Cuando el Viento Sopla
Un Hacendado poseía tierras a lo largo del litoral del Atlántico, constantemente anunciaba estar necesitando empleados. La mayoría de las personas estaban poco dispuestas a trabajar en campo a lo largo del Atlántico. Temían las horribles tempestades que barrían aquella región, haciendo estragos en las construcciones y las plantaciones.
Buscando nuevos empleados, recibió a cambio muchas negativas, hasta que finalmente un hombre bajo y delgado de edad media se aproximó al hacendado quién le pregunto:
-¿ Usted es un buen labrador? -Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla, le respondió el pequeño hombre. Bastante confuso con la respuesta, el hacendado desesperado por ayuda lo empleó.
Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer, y el hacendado estaba satisfecho con el trabajo del hombre. Pero entonces, una noche, el viento sopló ruidosamente. El hacendado asustado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado, sacudió al pequeño hombre y le gritó:
-Levántate! Una tempestad está llegando, amarra las cosas antes de que sean arrastrados por la tempestad! El pequeño hombre se dio vuelta en la cama y con gran calma y frialdad le dijo al hacendado firmemente: -No, Señor, ya le dije: ¨Yo puedo dormir cuando el viento sopla¨.
Enfurecido por la respuesta, el hacendado estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para la tempestad. Del empleado se ocuparía después. Pero para su asombro, encontró que todas las parcas de heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero y todas las puertas muy bien trabadas, las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba bien amarrado. Nada podría ser arrastrado.
El hacendado fue entonces cuando comprendió lo que su empleado le había querido decir. Y retorno a su cama para también dormir cuando el viento soplaba.
Reflexión:
Historia como esta nos hace reflexionar sobre las actitudes y precauciones a tomar cuando nuestro entorno se encuentra caótico y las tormentas amenazan con desestabilizar nuestra armonía interna, arrastrando con ello nuestras metas y sueños, terminando devastados con el espíritu vulnerable y frágil. Algunas experiencias de nuestra vida nos tomarán desprevenidos cuando no poseemos la estabilidad emocional y el temple para enfrentar situaciones delicadas y sorpresivas quedando estacionados en el ojo del huracán, en una aparente calma pero totalmente a la deriva, desatándose el caos en cualquier instante al dar un paso en falso; en esas situaciones delicadas debemos poner en orden nuestros pensamientos para no ser arrastrados por la tormenta de la desesperación y la frustración del momento, tomando decisiones viscerales y equivocadas que empeoren la situación y devaste todo cuanto a nuestro alrededor se encuentre: relaciones laborales, amistades, familia o relación de pareja. Es cuando debemos aspirar a dormir aún cuando el viento sopla.
Si actuamos con seguridad y valentía, tendremos la capacidad para defender nuestros ideales, aspiraciones, nuestra intimidad: nuestra vida personal; aún cuando existan presiones o condicionamientos externos que crean una atmósfera tormentosa amenazando nuestra estabilidad emocional, es importante valorar con toda calma la situación para no precipitarnos a una acción equivocada que lastime o vulnere la sensibilidad y autoestima de quienes nos rodean. Ser cautelosos preparando y asegurando anticipadamente el terreno, valorando los pros y contras que nos lleven a tomar una decisión acertada, decisiones surgidas de nuestro interior, donde habita ese pequeño gran tesoro de respuestas a nuestras inquietudes existenciales, confiar en nuestra intuición será fundamental para hallar la solución más adecuada a nuestras necesidades tanto materiales como espirituales.
Y una vez identificada la posible solución, para llevarla a efecto, es necesario desterrar del pensamiento los prejuicios: el que dirán, los cuestionamientos externos y las críticas; las acciones llevarlas a cabo sin modificar nuestra esencia, nuestro comportamiento, defendiendo en todo momento nuestra autenticidad y transparencia como seres humanos, para no caer en la tormenta del chantaje moral y los comportamientos camaleónicos por cubrir las apariencias; sacar a flote la dignidad y valentía para enfrentar con inteligencia y firmeza posibles cuestionamientos absurdos e injustos, ser siempre de una sola pieza y no dejarnos amedrentar por vientos que soplen en nuestra vida cotidiana.
El Temor surge cuando nuestro actuar en la vida, esta sujeto al mundo de las apariencias y los condicionamientos externos.
El Valor nace de la autoestima y amor hacia nuestros ideales, basado en acciones congruentes con nuestros verdaderos sentimientos.
“Aún cuando el Viento sople, si nuestra estructura interna es sólida y auténtica nada se tiene que temer, porque ninguna tormenta podrá derribar nuestra seguridad y dignidad”
Por lo tanto;
El Valor del ser humano se basa en su LIBERTAD de SER y ELEGIR como quiere y desea SER.
Buscando nuevos empleados, recibió a cambio muchas negativas, hasta que finalmente un hombre bajo y delgado de edad media se aproximó al hacendado quién le pregunto:
-¿ Usted es un buen labrador? -Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla, le respondió el pequeño hombre. Bastante confuso con la respuesta, el hacendado desesperado por ayuda lo empleó.
Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer, y el hacendado estaba satisfecho con el trabajo del hombre. Pero entonces, una noche, el viento sopló ruidosamente. El hacendado asustado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado, sacudió al pequeño hombre y le gritó:
-Levántate! Una tempestad está llegando, amarra las cosas antes de que sean arrastrados por la tempestad! El pequeño hombre se dio vuelta en la cama y con gran calma y frialdad le dijo al hacendado firmemente: -No, Señor, ya le dije: ¨Yo puedo dormir cuando el viento sopla¨.
Enfurecido por la respuesta, el hacendado estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para la tempestad. Del empleado se ocuparía después. Pero para su asombro, encontró que todas las parcas de heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero y todas las puertas muy bien trabadas, las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba bien amarrado. Nada podría ser arrastrado.
El hacendado fue entonces cuando comprendió lo que su empleado le había querido decir. Y retorno a su cama para también dormir cuando el viento soplaba.
Reflexión:
Historia como esta nos hace reflexionar sobre las actitudes y precauciones a tomar cuando nuestro entorno se encuentra caótico y las tormentas amenazan con desestabilizar nuestra armonía interna, arrastrando con ello nuestras metas y sueños, terminando devastados con el espíritu vulnerable y frágil. Algunas experiencias de nuestra vida nos tomarán desprevenidos cuando no poseemos la estabilidad emocional y el temple para enfrentar situaciones delicadas y sorpresivas quedando estacionados en el ojo del huracán, en una aparente calma pero totalmente a la deriva, desatándose el caos en cualquier instante al dar un paso en falso; en esas situaciones delicadas debemos poner en orden nuestros pensamientos para no ser arrastrados por la tormenta de la desesperación y la frustración del momento, tomando decisiones viscerales y equivocadas que empeoren la situación y devaste todo cuanto a nuestro alrededor se encuentre: relaciones laborales, amistades, familia o relación de pareja. Es cuando debemos aspirar a dormir aún cuando el viento sopla.
Si actuamos con seguridad y valentía, tendremos la capacidad para defender nuestros ideales, aspiraciones, nuestra intimidad: nuestra vida personal; aún cuando existan presiones o condicionamientos externos que crean una atmósfera tormentosa amenazando nuestra estabilidad emocional, es importante valorar con toda calma la situación para no precipitarnos a una acción equivocada que lastime o vulnere la sensibilidad y autoestima de quienes nos rodean. Ser cautelosos preparando y asegurando anticipadamente el terreno, valorando los pros y contras que nos lleven a tomar una decisión acertada, decisiones surgidas de nuestro interior, donde habita ese pequeño gran tesoro de respuestas a nuestras inquietudes existenciales, confiar en nuestra intuición será fundamental para hallar la solución más adecuada a nuestras necesidades tanto materiales como espirituales.
Y una vez identificada la posible solución, para llevarla a efecto, es necesario desterrar del pensamiento los prejuicios: el que dirán, los cuestionamientos externos y las críticas; las acciones llevarlas a cabo sin modificar nuestra esencia, nuestro comportamiento, defendiendo en todo momento nuestra autenticidad y transparencia como seres humanos, para no caer en la tormenta del chantaje moral y los comportamientos camaleónicos por cubrir las apariencias; sacar a flote la dignidad y valentía para enfrentar con inteligencia y firmeza posibles cuestionamientos absurdos e injustos, ser siempre de una sola pieza y no dejarnos amedrentar por vientos que soplen en nuestra vida cotidiana.
El Temor surge cuando nuestro actuar en la vida, esta sujeto al mundo de las apariencias y los condicionamientos externos.
El Valor nace de la autoestima y amor hacia nuestros ideales, basado en acciones congruentes con nuestros verdaderos sentimientos.
“Aún cuando el Viento sople, si nuestra estructura interna es sólida y auténtica nada se tiene que temer, porque ninguna tormenta podrá derribar nuestra seguridad y dignidad”
Por lo tanto;
El Valor del ser humano se basa en su LIBERTAD de SER y ELEGIR como quiere y desea SER.
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