lunes, agosto 22, 2011

Valor Personal

Un Joven con el rostro abatido de pensar, se reúne con su amiga en un bar a tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias... que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación!...

Todo parecía estar mal en su vida. Laura introdujo la mano en su bolso, sacó un billete de $500ºº y le dijo: ¿Quieres este billete?

Un poco confundido el Joven, le contestó: Claro... son $500ºº, ¿quién no los querría?

Entonces la Amiga tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola. Mostrando la estrujada pelotita al Joven, volvió a preguntarle: Y ahora, ¿lo quieres también? no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo $500ºº.

Claro que lo tomaré si me lo das.

La Amiga desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con el pie, levantándolo luego sucio y marcado. ¿Lo sigues queriendo? sigo sin entender a donde vas, pero es un billete de $500ºº, y mientras no lo rompas, conserva su valor...

El Joven, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o te pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido...

Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado. El Joven se quedó mirando a su amiga sin atinar con palabra alguna, mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.

La Joven puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... pero me debes un billete nuevo de $500ºº para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite. Le dio un beso en la mejilla y se alejó hacia la puerta.

El Joven volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó y con una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta...


Reflexión:

Sabemos realmente cuál es nuestro valor?, ante que o quién nos valuamos o devaluamos? O porque tenemos la necesidad de valorarnos ante lo que sea o quién sea?. acaso lo necesitamos?, es imprescindible el saber cuál es nuestro valor ante la sociedad o ante nosotros mismos?, y cómo es que surge esa necesidad de buscar algún valor en nuestra personalidad?. No basta acaso con el hecho de por existir ya nuestro valor es inmensurable?. Si bien es cierto que la vida nos ha golpeado alguna vez, o alguien nos ha pisoteado o intentado hacerlo, nos han humillado o querido humillar, nos han ofendido o intentado ofender, es parte del juego de la vida, al estar expuestos ante la sociedad en esa búsqueda para consolidarnos y obtener un lugar entre nuestros iguales, por ese afán de posicionarnos en la inevitable competitividad social, en más de una ocasión o nos hemos reprimido o hemos sacrificado nuestro valor humano con la consigna de ser aceptados para sobrevivir en un medio que nos proporcione bienestar tanto económico como social.

Y por alguna causa o factor nos han hecho pensar que debemos valuarnos con la intención de pertenencia a algo, con una idea de posicionamiento o reconocimiento. Y porque a su vez nos han incrustado la idea de la referencia o la comparación hacia algún tipo de modelo de tipo social, económico o estético; cuando en esencia somos únicos y no comparados o referenciados a algún prototipo. Y en esa necesidad u obsesión de aspirar a un status quo, pareciera que ya pertenece a nuestra herencia genética cuando comenzamos a exponernos ante otro ser humano: compararnos, competir y sobresalir. Quizás porque no es común experimentar la individualidad y sólo alimentamos la personalidad, nuestras múltiples máscaras que utilizamos para exponernos ante distintos escenarios, por la personalidad más dominante, y de ahí radica nuestra problemática, cuando pensamos que sólo alcanzando cierto status es cómo aspiraremos a obtener un valor frente a los demás; y por ende nos sentiremos valiosos y con los merecimientos para ser aceptados, porque nuestra percepción es excluyente y no incluyente, hacia el exterior ignorando el valor real: nuestro interior, la esencia que nos particulariza y que nos hace especiales y únicos entre la aparente igualdad en que nos han encajonado.

Porque el valor nace de comprender que no necesitamos compararnos frente a nada, cada uno de nosotros perseguimos deferentes propósitos de vida, podrán ser coincidentes pero jamás idénticos. Y así sucede con nuestra personalidad, podrán ser similares o coincidir con otra persona, pero en el fondo somos diferentes. Y el valor no depende de la comparación, sino a través de la actitud de aceptar nuestra valía, aceptando las circunstancias pasadas y presentes inmediatas, no como un fin de aceptación conformista, sino como una forma de valorar que nuestro camino independiente del matiz experimentado, es nuestro baúl de vivencias, del cuál podemos extraer todo un caudal de información que es nuestra propia experiencia de vida y que a tumbos nos ha formado para bien o para mal, y si en ese tránsito nos hemos forjado una personalidad basada en nuestras propias decisiones exentas de algún tipo de presión o inducción, estamos en el camino correcto, porque solamente nos hemos basado en nuestra intuición, con decisiones propias y aceptando los riesgos o consecuencias aún cuando no las hayamos visualizado con claridad en su momento. Pero de eso se trata la vida, de hallar nuestro valor en descubrir el propósito para lo cuál hemos asumido el riesgo de experimentar la existencia, atreviéndonos a actuar conforme a nuestros más profundos deseos, para madurar aprendiendo a valorarnos y no buscar el valor!.