miércoles, julio 25, 2007

La Ventana

Dos hombres, ambos con enfermedad terminal, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación.
El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones.
Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.
El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior.
La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían en sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris.
Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad. El hombre de la ventana describía un desfile que estaba pasando.
Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo escribía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.
Pasaron días y semanas haciéndole más confortable la dolencia a su amigo, con sus descripciones. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía.
Se llenó de gran pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo. Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación; lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para echar su primer vistazo al mundo exterior, por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama… y se encontró con una pared blanca.
El hombre totalmente contrariado y sorprendido preguntó a la enfermera que podía haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana, cuando lo único que se veía era una fría pared blanca.
La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó:
¨Quizás sólo quería animarle a usted¨.
Reflexión:
A veces es necesario echar juego de la imaginación y nuestro deseo de tenderle la mano al desconocido, al amigo, al familiar o a la pareja, cuando las cosas no marchan bien o aparentemente no hay esperanza; una palabra de aliento puede de gran ayuda para infundir confianza y apoyarle moralmente, atenuando sus problemas o dolencias que en ese momento le aquejen y cuyo aliciente le inyecte el deseo de luchar para superar sus problemas.
La Riqueza de la vida no se encuentra en el deseo exacerbado de poseer bienes materiales y reconocimientos; se encuentra en poseer el don de apoyar incondicionalmente al prójimo, en el Dar se encuentra la mayor Riqueza de la vida.
La Ambición desmedida nos cierra la Ventana del crecimiento interior; El deseo de progresar en beneficio no sólo propio sino de los demás nos abre la Ventana de las oportunidades. Es una gran satisfacción el hacer felices a los demás, sea cuál sea su propia situación.
El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad cuando se comparte, es doblemente satisfactoria.