Secreto
Alguna
vez en nuestra vida hemos guardado algún secreto?, qué propicia el
conservar algo íntimo con tanto recelo?. Si bien es cierto que todos
poseemos algo muy personal en lo más recóndito de nuestra conciencia a
través de la memoria, y que con el tiempo deriva en un recuerdo latente y
que en ocasiones se precipita al abismo del olvido. Para la ciencia,
esto se debe a un proceso puramente fisiológico, donde nuestro cerebro
capta a través de los sentidos todo cuánto a nuestro alrededor acontece,
y ese acontecer es almacenado por múltiples operaciones sinápticas que
se alojan en alguna zona de nuestro cerebro donde se procesa esa
información. Eso nos convierte en un receptor de vivencias permanente.
Cada vivencia posee dentro de sí un acontecimiento que se fija
profundamente en nuestra conciencia, y esa fijación depende de
la tesitura de la experiencia que acompaña un sentimiento en particular
tal como amor, odio, esperanza, ilusión, alegría, ira, remordimiento,
dolor, angustia, resentimiento, fe, culpa, etc.
Ese
proceso lo podemos asociar a vivencias cotidianas: nuestro libro de
vida, registrando uno a uno los detalles más significativos e
insignificantes del diario vivir, donde evaluamos al término de cada
jornada el resultado de nuestras reacciones ante el medio al cual nos
enfrentamos, y de la forma en cómo se generó tal capacidad de respuesta o
reacción. Lo que consideramos importante o trascendente, es lo que
guardamos para nuestra intimidad y lo demás lo desechamos o simplemente
lo compartimos para alimentar o reafirmar nuestro ego, o en su defecto,
para descargarnos de una emoción que se mantuvo contenida en nuestro
sentir. Ese ejercicio cotidiano es aquello que llamamos secreto, aquella
información que es inviolable, intransferible e inherente a nuestro
Ser. Aquello de extrema valía y que es exclusiva sólo a personas muy
allegadas a nuestra empatía.
El
Secreto es evaluado por nuestra conciencia en el umbral del bien o del
mal, dependiendo de capacidad de razonar entre lo justo e injusto. Por
lo general tendemos a guardar secretos ante un juramento de fidelidad de
un allegado, o de nuestro libro de vivencias que consideramos incluso
sagrado y que el compartirlo sería quedar vulnerables y frágiles,
pensando que esto arrebataría nuestra identidad o esencia. Y la forma en
cómo afectaría a nuestras relaciones personales?. Es difícil evaluar en
qué circunstancia adquiere mayor importancia, ya que en lo laboral
representa un juramento ineludible hacia una promesa de fidelidad y que
es una secrecía derivada de un compromiso contractual; en la amistad es
uno de los mejores vínculos para compartir secretos mutuamente, ya que
el nivel de empatía es muy estrecho e íntimo, al grado de
crear lazos de confianza e incondicionalidad, el cuál puede perdurar
incluso toda la vida. En la relación de pareja cuando se logra la
transición de la amistad al noviazgo, el nivel de confianza se encuentra
al tope, al grado de que la mayoría de los secretos se comparten
mutuamente con grandes expectativas de que la relación trascienda.
Pero
que sucede cuando se trastorna alguna de estas relaciones?, lo que en
un principio representaba una condición favorable, ahora se transforma
en un obstáculo, no sólo a nivel indiscrecional, sino de un hermetismo
doloroso e infundado. Cuando la confianza se pierde, el secreto se
transforma en un arma que destruye y manipula. Por tanto toda
información propia o ajena que se conserva en el hermetismo, puede ser
un arma de dos filos, y lo deseable es hacer un ejercicio de conciencia
que nos asegure estabilidad a nivel mental y emocional. Si un Secreto
llega al grado de trastornar o generarnos alguna culpa o remordimiento;
lo mejor es desprendernos de esa carga innecesaria que actúa como una
bomba de tiempo o una caja de Pandora que amenazaría nuestra
estabilidad. Debemos cuestionarnos si realmente vale la pena conservar
un Secreto
que no sólo atenta contra la integridad personal, sino la ajena.
¨Porque hay de secretos a secretos, lo importante es aquilatar que es aquello que le da calidad a nuestra existencia!¨.
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