨ y que puede ser dominada, o dominante de nuestra personalidad. La evolución del ser humano corresponde por tanto a su grado de evolución a nivel mental, desarrollar su individualidad aún por encima de las influencias externas, que enaltecen al Ego de tal manera que perdemos el propósito original del cuál Dios nos dotó aún por encima de los animales: la capacidad de razonar y de discernir, otorgándonos una consciencia que es el portal para abrir el camino de la libertad, es decir, liberarnos de nuestros impulsos viscerales, de controlar nuestras emociones y equilibrar nuestros estados mentales; siendo la base principal el autoconocimiento, desprendernos de la ignorancia que nos gobierna permanentemente y que nos hace esclavos de nuestras pasiones exacerbadas y de nuestros vicios, desarrollando una personalidad ¨moldeable¨ para los estándares establecidos de la sociedad; pocos son los seres humanos que se desprenden de este ¨cáncer¨ que nos destruye y consume nuestra esencia, nuestra individualidad y que nos fragiliza de tal forma, que somos presas fáciles de las blasfemias, los insultos y las críticas. Esa falta de conocimiento o ignorancia en la que estamos sumergidos nos impide el reconocernos como seres individuales o individuos únicos, que hieren nuestra autoestima y que impide valorarnos y amarnos, cuando estamos verdaderamente convencidos de que poseemos todo lo necesario para ser felices sin dependencias de por medio, ningún insulto, ninguna crítica y ninguna blasfemia mellará en nuestros estados anímicos, porque al caer en ello, le estamos otorgando poder a la persona que busca provocar el daño; el silencio, la prudencia y la tolerancia son nuestras mejores armas para comprobar el grado de autoestima y la dignidad que poseemos.
2. Mantenerse calmo frente a los infortunios
Cuando nos encontramos con personas que nos quieren incomodar derrumbar u oprimir, debemos enfrentarlas con calma, evitando cualquier confrontación. No responder con un puñetazo cuando se recibe uno, ni responder con un puntapié cuando se recibe otro, pues de esta confrontación nadie sale vencedor. Si la intención es buscar venganza de un odio momentáneo, no alcanzará el éxito de grandes hazañas.
R: Porque los infortunios sólo son estados transitorios que ponen a prueba nuestro grado de paciencia y tolerancia, la experiencia, el conocimiento y la sabiduría se ocultan bajo el velo de los infortunios y las ¨desgracias¨, son excelentes oportunidades para medir el control de nuestras emociones, aún en las agresiones indirectas y directas, debemos conservar el equilibrio, es claro que muchas de las veces perdemos el control ante aquello que toca fibras sensibles de nuestro ser y que termina por desarmonizar nuestras emociones, aún en esos momentos de crisis, debemos conservar la calma, hacer una breve pausa para que primeramente eliminemos nuestra ansiedad, coraje e impotencia y así permitir que entre en acción el juicio y el razonamiento, los visceral llama a lo visceral y la violencia llama a la violencia. el opuesto es la clave para anular el efecto de la agresión. Hay una sentencia que versa así: ¨El obtener cien victorias en cien batallas es la habilidad máxima; pero el sojuzgar al adversario sin recurrir a la violencia es la habilidad suprema¨. La violencia y la provocación es propia del ser humano-animal irracional, mientras el autocontrol y seguridad es propio del ser humano-animal racional. El poder de la mente radica en poner en funcionamiento nuestra capacidad de raciocinio a tal grado de controlar nuestros estados viscerales e impulsivos. Y a través de ese poder controlar nuestras emociones para anular la devastación y armonizar nuestro entorno interior y exterior, aún en la tormenta del exterior debe imperar la calma del interior. Tolerancia es autocontrol, es paciencia y es sabiduría, porque sabemos quienes somos y poseemos certeza de nuestra potencialidad y capacidades para contrarrestar cualquier infortunio.
3. Compasión frente a la envidia y el odio
Frente a la envidia y el odio de otros no debemos responder igualmente con odio y envidia, sino con corazón abierto y alma compasiva, ofrecer nuestra amistad y mostrarles nuestra intención pacífica.
R: La envidia y el odio son producto de la debilidad humana ante la ignorancia de su ser individual, de su falta de conocimiento en sus capacidades innatas, de su inseguridad producto de su baja autoestima y de su frustración por el hecho de no saber como comenzar a amarse a sí mismo. El ser humano que a través de su vida, progresivamente ha ido renunciando a sus ideales, a sus virtudes que lo diferencian de los demás y que por esa falta de autoestima reprime lo que en realidad desea mostrar al exterior y que ante esa falta de autoconvencimiento que le sumerge en el aislamiento y la depresión, prefiere ¨adaptarse¨ al medio social y destruir gradualmente su individualidad, iniciando así el nacimiento de la personalidad, capa a capa de máscaras que va desarrollando en su diario desenvolvimiento, ingresando así al mundo de las poses, de las apariencias, de los convencionalismos, de la diversificación de status socio-económicos que si bien le proveen un sentido de pertenencia a algo o a alguien que alimenta a través de las diferentes religiones, club sociales, centros de esparcimientos de concentración masiva, entre otras; y que todas y cada una de ellas alimentan ese vacío interior que experimentamos por el olvido de nuestra real individualidad reprimiéndola por temor a ser rechazados, a ser ¨víctimas¨ de las agresiones y críticas. Provocando inevitablemente que desarrollemos una personalidad autodestructiva. Y ante la mínima evidencia de un ser que percibimos auténtico y natural, desarrollamos ese sentimiento de envidia y odio aparentemente hacia la persona que se atreve a ser coherente consigo misma, lo que marca un claro reflejo de lo que anhelamos ser y que vemos proyectado a través de otro ser humano, es decir, el odio no es hacia la persona en sí, es hacia nosotros mismos, porque envidiamos lo que no queremos ser y por eso nos odiamos a nosotros mismos. La compasión es compartir un padecimiento a nivel interno, un padecimiento de algo que adolecemos, nunca es tarde para iniciar el proceso de curación interna, la envidia y el odio nos muestran el grado de desconocimiento y autoaceptación que padecemos. Ser compasivo es demostrar humildad ante lo que el ser humano adolece: Tolerancia ante sí mismo.
4. Gratitud frente a las difamaciones
Si alguien lo insulta y difama, no se enoje con quien lo provocó, sino acuérdese de los beneficios que esa persona le proporcionó en el pasado y sea agradecido por eso. Principalmente, no se olvide de que en el fango más inmundo crece la impecable flor más hermosa. Cuanto más oscuro es el lugar, mayor es la necesidad de mantener encendida la luz del alma. Por lo tanto, ante las difamaciones, aquellos que nos difaman deben ser influenciados con ética, compasión y misericordia.
R: cuando alguien nos insulta o difama nuestra primera reacción como seres humanos por instantes irracionales es acrecentar la importancia de la agresión actual que por lo que representa esa persona en sus obras anteriores. El ser humano en momentos de ira y enojo echa por la borda aquello positivo y gratificante que nuestro prójimo nos obsequió, por naturaleza impulsiva nos olvidamos muy fácilmente de ello, y sin embargo cuando de pronto surge un malentendido y una posterior discusión, perdura mucho más el sentimiento negativo que el positivo, no importa que tanto nos entregó y aprendimos de la persona; por esa naturaleza animal que poseemos, lo negativo, lo malo, la violencia, el rencor y el odio tiende a fijarse a nuestra mente mucho más que los sentimientos positivos. Porque lo positivo, lo satisfactorio y lo gratificante, nos provoca un estado de alegría, de confort pero sobre todo de ligereza que nos lleva a un estado de ilusión; y en cambio, lo doloroso, el rencor y el odio, nos provoca un estado de peso, de carga, de culpa y por tanto de realidad, es por ello que lo ¨real¨ y lo tangible nos domina aún más que la ilusión y lo intangible. Cuando un ser estimado o querido por alguna causa equivocada nos ofende, no permitirnos dejar llevar por los impulsos viscerales, por el contrario, mantenernos tan serenos como la situación nos lo permita, controlando la ansiedad, y respirando tan profundamente para eliminar la tensión generada por los espasmos musculares propios de la tensión emocional a la que estamos sometidos. Lo importante es mantener un control casi absoluto de nuestras emociones, dejando que ingrese la claridad mental y la capacidad de raciocinio aún ante el caos, e inmediatamente poner sobre la balanza sus acciones, dándole mayor importancia a lo positivo, a lo gratificante y a lo constructivo, ya que el ser humano por su naturaleza es imperfecto y por tanto con tendencia a cometer errores; por lo cuál un ser humano no posee la calidad moral para juzgar a otro ser humano. La grandeza de un ser humano estriba en su capacidad para tolerar y perdonar, por que en su humildad demuestra su grandeza. Por lo que el verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, las opresiones y las agresiones.
¨El verdadero vencedor no es aquel que vence un ejercito de agresores externos; el verdadero vencedor es aquel que vence a su principal enemigo: el que se vence a si mismo, venciendo a sus agresores internos¨.
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