Las Puertas de la Vida
No salgas de la infancia apresuradamente. Luego querrás recuperar esos años.No entres a la adolescenciaconvencido de que dominarás al mundo.
La vida te llevará por caminosque todavía no sospechas.No salgas de la adolescenciadesperdiciando tu juventud.
La juventud pertenece a todos,pero no es de nadie, ni en nadie queda.No entres en la madurez creyendoque has vencido todas las etapasy que el triunfo llegará mañana.
La felicidad, único triunfo,se encuentra en disfrutar todas lasetapas de un camino, no al final de la ruta.
No recorras la madurezsin crear un tesoro del espíritu.Los tesoros de la tierra no sonherencia para tus hijos.No salgas de la madurez convencidoque has triunfado.
Tu triunfo lo mediráel recuerdo que dejes.No salgas de la madurez creyendohaber sido derrotado.Algo habrás dejadopor pequeño que sea.
No entres a la vejez creyendoque el destino te ha sido adverso.
Has sido tú quien lo ha elaborado.
No salgas de la vejezsin entregar tus consejos.
Otros infantes, otros adolescentes,otros maduros y otros mayoreste han mirado y querrán imitarte.
Reflexión:
La vida encierra los más extraordinarios misterios que pueda experimentar el ser humano, y principalmente es el haber sido elegidos para ser concebidos por ese ser extraordinario que es la mujer, desde que estamos en la placenta recibimos los nutrientes necesarios para nuestra formación, en un medio acuoso, cálido, seguro y placentero, sólo recibimos sensaciones, no hay conciencia, experimentamos un profundo sueño, con algunos movimientos involuntarios y reacciones instintivas, breves destellos de realidad en un pequeño y confinado espacio, incierto y obscuro, hasta que llega el momento en que hemos alcanzado el estado de evolución necesaria para ser expulsados y salir de nuestro letargo, para ver la luz por vez primera, recibiendo el halo vital que nos acompañara hasta la muerte, continuado de un llanto que activa nuestras funciones respiratorias, en ese momento la conciencia ha despertado, aún no plenamente desarrollada comenzamos a explorar con nuestros ojos el nuevo y confuso mundo que comenzaremos a experimentar, en medio de alegrías y llanto de felicidad hemos sido recibidos para comenzar a dar nuestros primeros pasos, la espontaneidad, el descubrimiento, el asombro, la curiosidad, la ilusión, las primeras vivencias, los 5 sentidos a flor de piel, sentimos, olemos, observamos, escuchamos y brotan nuestros primeros sonidos guturales; ha comenzado la vida, hemos entrado a la primera puerta de la vida: la Infancia.
Aún no somos dueños de nuestro destino, poseemos la guía y protección de nuestros padres, que serán pieza fundamental para nuestra formación primaria, la vida comienza a mostrarnos sus diversos e inciertos matices, alegrías, tristezas, miedos, sorpresas y sobre todo las primeras experiencias y sobresaltos, cada ser humano por obra del destino ha sido llamado a vivir desde una hermosa y tranquila infancia sin mayores sobresaltos las primeras ilusiones, los primeros amigos, los amores platónicos, los video juegos, las primeras reuniones sociales y familiares, las travesuras, la primaria formación académica y por ende las primeras obligaciones; hasta una niñez con las más traumáticas y crueles vivencias en sus diversos matices, se experimenta el dolor en su máxima expresión, la impotencia, la ansiedad, el aislamiento, el desconcierto, hemos dado un salto inesperado a una vida alterna, paralela que nos llevará por un nuevo sendero, a una nueva puerta, con una conciencia diferente, una percepción más desarrollada y alerta, sensible al dolor y aferrada a ideales ante la crudeza de una realidad incierta como mecanismo de evasión, en nuestro pensamiento gobierna la desesperación por salir apresuradamente de la infancia, al no cubrir ésta nuestras expectativas iniciales, que en algunos casos quedarán secuelas permanentes que afectarán nuestro posterior desarrollo, la siguiente puerta de la vida: la Adolescencia.
En la Adolescencia que es la segunda puerta de la vida, adolescemos de experiencia, somos impulsivos, impacientes, atrevidos, osados, comienza el despertar hormonal, los primeros noviazgos, somos ingenuos, inocentes, crueles en ocasiones, inmaduros por consecuencia, pero ese ímpetu nos proporcionará la suficiente fortaleza para comenzar a construir nuestros primeros pilares que nos llevarán a darle forma y consistencia a nuestras aún inciertas aspiraciones a lograr porque aún el camino es naciente e insospechado, comienzan las tentaciones, deseamos experimentarlo todo, nos sentimos invencibles y a la vez vulnerables, si tuvimos la fortuna de vivir una infancia sólida y con valores morales sólidos de nuestros padres, lograremos superar sin problemas estas tentaciones, porque poseeremos el coraje y la determinación que proporciona la figura y autoridad paternal y a su vez la inquebrantable fuerza de voluntad y delicadeza que proporciona la figura maternal para superar esta compleja puerta de la vida; por el contrario, si tuvimos el infortunio de carecer de uno o ambas figuras en nuestra vida, nuevamente entraremos a una nueva y desconocida puerta, la vida alterna o paralela de la adolescencia, el peligro se potencializa, hay inseguridad, temor, incertidumbre, vulnerabilidad y autodestrucción, no hay un rumbo claro y definido a que aferrarse, venimos arrastrando los complejos y prejuicios adquiridos de la infancia y eso nos lleva a cometer traspiés y errores frecuentes que nos precipitan a sucumbir ante la tentación del vicio y las pasiones destructivas; pero si poseemos un espíritu determinante, producto de una fuerza de voluntad innata, lograremos crecernos y sobreponernos ante el castigo y el dolor, desarrollando mayor sólidez y sensibilidad en nuestra personalidad, aún cuando gobierne el vacío y la insatisfacción permanente, si seguimos luchando sin descanso aferrados a la esperanza de un ideal por muy absurdo que éste parezca, habremos vencido una vez más, aún cuando sintamos que hemos desperdiciado nuestra juventud, hemos desarrollado una conciencia y una percepción no sólo diferente, sino más evolucionada que será factor determinante para entrar a la siguiente Puerta de la Vida: la Madurez.
La Madurez representa la experiencia, pensamos que hemos vencido la mayoría de los obstáculos, comienza la seguridad, la terminación de una carrera, la consolidación profesional, la independencia, la formalización de una relación, al anhelo por formar una familia, comenzar a construir la base de un futuro asegurado y tranquilo, anhelamos la felicidad, porque han llegado los hijos, una nueva etapa, una nueva responsabilidad, alegría, confort, consolidación en la relación de la pareja, la revalidación de un compromiso mutuo no sólo entre ambos sino ahora con los hijos para su bienestar y armonía y ofrecerles los cimientos necesarios para su pleno y óptimo desarrollo; por otro lado, cuando no hemos superado aún las dificultades de la Adolescencia, seguimos transitando a una nueva puerta producto de esta vida paralela, esa falta de armonía, nos lleva por los caminos inciertos que nos precipitan en apariencia a experimentar fracaso tras fracaso, no hay estabilidad emocional, hay insatisfacción permanente, gobiernan los impulsos viscerales, los temores se acrecentan, se desarrolla una personalidad posesiva e insegura, la relación de pareja se torna conflictiva y caótica, afectando la armonía y estabilidad emocional de los hijos, con el riesgo de una separación; pero si logramos reaccionar ante estas dificultades, descubriremos nuestros errores, aprendiendo de ellos y reorientando nuestras actitudes encauzándolas positivamente a fin de corregir nuestras faltas y enmendar el camino, porque nunca es tarde para corregir, esa nueva lucidez nos encaminará hacia la última Puerta de la Vida: la Vejez.
La Vejez representa la decrepitud, la pérdida parcial y total de nuestras facultades físicas y mentales, se agudizan las enfermedades, los sentidos se van perdiendo gradualmente, sin embargo, la Vejez es sinónimo de sabiduría, de experiencia comprobada, de verdades irrefutables, de autocontrol y bondad, los hijos dejan el nido en la aspiración de experimentar su propia vida, resurge nuevamente la pareja, nuevamente están solos, pero más unidos que nunca, llegan los nietos y con ello la satisfacción de haber cumplido con la vida, con la seguridad de que con nuestro desempeño a lo largo de la vida haya sido la puerta natural o la puerta alterna de la vida que nos tocó experimentar, ambas paradójicamente llegan a un punto coincidente a una puerta en común, que es la meta inevitable que todos alcanzaremos algún día y que es la muerte.
Las Puertas de la Vida, sean unas u otras en la cuáles entremos, sea un destino u otro el cuál nos haya tocado experimentar, ambas se encontrarán al final del camino; y el camino dependerá de la actitud que hayamos tomado ante la vida, ante sus caminos misteriosos e inciertos, la única certidumbre que poseemos es la determinación con la cuál enfrentamos cada uno de los obstáculos que nos tocó experimentar. El ser conscientes de nuestros errores y aciertos, el tener la capacidad y voluntad para corregirlos, el dejar de quejarnos y autocompadecernos por el destino que nos tocó experimentar para que alguien se conduela de nuestro dolor, y tener el pretexto ideal para dejar de crecer y enfrentar nuestros temores y prejuicios, por el deseo de sentirnos dependientes de alguien que nos resuelva la vida, si logramos vencer nuestra soberbia y controlar el ego, el camino de la vida será menos accidentado, más pleno; la libertad está en aceptar y enfrentar la vida como se nos presente, estando alertas y cautelosos para dar pasos firmes y seguros y en esa seguridad tener la certeza de cuál puerta es la que debemos abrir para aspirar a consolidar nuestras metas anheladas.
La vida es sólo un proceso de experimentación, la cuál es la suma de vivencias, sin importar su grado de complejidad, nosotros somos producto de nuestro destino, de nuestra realidad presente, de vivir día a día, sin agobiarnos por el pasado ni obsesionarnos por el futuro, sólo vivir el momento plenamente.
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