Muñeco de Trapo
Sólo escuchas, no contestas, ¿tienes precio?, no lo sabes, dueños de ti te han gastado, sin ver que propia vida puedes tener, tu sonrisa se ha borrado con el tiempo, arrancándote partes de tu cuerpo y volviéndolas a cocer, no derramas lágrima alguna, te mueves guiado por tantas manos, que te manejan haciendo pensar a los demás que eres real...
Escuchas opiniones de ti de muñecos que por ser de porcelana piensan cambiar tu modo de ser, eres fuerte al ser tan sólo de trapo, pero ellos, los de porcelana, en sus cajas de cristal y tú en tu cofre de madera ya gastado de tantos años y sin limpiar, esperando algún día sacar a relucir lo hermoso que puedes ser, pero llaman más atención los que pueden ser de porcelana…
Guardándote otra vez en tu cofre soñando, pensando que algún día ya no serás de trapo, ya no serás manejado de pies y manos, aunque manejen todo tu cuerpo, manejar lo más importante de ti no pueden, ese motor acelerado que con cada latir estalla por dentro todo el dolor y palabras que no puedes decir, pues tú también tienes los labios cocidos, voluntad propia de moverte no tienes…
Pero tu mente viaja a un espacio tan alto que nadie puede alcanzar, esperando ser liberada de todos esos cordones y trapos que te visten haciéndote sentir el muñeco más usado de todos, con excusas te pintan una tranquilidad que no existe, sólo engañándote para poder seguir usándote, hasta que decidas darles todo de ti y así sentir que han ganado el pacto de no dejar escapar tu cuerpo jamás...
Reflexión:
Cuántas veces en la vida en alguna circunstancia hemos experimentado la sustancia moral de un muñeco de trapo, que sólo escuchamos y no contestamos, no por que no sepamos hacerlo, porque a veces nuestros temores al que dirán, a evitar la crítica la cuál nos puede resultar dolorosa e insoportable, que nos reprimimos el defender nuestra forma de pensar, sentir y actuar y que inevitablemente van dañando nuestra autoestima sufriendo en la soledad del silencio el más insoportable dolor en el alma, dando como resultado el perderle el sabor y gusto por la vida, se pierde la espontaneidad, la capacidad de sorprendernos de la inagotable sabiduría que la naturaleza y entorno nos brinda a cada instante. Cada momento perdido, cada situación excluida de nuestro deseo de vivir, cada oportunidad descuidada por nuestra inseguridad, cada acción extraviada por la pérdida de voluntad y por la renunciación de ella ante la absurda dependencia del exterior al permitirnos ser manejados no por los hilos del destino propio sino por los hilos de la voluntad ajena, nos van arrancando la voluntad de nuestros deseos que a cada dolorosa y desagradable experiencia nos reparamos una y otra vez, con lágrimas internas que brotan de nuestra alma reconstruida y maltrecha por las desavenencias de la vida. Ya no poseemos identidad propia, ya no somos reales, hemos perdido por pequeños y a veces por prolongados lapsos nuestra individualidad original, y que ante los demás sólo demostramos la apariencia, lo que corpóreamente es real, pero que sustancialmente es falso, somos simples muñecos de trapo y no seres humanos dotados de individualidad propia y única. ¿Cuál es el precio por esta actitud?, el más alto que pueda experimentar ser humano alguno, la pérdida de la libertad de ser!
Todo el tiempo escuchamos opiniones de otros seres que en su esencia han renunciado a su vida humana, siendo parte de esa masa que aparenta lo que no es, que se adapta a los moldes de sociedades que crean todo tipo de formas de manipulación y control de la voluntad del pensamiento libre e independiente, sometiéndolo mediante los clichés, mediante las modas, mediante los estándares de formas de vivir, que es adormecido su razonamiento y embriagada su iniciativa creadora y que son encuadrados en un inmenso cofre atestado de muñecos de trapo que carecen de voluntad propia y que se permiten ser manejados por los hilos de la dependencia y el oscurantismo para ser fácilmente dirigidos conforme a la voluntad de los poderosos que denigran la esencia individual de su semejante y que presumen ser de porcelana con sus cajas de oro y cristal, en la más injusta y vana opulencia, viviendo a expensas de aquellos que sufren el hambre, el dolor, la carencia no sólo material, sino espiritual, sin darse cuenta que a aquellos que han arrojado al cofre de madera gastado por el paso de los años, poseen en su interior la más hermosa esencia, que brilla y reluce por su alma humilde y espontánea que por aquella que sólo es una porcelana hermosa y reluciente en el exterior, pero que en el interior esconde la más vacía y hueca esencia humana, producto de la avaricia y codicia desenfrenada.
Ante esa aparente cruel realidad nos encontramos reprimidos y ocultos en nuestro cofre de la soledad y la depresión, pensando anhelando y soñando que algún día el destino nos sonreirá y dejaremos de ser de trapo para aspirar a desprendernos de una vez y por todas, los hilos ajenos que manejan nuestro destino a su antojo, respirar por vez primera los aires de la libertad para poder extender los brazos recibiendo toda la energía del amplio horizonte de las oportunidades que nos espera con los brazos abiertos para saciarnos de toda su grandeza, nuestras piernas tendrán el vigor necesario para correr y cruzar todo tipo de senderos que nos permitan dar pasos firmes y seguros de la guía de nuestra intuición, del reclamo y llamado de la voz interna que nos dirige con hilos no ajenos a nosotros, sino conducidos por una guía divina, por un conocimiento universal, expulsando todas las lágrimas consecuencia del dolor producido por las experiencias del pasado, y que las palabras propias de la más absoluta individual que posee cada ser humano brotarán gradualmente en base a esa liberación producto del surgimiento y renacimiento a una nueva vida de luz y libertad en lugar la obscuridad del cofre de la incertidumbre y el agobio de la soledad espiritual.
Sin embargo, nuestra mente posee la capacidad única de volar por los confines del universo, en base a la imaginación que en su apariencia es intangible e invisible, pero que en la realidad el espíritu del ser humano es sólo un grado más de sensibilidad, una sensibilidad que despertará en la fe inquebrantable de hacer tangible lo que nuestra alma codifica a través de la imaginación y la capacidad de actuar confiados en nuestra capacidad creadora, elevándonos tan alto que nadie, absolutamente nadie pueda alcanzarnos y amenazarnos con atarnos nuevamente con los hilos de la opresión y la dependencia. Una vez liberados de todos y cada uno de esos cordones, experimentaremos la más exquisita libertad no sólo de sentir, sino de expresarnos, de actuar y de ser!. Porque siempre será latente el peligro de volver a esa materia de trapo pasiva y oprimida, para ser eternamente usados a placer por esas manos que insisten en destruir nuestra individualidad, exprimiéndonos hasta la ultima gota de esencia real y única que poseemos, esclavizando nuestros deseos y anhelos. Porque no somos muñecos de trapo, ni de porcelana, somos esencia humana proveída y alimentada de ese ser superior que nos creo a su imagen y semejanza no material ni corpórea sino espiritual y universal. Por eso mismo tenemos y debemos exigir el pleno derecho de ser libres en la más absoluta libertad de elegir el tipo de vida que deseamos y aspiramos a cristalizar, por la posesión de lo más preciado que cada ser humano lleva consigo: su libre albedrío, simplemente libre, simplemente ser y experimentarse como parte de esa fuerza universal llamada Dios!
Escuchas opiniones de ti de muñecos que por ser de porcelana piensan cambiar tu modo de ser, eres fuerte al ser tan sólo de trapo, pero ellos, los de porcelana, en sus cajas de cristal y tú en tu cofre de madera ya gastado de tantos años y sin limpiar, esperando algún día sacar a relucir lo hermoso que puedes ser, pero llaman más atención los que pueden ser de porcelana…
Guardándote otra vez en tu cofre soñando, pensando que algún día ya no serás de trapo, ya no serás manejado de pies y manos, aunque manejen todo tu cuerpo, manejar lo más importante de ti no pueden, ese motor acelerado que con cada latir estalla por dentro todo el dolor y palabras que no puedes decir, pues tú también tienes los labios cocidos, voluntad propia de moverte no tienes…
Pero tu mente viaja a un espacio tan alto que nadie puede alcanzar, esperando ser liberada de todos esos cordones y trapos que te visten haciéndote sentir el muñeco más usado de todos, con excusas te pintan una tranquilidad que no existe, sólo engañándote para poder seguir usándote, hasta que decidas darles todo de ti y así sentir que han ganado el pacto de no dejar escapar tu cuerpo jamás...
Reflexión:
Cuántas veces en la vida en alguna circunstancia hemos experimentado la sustancia moral de un muñeco de trapo, que sólo escuchamos y no contestamos, no por que no sepamos hacerlo, porque a veces nuestros temores al que dirán, a evitar la crítica la cuál nos puede resultar dolorosa e insoportable, que nos reprimimos el defender nuestra forma de pensar, sentir y actuar y que inevitablemente van dañando nuestra autoestima sufriendo en la soledad del silencio el más insoportable dolor en el alma, dando como resultado el perderle el sabor y gusto por la vida, se pierde la espontaneidad, la capacidad de sorprendernos de la inagotable sabiduría que la naturaleza y entorno nos brinda a cada instante. Cada momento perdido, cada situación excluida de nuestro deseo de vivir, cada oportunidad descuidada por nuestra inseguridad, cada acción extraviada por la pérdida de voluntad y por la renunciación de ella ante la absurda dependencia del exterior al permitirnos ser manejados no por los hilos del destino propio sino por los hilos de la voluntad ajena, nos van arrancando la voluntad de nuestros deseos que a cada dolorosa y desagradable experiencia nos reparamos una y otra vez, con lágrimas internas que brotan de nuestra alma reconstruida y maltrecha por las desavenencias de la vida. Ya no poseemos identidad propia, ya no somos reales, hemos perdido por pequeños y a veces por prolongados lapsos nuestra individualidad original, y que ante los demás sólo demostramos la apariencia, lo que corpóreamente es real, pero que sustancialmente es falso, somos simples muñecos de trapo y no seres humanos dotados de individualidad propia y única. ¿Cuál es el precio por esta actitud?, el más alto que pueda experimentar ser humano alguno, la pérdida de la libertad de ser!
Todo el tiempo escuchamos opiniones de otros seres que en su esencia han renunciado a su vida humana, siendo parte de esa masa que aparenta lo que no es, que se adapta a los moldes de sociedades que crean todo tipo de formas de manipulación y control de la voluntad del pensamiento libre e independiente, sometiéndolo mediante los clichés, mediante las modas, mediante los estándares de formas de vivir, que es adormecido su razonamiento y embriagada su iniciativa creadora y que son encuadrados en un inmenso cofre atestado de muñecos de trapo que carecen de voluntad propia y que se permiten ser manejados por los hilos de la dependencia y el oscurantismo para ser fácilmente dirigidos conforme a la voluntad de los poderosos que denigran la esencia individual de su semejante y que presumen ser de porcelana con sus cajas de oro y cristal, en la más injusta y vana opulencia, viviendo a expensas de aquellos que sufren el hambre, el dolor, la carencia no sólo material, sino espiritual, sin darse cuenta que a aquellos que han arrojado al cofre de madera gastado por el paso de los años, poseen en su interior la más hermosa esencia, que brilla y reluce por su alma humilde y espontánea que por aquella que sólo es una porcelana hermosa y reluciente en el exterior, pero que en el interior esconde la más vacía y hueca esencia humana, producto de la avaricia y codicia desenfrenada.
Ante esa aparente cruel realidad nos encontramos reprimidos y ocultos en nuestro cofre de la soledad y la depresión, pensando anhelando y soñando que algún día el destino nos sonreirá y dejaremos de ser de trapo para aspirar a desprendernos de una vez y por todas, los hilos ajenos que manejan nuestro destino a su antojo, respirar por vez primera los aires de la libertad para poder extender los brazos recibiendo toda la energía del amplio horizonte de las oportunidades que nos espera con los brazos abiertos para saciarnos de toda su grandeza, nuestras piernas tendrán el vigor necesario para correr y cruzar todo tipo de senderos que nos permitan dar pasos firmes y seguros de la guía de nuestra intuición, del reclamo y llamado de la voz interna que nos dirige con hilos no ajenos a nosotros, sino conducidos por una guía divina, por un conocimiento universal, expulsando todas las lágrimas consecuencia del dolor producido por las experiencias del pasado, y que las palabras propias de la más absoluta individual que posee cada ser humano brotarán gradualmente en base a esa liberación producto del surgimiento y renacimiento a una nueva vida de luz y libertad en lugar la obscuridad del cofre de la incertidumbre y el agobio de la soledad espiritual.
Sin embargo, nuestra mente posee la capacidad única de volar por los confines del universo, en base a la imaginación que en su apariencia es intangible e invisible, pero que en la realidad el espíritu del ser humano es sólo un grado más de sensibilidad, una sensibilidad que despertará en la fe inquebrantable de hacer tangible lo que nuestra alma codifica a través de la imaginación y la capacidad de actuar confiados en nuestra capacidad creadora, elevándonos tan alto que nadie, absolutamente nadie pueda alcanzarnos y amenazarnos con atarnos nuevamente con los hilos de la opresión y la dependencia. Una vez liberados de todos y cada uno de esos cordones, experimentaremos la más exquisita libertad no sólo de sentir, sino de expresarnos, de actuar y de ser!. Porque siempre será latente el peligro de volver a esa materia de trapo pasiva y oprimida, para ser eternamente usados a placer por esas manos que insisten en destruir nuestra individualidad, exprimiéndonos hasta la ultima gota de esencia real y única que poseemos, esclavizando nuestros deseos y anhelos. Porque no somos muñecos de trapo, ni de porcelana, somos esencia humana proveída y alimentada de ese ser superior que nos creo a su imagen y semejanza no material ni corpórea sino espiritual y universal. Por eso mismo tenemos y debemos exigir el pleno derecho de ser libres en la más absoluta libertad de elegir el tipo de vida que deseamos y aspiramos a cristalizar, por la posesión de lo más preciado que cada ser humano lleva consigo: su libre albedrío, simplemente libre, simplemente ser y experimentarse como parte de esa fuerza universal llamada Dios!
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