jueves, mayo 31, 2012

Infidelidad

A cada día somos testigos de un fenómeno social que como antes no se había manifestado con tanta frecuencia y que es motivo de discusiones, disgustos, rompimientos y decepciones: la Infidelidad en todos los niveles, de índole laboral, amistad, familiar y más significativamente en la relación de pareja. Y pensamos que una de las razones principales se debe a la deformación de los valores a nivel moral y ético que como individuos hemos sufrido por la voracidad mediática de los medios masivos de comunicación, en relación al nivel de apertura en temas que anteriormente eran reprimidos por atentar contra la moral y las buenas costumbres. Y que ahora con la apertura de las tecnologías de la información se encuentran al alcance de todos. Ya no es una novedad el acceder a esta vasta carretera de la información sobre temas que anteriormente eran intocables, inaccesibles y satanizados. Curiosamente ahora que se da esta apertura por el fenómeno de la Globalización, es cuando más se manifiestan estos comportamientos que amenazan con desintegrar las relaciones de convivencia.

A qué obedece ésta nueva tendencia a desenfadarse de cualquier tipo de compromiso donde está de por medio la fidelidad?, que factores o qué condiciones nos impulsa a romper tan fácilmente un juramento, compromiso e incluso la violación de nuestra propia palabra?. Será que hemos perdido el sentido de comprometernos a un determinado tipo de fidelidad?. O qué clase de doble moral es la que proyectamos al exterior que contrasta con nuestros principios personales?. Porque tratamos a toda costa de justificar una deslealtad cuando en el fondo sabemos que va en contra de nuestros principios de carácter moral y ético?. Cómo es posible que aquello que inicia como una mentira, la justifiquemos al grado de convencernos y convencer a los demás que es una aparente verdad y que es tal nuestra convicción que determinamos categóricamente que es la verdad absoluta?. Que factores debilitan los principios que nos definen como seres racionales y justos, al grado de justificar el rompimiento de un compromiso de fidelidad cualesquiera que éste sea?. Y como consecuencia, poseemos las virtudes necesarias para atrevernos a sostener el factor fidelidad?. O ya es parte no sólo de nuestra genética, sino de nuestra cultura el recurrir a la infidelidad?. Qué necesitamos para recuperar los valores esenciales para cumplir con un voto de fidelidad?.

Cómo seres humanos nos distinguimos por encima de los demás seres vivos, es poseer no sólo conciencia del entorno, sino inteligencia y la capacidad de razonar para diferencia entre lo bueno lo malo. Establecer cuál es nuestro grado de fidelidad y que establece la capacidad de fomentar esos principios y valores que definen el tipo de calidad humana que nos particulariza de otro ser humano. Porque no todos estamos cortados de la misma tijera ni hechos del mismo molde, y por tal motivo no es justificable adoptar patrones que no concuerdan con nuestra personalidad. Fidelidad no sólo es un compromiso, es un claro convencimiento aspiracional que emana del autoconocimiento desarrollando criterios, que establecen sí poseemos las cualidades necesarias para sostener un compromiso de fidelidad.

Porque es muy fácil hacer una promesa, no cuesta nada el hacerlo sólo empeñamos nuestra palabra y buena voluntad, las circunstancias a veces nos confunden o nos dejamos llevar por impulsos irracionales que nos orientan a tomar decisiones erróneas, acarreando consecuencias desfavorables e irreversibles. Aparentemente engañamos o le fallamos a quién deposito su confianza en nuestra promesa de fidelidad; pero en realidad sólo nos engañamos y fallamos a nosotros mismos, porque no fuimos capaces de sostener una promesa, y eso denota carencia y confusión de los valores morales y principios éticos que determinan el grado de calidad humana que poseemos. Y por el contrario tratamos de justificarnos a toda costa para compensar esa sensación de insolvencia moral. Por supuesto, que esto le corresponde evaluar a cada individuo hasta donde llegan los límites de sus acciones, en donde se posiciona su moral y su ética, hasta donde se siente capaz de justificarse o bajo qué condiciones juzga sus actitudes. Si es fiel a sus convicciones y así como es capaz de cumplir o traicionar a las personas, es fiel reflejo de sí mismo.

Finalmente cada ser humano es su propio juez, tanto como el hacedor de su propia moral y ética, y por ende responsable de sus propias acciones y consecuencias, así como constructor de su propio Destino!.