viernes, julio 03, 2009

El Laurel

Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados. Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.
En cambio un laurel dijo: 'Yo, mejor, voy a invertir mi savia en tener una buena raíz: así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten'.
Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablar de los encantos de unos y otros, y así, todo el tiempo, mirándose y riéndose de los demás.
El laurel sufría a cada instante esas burlas. Se reían de él, señoreando sus flores y perfumes, meneando el abundante follaje.
-'¡Laurel !...(le decían) ¿para qué quieres tanta raíz? Mira a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza.¡Deja de pensar en los demás! ¡ Preocúpate sólo de ti!'
Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes. Un buen día, vino una gran tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque. Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron tan fuertemente golpeados, que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los volteara. En cambio el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas si perdió unas cuantas hojas.

Reflexion:
En nuestra proyección social se nos cultiva día con día a desarrollar lo mejor de nosotros mismos con el fin de ser aceptados en los diferentes círculos sociales en que nos desenvolvemos, siendo parte fundamental una buena apariencia, lo que se transforma en nuestra carta de presentación no sólo para solicitar un trabajo, o como norma obligatoria para el desenvolvimiento del mismo, sino en nuestro circulo social; todo nuestro mundo esta envuelto por las apariencias, siendo un importante medio de mercadeo a través de los medios de comunicación que nos invaden diariamente con la importancia de la buena imagen como requisito necesario para ser bien aceptados, degradando los valores fundamentales del ser humano al orientarnos hasta el grado de mercancías.
Las apariencias en la sociedad actual nos llevan hacia senderos inciertos, desviándonos de lo más importante en nuestro desarrollo humano a nivel interno, nos obsesionamos día con día a desarrollar a toda costa una imagen agradable, e incluso llegamos a invertir importantes sumas para lograr el propósito deseado; sin embargo no es malo el hacerlo, puede ser tan necesario mientras eso nos inyecte seguridad y confianza, el buen cuidado del cuerpo es necesario para mantener un buen equilibrio físico y anímico, finalmente es nuestro templo y merece que le proporcionemos lo mejor; el problema radica cuando ya enfocamos esa necesidad para proporcionarle satisfacción a alguien externo a nosotros, trasformamos nuestra libertad de ser a la codependencia, a buscar la aprobación y aceptación por buscar un sentido de pertenencia, y lo que en un principio fue una necesidad personal ahora se convierte en una obsesión, haciendo a un lado nuestra dignidad y valores humanos que nos dan el verdadero sentido de belleza: Nuestros aspectos internos, la belleza interna es como un gran Arbol, frondoso y majestuoso, que es signo de admiración y respeto, pero ante esa grandeza sus raíces suelen ser insuficientes para soportar esa inmensidad ante un fuerte huracán, que representan los momentos difíciles de la vida, los obstáculos, las crisis cotidianas, que si no poseemos una fuerte raíz, nuestra dignidad y respeto se verá dañada y terminaremos derrumbados por la desesperación y la frustración.
Estos sentimientos que limitan nuestro crecimiento son los prejuicios y temores adquiridos a lo largo de nuestra vida, cuyos sentimientos nos hacen huir de nosotros mismos convirtiéndose en una bomba de tiempo que tarde o temprano explotara al no enfrentarlos, y el evadirlo nos impulsa a obsesionarnos en orientar nuestros esfuerzos en desarrollar una apariencia exterior lo mas opuesta a nuestro interior, cuando internamente nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos, aparentando una belleza ficticia, solo agradando a las personas, no necesariamente es una regla, pero si nos ha sucedido en alguna vez, cuando no tenemos muy claro quienes somos y hacia donde aspiramos llegar, es una etapa de reconstrucción y autovalorización interna.
Es cuando comenzamos a comprender que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles, no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de nuestro corazón, que bien vale la pena explorarlo, tener el valor de enfrentarlo, en el silencio meditar y escuchar nuestra voz interna, para percibir y captar aquello que aún nos duele, aquello que por alguna razón no hemos superado, y que nos hace actuar banalmente por el que dirán; que dejamos de ser espontáneos y alegres ante la vida por cuidar excesivamente las apariencias, y que nos desarrollan un profundo sentimiento de inseguridad e incertidumbre. Cuando la verdadera belleza radica en nuestra esencia, en ser auténticos que se traduce en ser simplemente lo que realmente somos y como aspiramos ser, desarrollar una fuerte raíz, nuestros valores más elevados y nobles, lo que nos hace diferentes de todas las especies: la capacidad de Amar.
La verdadera fortaleza radica en nuestra estructura interna y su belleza en proyectar nuestra autenticidad.