martes, abril 19, 2011

Y quién te Ata?

Angustiado, el discípulo acudió a su instructor espiritual y le preguntó:

- ¿Cómo puedo liberarme, maestro?

El instructor contestó:

- Amigo mío, ¿y quién te ata?

Reflexión:

Nuestra naturaleza es atarnos a todo tipo de circunstancias preferentemente en lo que respecta a lo que ya sucedió y a lo que no ha sucedido aún, a situaciones que por alguna razón no concretamos, y que aún no hemos podido concluir, y que nos generan incertidumbre y angustia; no por el hecho de no concretarlas, sino por el dolor que el proceso nos ha generado. Esto se debe a que los deseos se impregnan muy profundamente en nuestro ser, y el principal promotor de esto es nuestra mente, que a través de los pensamientos nos ha jugado malas pasadas. Una de ellas es el apego excesivo a nuestro mundo material, en lo que refiere a las posesiones, al dinero, a las tentaciones del poder y a ser reconocidos en nuestro círculo social; y esto porque son elementos necesarios para la superviviencia en un mundo enteramente material, como búsqueda del confort y el placer. Otro aspecto importante que nos ata son nuestros seres queridos, a los que ya partieron y en especial aquellas relaciones pasadas que concluyeron, pero que dejaron un sentimiento de insatisfacción, y que por lo general retenemos a lo largo de nuestra vida, recordando fugazmente vivencias especiales que fueron satisfactorias; y esto trae como consecuencia que nos ate a los recuerdos, por el temor hacia lo desconocido, el fin de nuestro ciclo vital; esa es una de las principales razones que nos desarrolla dependencia hacia sentimientos como la obsesión, el rencor y la depresión; porque no hayamos la fórmula para desprendernos de estos sentimientos que nos apagan la espontaneidad del presente.

Sin embargo, que poderosa razón nos haría desistir para desapegarnos de todos estos sentimientos que nos atan de una u otra forma?, sabemos de antemano que esto no es saludable, pero por alguna razón nos desarrollan un sentimiento de peso, de sensación y esa quizás sea la razón del porque nos atamos tanto al pasado, a personas que en este momento ya no se encuentran presentes en nuestra cotidianeidad y que en lo más profundo de nuestro ser fueron especiales, que nos hicieron sentir, que nos abrieron el corazón, que nos extrajeron los más bellos sentimientos que emanaron de nuestro interior, que nos hicieron sentirnos plenos; y por ese hecho conservamos permanentemente su recuerdo sin importar que incluso haya pasado ya mucho tiempo. Ha habido situaciones en que es tanto nuestro aferramiento que aún a pesar de que esa persona ya es ajena a nosotros, pretendamos rememorar la relación, forzándola por todos los medios inverosímiles revivirla, cuando ya en esa persona le mueven otras circunstancias. Esto, por supuesto se transforma en un mecanismo de evasión de nuestra realidad actual, cuando no hay satisfacción en algún aspecto de nuestra vida, cuando las circunstancias presentes se tornan inoperantes e insoportables, cuando percibimos que nuestra existencia no garantiza la estabilidad que deseamos, inmediatamente nos atamos a aquello que en su momento nos brindaron alguna satisfacción. Por lo que se puede concluir que el atarnos a algo es evadir nuestra realidad, es no desear afrontar nuestra problemática personal, es no querer resignarnos a desprender de nuestra memoria a aquellos seres que sentimentalmente ya no se encuentran en nuestro sendero, a sentimientos destructivos, a aferrarnos a la vida la cuál es efímera, así como a las posesiones materiales, al dinero, etc.

El ya no atarnos es aspirar a ser libres, a liberarnos de todo tipo de sentimiento enfermizo, a quitarnos pesadas cargas sobre nuestra conciencia, a vivir espontáneamente, libres de ataduras, de prejuicios, de temores, de eliminar el pensamiento de que algo nos ata permanentemente; lo cuál no significa que nos olvidemos de los recuerdos y personas especiales del pasado, simplemente no obsesionarnos con tenerlas presentes todo el tiempo, quedarnos con el bello sentimiento que nos ayudo a crecer y alimento nuestro corazón; porque todo tuvo su tiempo y momento, quedarnos satisfechos con la experiencia vivida y tomarla para nuestro crecimiento, para entender que esas experiencias del pasado son la llave que nos encaminan hacia la madurez y afrontar las nuevas circunstancias que la vida nos entrega día con día, para construir un porvenir sin ataduras y si, libres para lograr cumplir con nuestras aspiraciones personales.