jueves, febrero 09, 2012

Las Manzanas

En cierta ocasión, un joven observaba a un hombre que tenía más de ochenta años que estaba sembrando un huerto de manzanos.

El anciano amorosa y cuidadosamente preparó el terreno, plantó los diminutos vástagos y les echó agua. Después de estar mirándolo por un rato, el joven dijo: «Usted no espera que va a comer manzanas de esos árboles, ¿verdad?»

«No –replicó el anciano–, pero alguien lo hará».

John C Maxwell. Vía Renuevo de Plenitud

Reflexión:

Cuántas veces nos hemos preguntado si las acciones que realizamos a cada día, poseeremos la paciencia suficiente para tener certeza si podremos recoger los frutos de nuestro esfuerzo. Incluso cada acción o proyecto de índole personal o laboral, está orientado a arrojarnos un resultado esperado con la finalidad de aspirar a crecer en lo profesional y laboral; mucho puede ser el sacrificio y la dedicación que apostamos para aspirar a desarrollar todo nuestro potencial, aún sin saber a ciencia cierta si estamos actuando por el sendero correcto, sólo poseemos la esperanza de que algún día fructificará, y que finamente sea cual fuere el resultado final obtendremos algo más que lo material: aprendizaje y experiencia.

Eso es lo mejor que obtendremos, cuando nos atrevemos a desarrollarnos en algún ámbito en particular seguros de lo que deseamos obtener de la vida, sin descanso, sin detenernos por temor o desidia, sin condicionarnos por satisfacer complacencias ajenas a nuestras aspiraciones. No necesariamente lo que sembramos fructificara en un beneficio personal, lo más satisfactorio es cuando se extiende a nuestro entorno, cuando hacemos partícipe de nuestros logros a seres queridos, amigos, compañeros e incluso a desconocidos. Ya que cada acción debe tener como propósito primordial asentar una huella permanente, aportando algo positivo y productivo a la humanidad.

Es cierto que nuestras acciones hablarán por nosotros mismos, si es para bien o para mal, depende de la forma en cómo actuemos; con honestidad compartiendo el triunfo o, con egoísmo aprovechándonos de la buena disposición de las personas para utilizarlas orientándolo a un beneficio exclusivamente personal y aún peor acreditándonos el éxito sin reconocer la coparticipación. Y por ello mismo actuamos como si fuésemos inmortales, como si fuéramos el centro de universo, cuando en realidad sólo estamos acumulando aislamiento y una soledad que cada vez se va acentuando. Realmente valdrá la pena acumular obsesivamente bienes materiales solo para llenar el gran vacío que nos aqueja por esa actitud egoísta que pregonamos en nuestro diario vivir?.

Es muy tentador luchar por mejorar a nivel status quo y económico, pero también es imperativo mejorar en lo interno, en nuestras necesidades trascendentales para aspirar a ser mejores seres, más evolucionados en la conciencia, más humildes en la opulencia y más humanos en lo colectivo. Porque la calidad de semilla que sembremos dará como resultado el fruto que aporte un beneficio a las generaciones futuras para que influya positivamente en su conciencia. Lo importante es preguntarnos si nuestra conciencia se encuentra despreocupada y tranquila por nuestras acciones?.