El Destino de los Hijos
Una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y el respondió.
Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma. Vienen a través de vosotros, mas no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, más no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas. Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.
Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas.
El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.
Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y hacer tu vida.
Reflexión:
No cabe duda que la mayor bendición que puede aspirar toda pareja es su descendencia, que trasciende su alma aún más allá de su muerte física, y que representa no sólo la línea de continuidad, es el producto del amor y eso son los hijos; una infinitesimal parte de la esencia de la pareja que unida posee la capacidad de crear una nueva vida, un nuevo ser. Desde el acto sexual donde se da lugar a la fecundación, se experimenta cierto temor mezclado con un cúmulo de indescriptibles emociones, que unido a la ilusión se experimenta la enorme encomienda y responsabilidad de traer al mundo a un ser ávido de descubrir y experimentar su propia existencia; y que por el hecho de venir de nosotros no significa que tomemos total posesión de su derecho a ser libre, recibirá guía y cuidados por supuesto, pero no está esclavizado a nuestros caprichos; la responsabilidad de los padres es ofrecerles lo mejor de sí mismos, de sus propias experiencias, de sus consejos, apoyo en toda circunstancia favorable y desfavorable, guiarlos en un mundo complejo, donde predominan las injusticias y las agresiones a la libertad de Ser, no insertarles la imposición, la violencia, la sobreprotección; porque lo único que se logra es asfixiarlos, precipitándolos precisamente hacia donde más tememos que caigan.
Lo más valioso que si les podemos aportar son los valores e importancia de la familia, de inyectarles su pleno derecho a expresar lo que sienten, defender lo que piensan y actuar coherentes a sentimiento, pensamiento y acción; a alimentarles el deseo de superación en base a sus propias aptitudes, a luchar por sus sueños y mostrarles el camino para conducirlos por el sendero de la honestidad y la rectitud. A alimentarles el la seguridad en sí mismos para defenderse por sí solos ante circunstancias que amenacen su dignidad. Fomentarles la responsabilidad, que analicen con calma e inteligencia antes de tomar una decisión, para que estén conscientes de las posibles consecuencias de sus actos. Darles los elementos necesarios para que aspiren a ser libres en todo sentido, en base al propio ejemplo de los padres: seguridad, confianza, cariño y capacidad de amar y perdonar. La sobreprotección hacia los hijos refleja, nuestros propios errores cometidos en el pasado y que los transmitimos a través de los temores; no es necesario el hacerlo, debemos recordar que cada ser debe experimentar sus propias vivencias con o sin errores, pero son suyos y es su propio aprendizaje, tienen derecho a ello, los hemos engendrado, pero debemos dejarlos que ellos vuelen por si mismos, que desarrollen su propia personalidad en base a su propia experimentación que al final lo trasformará en un individuo maduro y seguro de sí mismo, pero sobre todo agradecido por haberle depositado la confianza y apoyo total de unos padres confiados en las bases que le fomentaron en su etapa primaria.
No hay mayor orgullo que ser testigos del desarrollo de un hijo con todas sus potencialidades a plenitud; un niño que experimentó una feliz infancia plena de valores y aprendizaje; una adolescente seguro de sí mismo y con gran vigor experimentado cada instante de su desarrollo; y un hombre realizado con determinación y autoconfianza para ejercer su propio derecho a cristalizar sus metas y anhelos.
En su Infancia se su Maestro, en su Adolescencia su Padre y en su Madurez… su Amigo, porque el destino de un hijo como de todo ser humano es aspirar a su propio derecho a la libertad.
Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma. Vienen a través de vosotros, mas no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, más no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas. Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.
Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas.
El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.
Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y hacer tu vida.
Reflexión:
No cabe duda que la mayor bendición que puede aspirar toda pareja es su descendencia, que trasciende su alma aún más allá de su muerte física, y que representa no sólo la línea de continuidad, es el producto del amor y eso son los hijos; una infinitesimal parte de la esencia de la pareja que unida posee la capacidad de crear una nueva vida, un nuevo ser. Desde el acto sexual donde se da lugar a la fecundación, se experimenta cierto temor mezclado con un cúmulo de indescriptibles emociones, que unido a la ilusión se experimenta la enorme encomienda y responsabilidad de traer al mundo a un ser ávido de descubrir y experimentar su propia existencia; y que por el hecho de venir de nosotros no significa que tomemos total posesión de su derecho a ser libre, recibirá guía y cuidados por supuesto, pero no está esclavizado a nuestros caprichos; la responsabilidad de los padres es ofrecerles lo mejor de sí mismos, de sus propias experiencias, de sus consejos, apoyo en toda circunstancia favorable y desfavorable, guiarlos en un mundo complejo, donde predominan las injusticias y las agresiones a la libertad de Ser, no insertarles la imposición, la violencia, la sobreprotección; porque lo único que se logra es asfixiarlos, precipitándolos precisamente hacia donde más tememos que caigan.
Lo más valioso que si les podemos aportar son los valores e importancia de la familia, de inyectarles su pleno derecho a expresar lo que sienten, defender lo que piensan y actuar coherentes a sentimiento, pensamiento y acción; a alimentarles el deseo de superación en base a sus propias aptitudes, a luchar por sus sueños y mostrarles el camino para conducirlos por el sendero de la honestidad y la rectitud. A alimentarles el la seguridad en sí mismos para defenderse por sí solos ante circunstancias que amenacen su dignidad. Fomentarles la responsabilidad, que analicen con calma e inteligencia antes de tomar una decisión, para que estén conscientes de las posibles consecuencias de sus actos. Darles los elementos necesarios para que aspiren a ser libres en todo sentido, en base al propio ejemplo de los padres: seguridad, confianza, cariño y capacidad de amar y perdonar. La sobreprotección hacia los hijos refleja, nuestros propios errores cometidos en el pasado y que los transmitimos a través de los temores; no es necesario el hacerlo, debemos recordar que cada ser debe experimentar sus propias vivencias con o sin errores, pero son suyos y es su propio aprendizaje, tienen derecho a ello, los hemos engendrado, pero debemos dejarlos que ellos vuelen por si mismos, que desarrollen su propia personalidad en base a su propia experimentación que al final lo trasformará en un individuo maduro y seguro de sí mismo, pero sobre todo agradecido por haberle depositado la confianza y apoyo total de unos padres confiados en las bases que le fomentaron en su etapa primaria.
No hay mayor orgullo que ser testigos del desarrollo de un hijo con todas sus potencialidades a plenitud; un niño que experimentó una feliz infancia plena de valores y aprendizaje; una adolescente seguro de sí mismo y con gran vigor experimentado cada instante de su desarrollo; y un hombre realizado con determinación y autoconfianza para ejercer su propio derecho a cristalizar sus metas y anhelos.
En su Infancia se su Maestro, en su Adolescencia su Padre y en su Madurez… su Amigo, porque el destino de un hijo como de todo ser humano es aspirar a su propio derecho a la libertad.
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