jueves, diciembre 27, 2007

Sacos de Tierra

El niño vivía con su padre en un valle en la base de un gran dique. Todos los días el padre iba a trabajar a la montaña detrás de su casa y retornaba a casa con una carretilla llena de tierra.
«Pon la tierra en los sacos, hijo», decía el padre.
«Y amontónalos frente a la casa».Si bien el niño obedecía, también se quejaba.
Estaba cansado de la tierra.Estaba cansado de las bolsas. ¿Por qué su padre no le daba lo que otros padres dan a sus hijos? Ellos tenían juguetes y juegos; él tenía tierra.
Cuando veía lo que los otros tenían, enloquecía. «Esto no es justo», se decía.
Y cuando veía a su padre, le reclamaba: «Ellos tienen diversión. Yo tengo tierra».
El padre sonreía y con sus brazos sobre los hombros del niño le decía: «Confía en mí, hijo. Estoy haciendo lo que más conviene».
Pero para el niño era duro confiar. Cada día el padre traía la carga. Cada día el niño llenaba las bolsas. «Amontónalas lo más alto que puedas», le decía el padre mientras iba por más.
Y luego el niño llenaba las bolsas y las apilaba. Tan alto que ya no podía mirar por encima de ellas.Trabaja duro, hijo», le dijo el padre un día, «el tiempo se nos acaba».Mientras hablaba, el padre miró al cielo oscurecido.
El niño comenzó a mirar fijamente las nubes y se volvió para preguntarle al padre lo que significaban, pero al hacerlo sonó un trueno y el cielo se abrió.
La lluvia cayó tan fuerte que escasamente podía ver a su padre a través del agua.«¡Sigue amontonando, hijo!»
Y mientras lo hacía, el niño escuchó un fuerte estruendo.El agua del río irrumpió a través del dique hacia la pequeña villa. En un momento la corriente barrió con todo en su camino, pero el dique de tierra dio al niño y al padre el tiempo que necesitaban.
«Apúrate, hijo. Sígueme». Corrieron hacia la montaña detrás de su casa y entraron a un túnel. En cuestión de momentos salieron al otro lado, huyeron a lo alto de la colina y llegaron a una nueva casita.Aquí estaremos a salvo», dijo el padre al niño.
Sólo entonces el hijo comprendió lo que el padre había hecho. Había provisto una salida. Antes que darle lo que deseaba, le dio lo que necesitaba. Le dio un pasaje seguro y un lugar seguro.

Reflexión:

Cuando nos encontramos en el proceso de construir nuestro futuro producto de una inquietud personal, ésta va madurando gradualmente en nuestra conciencia, atribuyéndolo a una corazonada, que en ocasiones nos inquieta, ilusiona, angustia o nos alienta a seguir ese sueño, y esa voz interna es como el padre que nos ordena ir apilando los sacos de tierra tan alto como sea necesario para ir formando una fortaleza que será el temple para soportar todo tipo de adversidades, dudas, o equivocaciones transformándose en un dique que proteja la casa donde mora nuestra esencia: el alma.

Y en un principio ante los efímeros resultados, nos invadirán las dudas y la incertidumbre sintiéndonos tentados a replantear o abandonar nuestros sueños, sucumbiendo por presiones externas a situaciones controladas y en apariencia cómodas, cayendo en una zona de confort, lo cuál tarde o temprano ante la débil fortaleza espiritual, nuestros aparentes logros serán arrasados por la fuerza embravecida de los ríos del conformismo y la mediocridad, precipitándonos hacia la frustración e insatisfacción permanentes.

El camino hacia la verdadera plenitud interior estriba en la capacidad de confiar en nuestra intuición, esa voz callada que hace palpitar el corazón, y que nos empuja a realizar acciones heroicas, solventado caminos empedrados con grandes barreras mentales y obstáculos externos; si nos convencemos que poseemos un destino y una misión ya trazada en esta vida que nos guiará y conducirá hacia la armonía interior; tarde o temprano deberemos tomar la decisión de seguir con valor y determinación el cristalizar nuestras inquietudes.

Las pequeñas acciones se transformarán en nuestra gran obra personal, colocando uno a uno nuestros sacos de tierra; si trabajamos con esmero y constancia convencidos que después de la tormenta y el caos llega el orden y la calma, asumiremos los momentos difíciles e insoportables como retos a vencer lo que irá acrecentando nuestra fortaleza espiritual y temple, proporcionándonos seguridad y claridad para seguir adelante hacia la realización de nuestros anhelos.

Todo en la vida ya lleva un propósito definido el cuál llega en el momento justo, en el tiempo adecuado cuando ya estamos preparados para ello, y por eso mismo debemos estar alertas y preparados para saberlo identificar y no dudar en llevarlo acabo para poder trascender.

La Paciencia y la Intuición son cualidades que deberemos desarrollar para lograr trascender nuestra obra individual, aspirando a ser mejores cada día.