Arraigo
En el sur de los Estados Unidos existe un tipo de vid que es parásita, sube por los troncos y se adhiere a árboles saludables y fuertes. Esta uva oscura del tamaño de una nuez se usa para hacer dulces y jaleas, y algunos sureños usan la piel para hacer pastel de fruta. El fruto que produce este tipo de vid les ha servido a muchas familias pobres durante muchos años. En años recientes, esta clase de vid se ha hecho más popular y este tipo de uva se puede comprar casi en todas partes en el sur del país.
A pesar de lo gustosa, variada y rica que es, esta clase de vid no puede existir por sí misma. Necesita el soporte de árboles bien firmes y arraigados a los cuales adherirse para sustentarse. Si esta vid se le separa del árbol que le sirve de sostén, se seca y deja de dar fruto.
Reflexión:
Cuando nos adherimos a nuestros sueños, aparentemente nos sumergimos en una pasividad a nivel físico y que sin embargo, como la Vid que internamente desarrolla todo su potencial para transformarse en un fruto maduro y delicioso; así mismo sucede con el ser humano, su actividad es enteramente mental, en el desarrollo de ideas, y que es el motor de la imaginación de donde emerge todo el potencial creativo, hacia la cristalización de sus deseos y anhelos en hechos tangibles.
Para el logro de tal fin es fundamental estar libre de influencias, de prejuicios y poseer un espíritu libre, adhiriéndose con entera convicción a sus propios ideales y actuando en concordancia con su pensar y sentir, elementos esenciales para afrontar los retos que a diario la vida le enfrenta. Porque la madurez se obtiene poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta ante situaciones inesperadas, así como el control emocional ante la presión y el estrés en cualquier circunstancia de la vida.
Siempre es importante sostenernos de esos ideales que son producto de nuestro deseo por experimentar el mundo y evolucionar hacia nuevas fronteras transitando los diversos caminos hacia la autorrealización personal. Porque el soporte es nuestra fuerza de voluntad, proyectando nuestro pensamiento hacia lo más alto que deseemos crecer, evolucionando, siendo firmes en nuestras decisiones sin mirar hacia atrás, sin dudar o temer. Porque todo cuánto nos ocurra en la vida, llevará dentro de sí alguna vivencia muy especial, el matiz depende de nuestro grado de paciencia y tolerancia, sobre todo de sagacidad para saber sortear los diferentes imponderables que amenacen con desestabilizar nuestra armonía e integridad.
Estas experiencias sin duda alguna nos aportará no sólo conocimiento de nosotros mismos, lo cuál es vital para nuestro temple y madurez, sino riqueza interior producto de ese autoconocimiento que se va adquiriendo a lo largo de la vida. Sin embargo, cuando algo repentinamente nos confunde, nos agobia, nos hace temer o dudar, en ocasiones será necesario hacer una pequeña pausa, detenernos un instante para reflexionar, para analizar nuestros procesos mentales y para controlar nuestras emociones ante situaciones complejas.
Esta pequeña pero valiosa pausa en el tiempo es el mejor momento para hallarnos a nosotros mismos con nuestro universo interior con la finalidad de reordenar y equilibrar nuestros procesos mentales, aquilatando lo importante de cada acción que realizamos, cada palabra que decimos, cada mirada que proyectamos al exterior; porque en la inactividad externa hay silenciosamente una intensa actividad interna.
Este crecimiento interior, es el soporte del cuál podemos recurrir para salir avante en nuestro acontecer cotidiano, cuya fortaleza dependerá en la mayoría de las ocasiones de la firmeza de nuestra decisiones con la subsecuente fe que poseamos de nuestras capacidades, y que es toda una gamma de potencialidades, en espera de ser tomadas y utilizadas de esta fuente ilimitada de conocimiento innato que posee cada ser humano, en vías de evolucionar acorde a nuestros deseos más profundos de superación personal y búsqueda de satisfactores que nos proporcionen constantes momentos de felicidad y dicha, si logramos adherirnos con firmeza y arraigo en nuestros sueños sin importar los sinsabores que experimentemos, trabajando arduamente con honestidad, inteligencia y paciencia, los resultados se irán concretando paulatinamente, creciendo tan alto como nuestro deseo de superación sea consistente, para así recoger los frutos producto de nuestro esfuerzo y constancia.
A pesar de lo gustosa, variada y rica que es, esta clase de vid no puede existir por sí misma. Necesita el soporte de árboles bien firmes y arraigados a los cuales adherirse para sustentarse. Si esta vid se le separa del árbol que le sirve de sostén, se seca y deja de dar fruto.
Reflexión:
Cuando nos adherimos a nuestros sueños, aparentemente nos sumergimos en una pasividad a nivel físico y que sin embargo, como la Vid que internamente desarrolla todo su potencial para transformarse en un fruto maduro y delicioso; así mismo sucede con el ser humano, su actividad es enteramente mental, en el desarrollo de ideas, y que es el motor de la imaginación de donde emerge todo el potencial creativo, hacia la cristalización de sus deseos y anhelos en hechos tangibles.
Para el logro de tal fin es fundamental estar libre de influencias, de prejuicios y poseer un espíritu libre, adhiriéndose con entera convicción a sus propios ideales y actuando en concordancia con su pensar y sentir, elementos esenciales para afrontar los retos que a diario la vida le enfrenta. Porque la madurez se obtiene poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta ante situaciones inesperadas, así como el control emocional ante la presión y el estrés en cualquier circunstancia de la vida.
Siempre es importante sostenernos de esos ideales que son producto de nuestro deseo por experimentar el mundo y evolucionar hacia nuevas fronteras transitando los diversos caminos hacia la autorrealización personal. Porque el soporte es nuestra fuerza de voluntad, proyectando nuestro pensamiento hacia lo más alto que deseemos crecer, evolucionando, siendo firmes en nuestras decisiones sin mirar hacia atrás, sin dudar o temer. Porque todo cuánto nos ocurra en la vida, llevará dentro de sí alguna vivencia muy especial, el matiz depende de nuestro grado de paciencia y tolerancia, sobre todo de sagacidad para saber sortear los diferentes imponderables que amenacen con desestabilizar nuestra armonía e integridad.
Estas experiencias sin duda alguna nos aportará no sólo conocimiento de nosotros mismos, lo cuál es vital para nuestro temple y madurez, sino riqueza interior producto de ese autoconocimiento que se va adquiriendo a lo largo de la vida. Sin embargo, cuando algo repentinamente nos confunde, nos agobia, nos hace temer o dudar, en ocasiones será necesario hacer una pequeña pausa, detenernos un instante para reflexionar, para analizar nuestros procesos mentales y para controlar nuestras emociones ante situaciones complejas.
Esta pequeña pero valiosa pausa en el tiempo es el mejor momento para hallarnos a nosotros mismos con nuestro universo interior con la finalidad de reordenar y equilibrar nuestros procesos mentales, aquilatando lo importante de cada acción que realizamos, cada palabra que decimos, cada mirada que proyectamos al exterior; porque en la inactividad externa hay silenciosamente una intensa actividad interna.
Este crecimiento interior, es el soporte del cuál podemos recurrir para salir avante en nuestro acontecer cotidiano, cuya fortaleza dependerá en la mayoría de las ocasiones de la firmeza de nuestra decisiones con la subsecuente fe que poseamos de nuestras capacidades, y que es toda una gamma de potencialidades, en espera de ser tomadas y utilizadas de esta fuente ilimitada de conocimiento innato que posee cada ser humano, en vías de evolucionar acorde a nuestros deseos más profundos de superación personal y búsqueda de satisfactores que nos proporcionen constantes momentos de felicidad y dicha, si logramos adherirnos con firmeza y arraigo en nuestros sueños sin importar los sinsabores que experimentemos, trabajando arduamente con honestidad, inteligencia y paciencia, los resultados se irán concretando paulatinamente, creciendo tan alto como nuestro deseo de superación sea consistente, para así recoger los frutos producto de nuestro esfuerzo y constancia.
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