La Cuchara
Un estudiante de zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole:
"Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar.. No me dejan en paz".
El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar.. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.
El maestro entonces le dijo: "Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y medita".
El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:"¡Deja la cuchara!".
El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó:
"Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.
Reflexion:
La herramienta más poderosa que posee el ser humano sin duda es la mente, ya que ella es la responsable de registrar todos y cada uno de los eventos en forma consciente o inconsciente que experimentamos a lo largo de nuestra existencia, y que quedan en actividad latente mediante el pensamiento, siendo este último el recopilador de todas y cada una de nuestras experiencias vividas y por vivir y que representan nuestros recuerdos del pasado y los anhelos del futuro. Y esta ambivalencia es la que nos atrapa en la mayor parte del día, al sumergirnos casi en forma automática en sus redes; y que por alguna razón siempre estamos abstraídos y sumergidos en nuestros propios pensamientos, y que sin ser enteramente conscientes nos abstraemos de la realidad consciente, del presente, del momento, el hoy.
Cuando estamos sumergidos en pensamientos con tintes de nostalgia, por aquellos recuerdos hermosos y significativos; por remordimientos hacia aquellas acciones de las cuáles nos privamos de experimentar, ya sea por inseguridad o temor y culpas producto de decisiones que nos provocaron algún incidente, que daño física o moralmente a un ser querido o a nosotros mismos, y anhelos derivados de deseos que proyectamos hacia el futuro. Todos y cada unos de estos pensamientos, invaden nuestro espacio mental que día con día debemos lidiar y que trae como consecuencia que estemos ajenos e indiferentes a nuestro entorno. Muchas son las condiciones las que nos impulsan a retraernos de nuestra realidad presente, principalmente por la constante preocupación de un futuro que se nos presenta a veces incierto y de un pasado que nos empecinamos en aferrarnos, esta situación nos sujeta de ambas direcciones quedando vulnerables ante nuestras emociones y sobre todo ante las influencias de nuestro medio.
Si tan solo nos permitiéramos por un momento en cada instante de nuestra existencia hacer a un lado el pasado y el futuro que tanto mantienen ociosa y ocupada nuestra mente, inestable nuestros sentimientos y confundido nuestro buen discernir; experimentaríamos tranquilidad, lucidez y una concentración sin igual, porque la verdadera meditación no es necesariamente el abstraerse del entorno, evadiendo la realidad o esforzándose en apartar todos y cada uno de los pensamientos que llegan a nuestra mente en muchas ocasiones en forma desordenada y confusa; cuando hacemos esto, el resultado es mayor tensión emocional y desesperación. La auténtica meditación es dejar que los pensamientos fluyan como un torrente de agua desemboca hacia el mar, sin necesidad de tratar de retener algo en particular, todo aquello que se retiene o estanca termina por deteriorarse o pudrirse. El buen fluir es renovación constante y nuevo aprendizaje, sólo entregándose a la vivencia tan plena como logremos desarrollar esa capacidad de vivir y experimentar el momento, nuestra mente de inmediato dejara de retener los pensamientos que aletargan nuestra mente y nos precipitan hacia la desesperación.
Concentrarse es vivir el hoy, sin ataduras de por medio, sólo concentrados en lo que estamos experimentando a cada instante y dejando fluir a nuestra mente a fin de liberarla de la tensión y el estrés que usualmente nos reprime la libertad para entregarnos a la vida, cumpliendo todos y cada uno de nuestros objetivos trazados, con toda la alegría y el amor que la vida misma puede inspirarnos.
"Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar.. No me dejan en paz".
El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar.. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.
El maestro entonces le dijo: "Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y medita".
El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:"¡Deja la cuchara!".
El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó:
"Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.
Reflexion:
La herramienta más poderosa que posee el ser humano sin duda es la mente, ya que ella es la responsable de registrar todos y cada uno de los eventos en forma consciente o inconsciente que experimentamos a lo largo de nuestra existencia, y que quedan en actividad latente mediante el pensamiento, siendo este último el recopilador de todas y cada una de nuestras experiencias vividas y por vivir y que representan nuestros recuerdos del pasado y los anhelos del futuro. Y esta ambivalencia es la que nos atrapa en la mayor parte del día, al sumergirnos casi en forma automática en sus redes; y que por alguna razón siempre estamos abstraídos y sumergidos en nuestros propios pensamientos, y que sin ser enteramente conscientes nos abstraemos de la realidad consciente, del presente, del momento, el hoy.
Cuando estamos sumergidos en pensamientos con tintes de nostalgia, por aquellos recuerdos hermosos y significativos; por remordimientos hacia aquellas acciones de las cuáles nos privamos de experimentar, ya sea por inseguridad o temor y culpas producto de decisiones que nos provocaron algún incidente, que daño física o moralmente a un ser querido o a nosotros mismos, y anhelos derivados de deseos que proyectamos hacia el futuro. Todos y cada unos de estos pensamientos, invaden nuestro espacio mental que día con día debemos lidiar y que trae como consecuencia que estemos ajenos e indiferentes a nuestro entorno. Muchas son las condiciones las que nos impulsan a retraernos de nuestra realidad presente, principalmente por la constante preocupación de un futuro que se nos presenta a veces incierto y de un pasado que nos empecinamos en aferrarnos, esta situación nos sujeta de ambas direcciones quedando vulnerables ante nuestras emociones y sobre todo ante las influencias de nuestro medio.
Si tan solo nos permitiéramos por un momento en cada instante de nuestra existencia hacer a un lado el pasado y el futuro que tanto mantienen ociosa y ocupada nuestra mente, inestable nuestros sentimientos y confundido nuestro buen discernir; experimentaríamos tranquilidad, lucidez y una concentración sin igual, porque la verdadera meditación no es necesariamente el abstraerse del entorno, evadiendo la realidad o esforzándose en apartar todos y cada uno de los pensamientos que llegan a nuestra mente en muchas ocasiones en forma desordenada y confusa; cuando hacemos esto, el resultado es mayor tensión emocional y desesperación. La auténtica meditación es dejar que los pensamientos fluyan como un torrente de agua desemboca hacia el mar, sin necesidad de tratar de retener algo en particular, todo aquello que se retiene o estanca termina por deteriorarse o pudrirse. El buen fluir es renovación constante y nuevo aprendizaje, sólo entregándose a la vivencia tan plena como logremos desarrollar esa capacidad de vivir y experimentar el momento, nuestra mente de inmediato dejara de retener los pensamientos que aletargan nuestra mente y nos precipitan hacia la desesperación.
Concentrarse es vivir el hoy, sin ataduras de por medio, sólo concentrados en lo que estamos experimentando a cada instante y dejando fluir a nuestra mente a fin de liberarla de la tensión y el estrés que usualmente nos reprime la libertad para entregarnos a la vida, cumpliendo todos y cada uno de nuestros objetivos trazados, con toda la alegría y el amor que la vida misma puede inspirarnos.
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