miércoles, noviembre 11, 2009

La Parábola de la Cizaña

El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue.

Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña.
Los siervos del amo se acercaron a decirle:
"Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?"

Él les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto."
Le dijeron los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?"
Les dijo: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega.
Y al tiempo de la siega, diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi alfolí."»

Reflexión

Nuestros pensamientos, actitudes y acciones hablan mucho de lo que anhelamos proyectar en la vida; cuando nos encontramos desorientados, confundidos y agobiados por el entorno que nos rodea, nuestras angustias internas, como el hallar el sentido de nuestra existencia!, hacia donde dirigirnos!, que nuestra intuición o voz interior nos dirija por los senderos adecuados que nos encaminen a lograr cumplir con nuestros objetivos de vida; en que momento debemos retroceder!, para no cometer una equivocación que acarreé consecuencias irreversibles; en cuál circunstancia debemos dar ese paso que será decisivo para reorientar una vida que no ha cubierto nuestras expectativas iniciales; o si me encuentro pleno y dichoso, como extinguir la constante angustia de que ese momento especial de mi vida sea perdurable y que nunca termine; hasta donde se encuentran los límites de mi evolución, y qué me espera una vez llegado a ellos; y hasta donde comienzo a invadir la libertad de mi prójimo; si mis acciones están correctamente encaminadas a lograr lo que me he propuesto; o que me impide el ser feliz, que me impide no liberarme de mis prejuicios, ataduras, apegos destructivos, de mis temores, de mi inseguridad, del dolor y culpas del pasado; que me impide ser libre e independiente!.

Todas y cada una de estas preguntas que nos hacemos comúnmente a diario pueden estar representadas por la cizaña, aquellos aspectos negativos de nuestra personalidad que nos ofusca y obscurece el buen razonamiento, nos reprime la iniciativa, nos aísla no sólo de los demás sino que en ese aislamiento nos evadimos a nosotros mismos, a través de la indiferencia y las salidas falsas, alimenta a nuestra inseguridad y hieren nuestra autoestima. De origen experimentamos la libertad sin un desarrollo pleno de nuestra conciencia hacia el entorno, sin embargo al remontarnos a esas primeras etapas de nuestra vida, la vida era excepcional, era grandiosa, todo era novedad, descubrimiento, exploración y experimentación; conforme fuimos despertando la conciencia y creciendo, nuestro entorno en algún momento comenzó a transformarse y denigrarse, independientemente del entorno de cada ser humano, en más de una ocasión llegamos a experimentar la crudeza de la vida, a experimentar la infelicidad, la angustia, las agresiones, las decepciones, frustraciones, injusticias, equivocaciones con consecuencias desastrosas, culpas y remordimientos, lo que generó en nuestra personalidad indiferencia y aislamiento para evadir el dolor, y que trajo como consecuencia el desarrollar temores y dudas que se traducen en prejuicios, juzgamos anticipadamente un resultado, antes de haberlo experimentado, y que nos precipita a evadir o a reprimir la vivencia, eliminando la valiosa oportunidad de descubrir, conocer, experimentar, disfrutar, reafirmarnos, madurar y evolucionar; tan sólo por las innumerables cizañas que insertamos en nuestro campo, quedando enteramente dormidos ante la vida, indiferentes y pasivos.

Estas acciones se basan principalmente en la actitud que tengamos hacia la vida, el vivir sin prejuzgar, limitar y reprimir cada momento que la vida nos obsequia para aprender de ella, para conocernos mejor a nosotros mismos, explorando nuestras emociones en sus límites, para evitar que ellas nos controlen y nos hagan perder la tranquilidad y el equilibrio, y en ese autocontrol, conservar a todo momento la ecuanimidad y serenidad necesarias para afrontar cualquier circunstancia que aparente ser adversa, entregándonos a esa vivencia con la mejor actitud positiva y firmeza de carácter, aprendiendo de sus diversos matices, haciendo a un lado los prejuicios, simplemente entregarnos al momento y disfrutarlo en toda su dimensión, manteniéndonos alertas ante cualquier situación que amenace con romper nuestro equilibrio, y si por alguna razón éste se ve trastocado, mantener a todo momento la serenidad siendo observadores y pacientes de la situación para no perder los estribos, y ya logrado disipar la tensión emocional, llegará a nosotros la lucidez para afrontar con inteligencia y capacidad de razonamiento, obtener la mejor solución que genere el mínimo de daño.

Una buena semilla no se encuentra en las experiencias ajenas en toda su diversidad de manifestaciones; una buena semilla se encuentra en nuestro interior, en nuestro conocimiento innato, en nuestra seguridad, autoestima y confianza en las capacidades que desarrollaremos a lo largo de nuestra vida a fin de lograr despertar esa germinación que nos reditúe en abundantes cosechas, sin importar cuánta cizaña externa haya invadido nuestro campo mental, si de momento no se puede arrancar lo cuál dañaría nuestra cosecha, tener la paciencia suficiente para esperar el momento adecuado y actuar sin demoras ni indecisiones a fin de arrancar de raíz el problema que perturba nuestra tranquilidad y equilibrio. Cuando hay de por medio decisión y seguridad, se deja de prejuzgar y simplemente hay entrega total a cada vivencia, extrayendo de ella no la cizaña que nos desarrolla una personalidad prejuiciosa y temerosa; sino abundante trigo que redituará en un gran alimento para el alma, en satisfacción por sentirnos libres y dueños de nosotros mismos, siendo independientes de pensamiento y acción, no permitiendo que nadie intente manipularnos, inducirnos, fanatizarnos o reprimirnos; esa cizaña externa, cuando nos produce daño y angustia constante es mejor arrancarla con decisión y determinación; a fin de eliminar de golpe las cargas y culpas que nos genera el no atrevernos a ser nosotros mismos; porque el reino de los cielos es un estado de plenitud y dicha que experimenta el ser humano cuando ha logrado vencer a sus enemigos internos y externos, y comienza a experimentar autocontrol y certidumbre, la libertad interior!