jueves, diciembre 27, 2007

La Flecha

Un Rey, que en su carruaje pasaba por un pueblo, observó una flecha disparada exactamente en el centro de un blanco, que era un círculo dibujado en el tronco de un árbol.

Intrigado, se dió cuenta que además había otras flechas disparadas en varios sitios, todas con la misma precisión en el centro del blanco.

Sorprendido por la habilidad del arquero, mandó a sus pajes a buscarlo.

Después de algunos minutos encontraron al autor de los certeros disparos.

Se trataba de un niño de no más 12 años.

-¿Eres tú el hábil arquero? –preguntó el Rey.

-Sí, -respondió el chiquillo.

¿Cómo haces para ser siempre tan certero en tu puntería?- Preguntó de nuevo el Rey.

- Es muy simple, -dijo el muchacho-, primero disparo la flecha y después dibujo el blanco alrededor de ella.

Reflexión:

Esta historia nos hace reflexionar que en la mayoría de las ocasiones juzgamos a los demás basados en nuestras falsas especulaciones, y sin medir las consecuencias disparamos la flecha evidenciando injustamente a las personas, creando con ello que sea dañada no sólo en lo moral sino anímico, deteriorándose la amistad y el respeto.

Lo importante en nuestras acciones es el desarrollar la sensibilidad al dar una opinión o crítica que sea constructiva, la cuál verdaderamente aporte algo positivo y no por el afán de sobresalir ante los demás, intentemos ridiculizar a una persona logrando con ello no sólo su enemistad sino el descrédito de quienes nos rodean, evidenciando de esta forma inseguridad y falta de autoestima, que ante la menor oportunidad o provocación descarguemos nuestros prejuicios y frustraciones en quienes menos lo merecen.

Antes de disparar la flecha es imperativo meditar las causas que llevan a determinadas personas a efectuar sus acciones y la finalidad de ellas para tener una idea más clara del objetivo que desea alcanzar, aún cuando su comportamiento sea en apariencia inverosímil o irresponsable, y que al no coincidir en nuestra forma de pensar, al dejarnos llevar por nuestros impulsos sin razonar en las consecuencias previamente, expresamos aversión a esa persona, hiriendo su sensibilidad y dignidad.

Cada ser humano posee su propia concepción de la vida, basando su actuar en sus vivencias e intuición la cuál lo lleva desarrollar y madurar su personalidad en la constante búsqueda de los sastisfactores que le proporcionen un sentido y equilibrio real de su existencia, cuya flecha será dirigida por su deseo y fuerza de voluntad hacia el blanco de sus aspiraciones y metas personales y que es su propia verdad, la cuál es digna de ser respetada.

Antes de prejuzgar a una persona meditemos las causas de sus acciones, no el efecto de ellas.